Martes, 2 de mayo de 2006 | Hoy
ELEONORA CASSANO, ANTE EL ESTRENO DE “CINDERELLA TANGO CLUB
Lejos de las pequeñas polémicas que levantaron La Cassano en el Maipo, Cassano dancing y La Duarte, para la bailarina ya es natural afrontar la realización de un espectáculo que integra la historia clásica de Cenicienta con el tango. Mientras tanto, se anima a un balance: “Jamás me imaginé esta vida. Me pasó lo máximo que le puede pasar a un bailarín”.
Su hada madrina llegó tarde. Pero, como dice el dicho, mejor tarde que nunca, y más si se trata de cumplir con los sueños de la niñez. Con 41 años y más de 20 de carrera, Eleonora Cassano se sacará el gusto de interpretar a Cenicienta, en una nueva versión adaptada a estos tiempos y al público adulto, y convertida en ballet. Cinderella Tango Club es el nombre de la obra que a partir del 9 de mayo y por seis únicas semanas presentará en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), con libro y dirección de Helena Tritek y coreografías de Leonardo Cuello, de miércoles a sábados a las 20 y los domingos a las 18. Con motivo del estreno, la Cassano se reunió con Página/12 para compartir los entretelones de su nuevo espectáculo y hacer un balance de su carrera artística. “Yo sé que están próximas mis funciones de despedida, pero del clásico, no de estar arriba del escenario. Porque con este tipo de producciones puedo seguir estándolo por largo tiempo”, confiesa, convencida de que aún tiene mucho que ofrecer como artista.
Cassano fue tocada por la varita mágica de un hada madrina imaginaria cuando Julio Bocca la eligió como su partenaire, y de su mano alcanzó la fama. ¿Se cumplieron sus deseos infantiles, del mismo modo que se cumplen los sueños aparentemente imposibles en los cuentos de hadas? Piensa y responde: “Hay un vínculo entre mi historia y la de Cenicienta. Desde chica mi sueño era ser primera bailarina del Teatro Colón. Si bien no lo soy, lo que me tocó vivir superó mis expectativas. Mi vida fue como la de una protagonista de un cuento: viajar en limusina, estar en hoteles 5 estrellas, conocer a reyes... Esa vida jamás me la imaginé. Me pasó lo máximo que le puede pasar a un bailarín”. En su nuevo espectáculo cumplirá una última fantasía: ser la Cenicienta del mundo del tango, que en un club de barrio de la Argentina de los años ’50 enamorará a un galán de otra clase social.
–¿Qué le atrajo de este cuento de hadas?
–En algún lugar, toda mujer tuvo ese sueño de encontrar a su príncipe azul, de salir del lugar donde está y de que todo se vuelva color de rosa. En el espectáculo esto pasa y está muy bien contado. Pero, al principio, la idea era hacer un espectáculo de tango. Convocamos como directora a Helena Tritek y ella un día vino con toda la historia armada. Ella pensó: ¿cómo se la puede ver a Eleonora desde un lugar diferente? “Siempre se la vio como princesa, espléndida, divina”, decía, y se le ocurrió ponerme en un lugar exactamente opuesto: una chica que limpia un club de barrio. La gente, al principio, no se da cuenta de que esa chica soy yo.
–Este espectáculo, ¿está en la línea de los otros que ha hecho en el Maipo, más cerca del music hall? Además de bailar, ¿canta y actúa?
–No. Es un espectáculo en el que predomina el baile. Se cuenta una historia mediante la danza, aunque algunos personajes hablan. Yo diría que es un show de tango en el que se narra una historia. Pero, dentro de esa historia, también bailo un poquito de clásico, mambo, swing.
–Entonces, ¿hay una fusión de estilos, como en aquellos espectáculos que junto a Bocca combinaban clásico y tango?
–Sí, tal cual. También bailo clásico. La gente siempre quiere verme bailar un poco en puntas y aprovechamos justo un momento en que la protagonista tiene un sueño y, como en los sueños todo está permitido, convertida en princesa persa baila clásico.
En esta fusión de géneros y estilos, Cassano ha encontrado un camino. Ya en 1996 se animaba a encarar un espectáculo de music hall en el Maipo, apoyada por algunos colegas y execrada por los más fieles a las puntas, el tutú y el Teatro Colón. Así, protagonizó La Cassano en el Maipo, Cassano dancing y La Duarte. La polémica llegaría a su punto cúlmine cuando se fotografió, junto a Julio Bocca, desnuda para la revista Playboy. ¿Encontró en estas producciones más placer que en el clásico? ¿Eran estos géneros más populares su verdadera vocación?
–Mi raíz es lo clásico. Pero el hecho de ir incorporando todos estos géneros me hizo crecer como intérprete. Ahora no puedo decir que soy simplemente una bailarina clásica, me siento una artista más completa. En esta obra hay momentos en que no hay danza. Helena Tritek me decía: “En este momento entrás con el plumerito y el trapito”. Y yo me preguntaba: “Pero, ¿qué voy a hacer?”. “No bailás”, me decía. Ahí simplemente actúo. Y son momentos de suma importancia para la obra.
–Entonces, en este espectáculo, ¿se considera tan actriz como bailarina?
–Domino más el baile que la actuación. Pero sí, estoy sintiendo cosas nuevas. Si bien en ballets como Romeo y Julieta o Manon necesitás crear un personaje y actuar, esto es mucho más profundo. En La Duarte, por ejemplo, se contaba una historia, pero de otra manera: por intermedio de los gestos y los pasos de baile se explicaba lo que se quería decir. Acá la actuación es más pura, hasta interviene la palabra.
–Cuando comenzó a participar de este tipo de shows alejados del ballet clásico tradicional, ¿se sintió discriminada o criticada, como si hubiera “desertado” de un puesto de honor?
–No por parte de mis compañeros. Muchos han venido a ver los espectáculos y me han dicho siempre cosas muy lindas. Sé que hubo comentarios del tipo “¿cómo va a hacer esto?”, y después la misma gente que dijo eso, si vio las obras, se dio cuenta de qué tipo de espectáculos se trataba. No todo el mundo tiene la suerte de que monten espectáculos especialmente para ellos, como a mí me pasó con La Cassano..., Cassano dancing y La Duarte. Todas producciones e historias basadas en mí. Hay mucha gente a la que le gustaría haber tenido esa suerte. Yo la tuve.
—Pero hubo una época en que se consideró “proscripta” en el Colón...
–Sí, pero no sólo yo, Julio también. El teatro es una entidad muy especial. Tiene sus problemas y creo que tal vez muchas veces no valora a sus artistas; siempre está fijándose en todo lo que viene de afuera. Pero es nuestro lugar, nuestra casa. Me han llamado para bailar después de hacer La Cassano..., pero en ese momento me trataron como si yo hubiera cambiado de métier.
–Bocca hace rato que viene anunciando que en el 2007 se retira, porque quiere “irse bien”. ¿Pensó usted en ese momento?
–No. El siempre se programó mucho toda su vida. Yo no. A mí, si me preguntaban hace diez años si iba a hacer La Cassano... o si iba a bailar tango como lo estoy haciendo ahora, hubiera dicho que no. La vida se me fue presentando así, me interesaron las propuestas y lo hice.
–¿No nota que con los años es cada vez más difícil mantener el cuerpo en forma para bailar?
–Yo me tomo libertades, licencias en cuanto a las clases. Tengo que agradecer a Dios la capacidad física que me dio, porque he estado un año sin tomar clases de clásico y luego volví a bailar Tchaikovsky pas de deux y Don Quijote. Ahora me siento en forma; volví a trabajar como lo hacía habitualmente en clásico. El año pasado en el Opera hicimos con Julio veinte funciones de Don Quijote: si no estás en forma, no te las bancás. Y me sentí tal vez mejor que antes. En esta profesión, todo depende de la situación física en que estás. Es totalmente entendible lo que le pasa a Julio: yo me tomo esas licencias que me dan respiro, pero él se la pasa haciendo clase, función, clase... y así vive. Llega un momento en que decís basta.
–¿Qué le diría a Bocca? ¿Que no se retire?
–No es lo que le diría. Es lo que le digo: “Julio, vos te retirarás del clásico, pero no vas a poder estar de espectador o de director de la compañía sin estar arriba del escenario”. Algo va a tener que hacer, para seguir dando todo lo que él es al público. Su vida como artista no se acaba en la danza clásica. El es un gran intérprete que va más allá de hacer tantas piruetas. En esta carrera, uno tiene un tiempo de vida útil, que en la mujer es un poco más largo que en el hombre. Yo sé que mis funciones de despedida están próximas, pero del clásico, no de estar arriba del escenario. Porque con las cosas que estoy haciendo puedo seguir estándolo por largo tiempo.
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