HABLA MONICA CAVALLE, LA AUTORA PLAGIADA POR JORGE BUCAY EN “SHIMRITI”
“Sería mejor si admitiera su error”
La escritora española afirma que las aclaraciones de Bucay sobre las similitudes de su libro con La sabiduría recobrada son lo que en su país se llama “echar balones fuera”. “Esto supera largamente eso de ‘retomar ideas’”, dice Cavallé, que desistió de todo recurso legal.
Por Silvina Friera
Cuando alguien le comentó que Shimriti, el best-seller del gurú de la autoayuda Jorge Bucay, le recordaba a La sabiduría recobrada, la filósofa y escritora española Mónica Cavallé ni se molestó en contrastarlo. “Supuse que habría algunas ideas o algún párrafo mío, y no le di mayor importancia”, cuenta en la entrevista con Página/12. Lo que en principio fue un rumor devino en una escandalosa polémica cuando se constató que esa “familiaridad” inicial entre ambos libros era, lisa y llanamente, un plagio: más de 70 páginas, copiadas de forma literal (ver aparte), desmentían el “error involuntario” que esgrimía el psicoterapeuta argentino. Sólo en un puñado de casos los textos de la filósofa española aparecen entrecomillados, aunque Bucay no pone el nombre de la autora sino el de Lao Tsé, Nietzsche o Epícteto. “Todo un honor para mí, pero un disparate cultural”, señala Cavallé. “Si finalmente esto ha trascendido es porque está muy lejos de tratarse de un mero ‘retomar ideas’ de otro, como puede comprobar cualquiera que contraste los dos libros: los hechos objetivos están ahí, y cualquier discusión al respecto carece de sentido.”
–Bucay niega que haya habido plagio y dice que en Shimriti sólo hay “citas no debidamente acreditadas”. ¿Qué opina usted?
–Según mi cómputo, y el de personas cualificadas, las líneas de Shimriti que se corresponden de forma literal, casi literal o, en el menor número de casos, de forma subrepticiamente modificada, pero claramente reconocible, con textos de La sabiduría recobrada, suman el equivalente a más de 70 páginas de Shimriti. “El habla de un error involuntario, y quizá lo sea, pues su autodefensa reciente hace pensar a algunos que tal vez no conozca realmente el contenido de ambos libros. De hecho, carece de sentido hablar de ‘citas no debidamente acreditadas’. Una cita es un párrafo que se distingue del cuerpo del libro. Y mis textos forman parte del cuerpo grueso del libro.”
–¿Cómo “incorpora” Bucay los textos de su autoría?
–En Shimriti, muchas de las ideas de La sabiduría recobrada están simplificadas y sacadas de contexto. Hay, además, notables “descuidos”. Por ejemplo: las únicas veces que entrecomilla mis textos, es decir, que me “cita”, no pone debajo mi nombre sino otros: Lao Tsé, Nisargadatta, Nietzsche o Epícteto. Todo un honor para mí, pero un disparate cultural. En mi libro hay interpretaciones personales de ciertos filósofos, divergentes de las interpretaciones habituales, y algunos términos creados por mí exclusivamente para ese libro; en Shimriti alude a todo ello como si se tratara de cosas archisabidas en el ámbito filosófico. Se percibe que no conoce el terreno en el que se desenvuelve. Parece ser que Bucay ha afirmado que retomó mis ideas del mismo modo que las ha tomado, por ejemplo, de Nietzsche, quien podría, de estar vivo, “haber dicho lo mismo” que yo. No es el caso. Las referencias a Nietzsche de Shimriti no son directas, están hechas a través de mi libro y de mi interpretación personal de dicho autor, a la que se confunde con su pensamiento. Incluso hay párrafos míos entrecomillados como si fueran supuestas citas de Nietzsche. Y lo mismo cabe decir de otros filósofos.
–Con más de 70 páginas copiadas de una forma más o menos literal, ¿por qué no está convencida de iniciar un juicio por plagio contra Bucay?
–No me he adentrado por la vía jurídica porque tras un período largo de asesoramiento asumí que afrontar esta vía desde Madrid, teniendo en cuenta que el asunto compete a muchas editoriales y países, es complejo, costosísimo (la filosofía no da para tanto), y puede durar años. Por otra parte, legalmente no cuenta lo que ha ganado Bucay con el libro sino lo que yo he perdido por él, y esto último, ¿cómo lo demuestro? El proceso puede convertirse en una auténtica ratonera, por lo que en su momento preferí eludirlo. Además, Bucay se comprometió telefónicamente a elaborar un comunicado con su reconocimiento público del hecho. Consideré que este reconocimiento era ya una forma de retribución ante mí y ante sus lectores.
–¿Quedó conforme con la explicación que Bucay publicó en Mente sana?
–Consideré que lo relevante es que admitía que textos de mi libro estaban introducidos en el suyo. Lo demás –un preámbulo más cercano a la promoción que a la disculpa, el dudoso trabajo previo de investigación, lo de la involuntariedad– lo pasé por alto, teniendo en cuenta que lo fundamental estaba dicho. Interpreté su reconocimiento positivamente. No así sus comentarios más recientes, en los que debilita el alcance de su propio comunicado.
–Entre las repercusiones que generó el escándalo, se habló de “envidia” por la fama del psicoterapeuta argentino. ¿Hay una campaña en contra de Bucay en España?
–Bucay ha hablado de una intención premeditada de dañar su prestigio porque, dice, hay quienes están esperando que él caiga para ocupar su espacio. También ha aludido al riesgo que decidió afrontar al volverse un poco más famoso de lo que algunos pueden tolerar. A esto en España lo llamamos “echar balones fuera”. Todo el mundo sabe que hay muchos escritores de éxito, respetados y reconocidos, que no son objeto de sospechas similares. Incluso si hubiera alguien, celoso de su fama, que estuviera utilizando la situación creada a raíz del conocimiento de este hecho para ensañarse con él, el hecho sigue ahí y la envidia no lo explica. Una cosa nada tiene que ver con la otra. Creo que sería todo más sencillo para él si reconociera, sin ambigüedades: “Me equivoqué”. Su credibilidad podría restaurarse. Todos merecemos una segunda oportunidad.
–¿Qué le parece Shimriti como libro?
–Antes de este episodio, sabía de Bucay porque es un autor popular en España, en el ámbito de la autoayuda, pero no había leído ningún libro suyo. Shimriti fue el primero que leí. La impresión que me produjo está condicionada por motivos obvios. Percibí, no obstante, ideas válidas, pero también dispersión, falta de unidad. El libro carece de unidad interna, relativa a las ideas. Su unidad viene dada desde fuera por una débil trama argumental, conclusiones no justificadas, por ejemplo, no se explicita el proceso que las alumbra, y, sobre todo, precipitación. Se nota que habla de un tema que desconoce: la filosofía. Por lo que respecta a la opinión que se tiene de él en España, Bucay tiene admiradores, mayoritariamente entre los lectores de libros de autoayuda, y también detractores, sobre todo entre los especialistas, muchos de los cuales ven en su obra ideas tomadas de aquí y de allá, en un formato que favorece el consumo rápido y superficial.