Martes, 9 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › CUTI Y ROBERTO CARABAJAL, CHACARERAS EN GIRA PERMANENTE
El dúo está presentando el disco El cielo de mi Santiago, en un recorrido que terminará el viernes 19 en el ND Ateneo: “Somos como sastres que hacen trajes a medida. Los poetas componen las letras y nosotros le ponemos el sonido justo”.
Por Cristian Vitale
Chacarera + Santiago del Estero = Carabajal. Puede ser así o invirtiendo los términos como se guste: el resultado siempre será el mismo. No hay, dada la historia, un apellido tan asociado a un género musical y –por extensión– a una provincia como el que legaron Francisco Carabajal y “la abuela” María Luisa Paz cuando, allá por la primera mitad del siglo pasado, se mandaron con una cantidad insólita de hijos: 12. Entre Héctor y Saúl, entonces, una dinastía de pago chico domina numéricamente La Banda y cruza, en su descendencia, situaciones graciosas en las que los sobrinos suelen ser mayores que los tíos, y cosas por el estilo. “Che, está por nacer el tío”, bromea Cuti (Saúl) evocando una situación real: cuando nació, en 1947, ya tenía sobrinos. Roberto, no mayor que él pero casi de la misma generación, es quien lo acompaña hace 20 años en este dúo melódico y un tanto heterodoxo para los cánones tradicionales de la chacarera que ellos mismos llamaron Cuti y Roberto; el menor de los hermanos y uno de los varios hijos del mayor, Héctor.
Cuti se ríe: “Se ha comprobado en el último censo familiar que somos tantos como los días del año: 365. Es porque, imagine, algunos hermanos tuvieron dos o más matrimonios y muchos tuvieron hijos. Y casos como el de Agustín, el séptimo de nosotros, que no sólo le puso música a ‘La Telesita’ sino que era el lobisón de la familia, el ahijado de Agustín Pedro Justo. Fue quien nos puso en el camino de la música, el que nos enseñó a hacer voces: nunca aprendimos, pero él nos enseñaba”. Cuti –el que siempre está, en quechua– podría pasar horas relatando secuencias familiares, pero demasiado tiene con el dúo. Tras 20 años, 20 discos y muchas presentaciones dentro y fuera del país, acaban de editar un disco doble (El cielo de mi Santiago) y les espera un final de gira el 19 de diciembre, en el ND Ateneo (Paraguay 912). Días de agite, que incluyen mojones en Mar del Plata, Catamarca, Tucumán, Santa Fe, Chaco, Córdoba y Santiago. “Las giras nos impiden estar en momentos importantes de la vida: familia, cumpleaños... pero los fines de semana que estamos en casa nos aburrimos, porque esto se nos ha hecho carne adentro”, se sincera el tío.
El cielo de mi Santiago incluye quince canciones nuevas, más ciertas reversiones y un videoclip (Imposible), dirigido por Melina Terribili. “Hacía 30 grados a las 9 de la mañana, a esto se le sumaron las luces, con la cual la temperatura llegaba a los 40. Por eso la cara de Roberto...” El video se filmó en Las Sorias, un caserío distante 20 kilómetros de La Banda –cuna familiar– y demandó tres días de trabajo, sin agua. “Había que buscar una familia que se prestara no solamente a filmarle la casa, sino estar dispuesta a actuar y tener cabras. Lo loco fue que la primera familia que encontramos tenía todo; tuvimos que hacer cinco kilómetros de arena y salimos a un llano verde, no muy típico para la zona”, comenta Terribili. En verdad, Roberto y Cuti llevan 35 años tocando juntos. 20 solos y 15 como parte de Los Carabajal, con Cali –éste sí más grande que el tío– y Mario, ambos hijos de Enrique, el segundo de los hermanos cosecha María Luisa. Pero el tío se les rebeló a los sobrinos y, en 1988, cortó lazos. “Eramos los rebeldes del conjunto, nos cortábamos solos después de las actuaciones.”
–Pero es Peteco quien se presenta como “la oveja negra de la familia”...
Roberto: –Bueno, hay varias ovejas negras. El puede ser una como compositor, hay otros por personalidad. Creo que cada Carabajal tiene componentes como para ser individualizado. En la época que cantábamos con los Carabajal existía esa cosa de ser iguales: camisa, pantalón, zapatos, todo.
–Y Cuti que se pone un aro...
Cuti: –Esa es una. Después, Roberto apareció con moñito, hombreras y bahianos... la gente decía “a la mierda, ¿y éstos qué están haciendo?”. Encima, el representante que teníamos era medio Passarella. Nos hacía cortar el pelo.
Roberto: –Había que respetar un uniforme en todo sentido: en la forma de pararse, en la vestimenta, en el cantar, en la formación tres guitarras un bombo. Todo muy estructurado... ésa era la imagen del folklore.
Cuti: –Por eso nos miraban con cara larga el representante y el resto del grupo. Al final dijimos “hagamos la nuestra”. Arrancamos con dos bahianos, un collar, un pañuelo en la cabeza, un saxofonista que salía a tocar con un piloto negro y se paseaba por todo el escenario. Hasta invitamos al loco lindo de Tancredo. Tocaba el violín esqueleto y pisaba los bafles. Creo que eso le interesó a la juventud. En su momento fue un cambio para el género.
–¿Quedó bien la relación con los “ex”?
Cuti: –Bueno, en esa época se puso un poco difícil porque estaba muy involucrada la familia, e irte del grupo era como desertar de ella. Pero después pasó. Creo que fue para bien de todos. Igual, los Carabajal, más allá del grupo, hemos creado un repertorio nuevo dentro del cancionero folklórico. Cali fue innovador en la forma de tocar la guitarra; Carlos y Agustín transformaron a la chacarera en un estilo más ágil y bailable; generamos el festival del género y el cumpleaños de la abuela que pasó del patio a la calle, y vienen como 5 mil personas a verlo...
Roberto: –Después del Carnaval de Río y el de Oruro, está el cumpleaños de la abuela (risas).
–Una constante en el cancionero que abordan es el amor, casi un monotema. ¿Cuál es la razón?
Cuti: –Bueno, históricamente se le ha cantado en los más variados géneros. En nuestro caso, nos referimos a un amor inocente, sin doble sentido. Un amor más ingenuo. Además, somos como sastres que hacen trajes a medida. Los poetas componen las letras y nosotros les ponemos el sonido justo.
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