Viernes, 9 de octubre de 2009 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA A VICENTICO Y FERNANDO RICCIARDI, DE LOS FABULOSOS CADILLACS
La banda acaba de lanzar un disco con versiones y dos temas nuevos, El arte de la elegancia de LFC. Y el show a beneficio que el sexteto dará el lunes en el Club Ciudad marcará la despedida de Buenos Aires... ¿hasta un nuevo retorno?
Por Roque Casciero
“Nadie nos cree que no pensamos en cómo vamos a seguir”, se ríe Vicentico mientras se estira en el sillón blanco. El cantante y el baterista Fernando Ricciardi, de Los Fabulosos Cadillacs, están sentados justo delante de un enorme cartel que reproduce la tapa del flamante disco El arte de la elegancia de LFC, y no hay motivo para descreer de la buena onda que, dicen, todavía reina en el seno de la banda. El próximo lunes, los Cadillacs se despedirán –vaya uno a saber por cuánto tiempo– de Buenos Aires con un show a beneficio de Cáritas y Fundación Tzedaká (a las 18, en el Club Ciudad), y el 1° de diciembre, en el Auditorio del Distrito Federal mexicano, le dirán adiós al Satánico Pop Tour, la gira que los trajo de vuelta después de un parate de seis años. Después de eso, la incertidumbre, ésa que Vicentico asegura sonriendo que nadie termina de creerles. “Es lindo vivir estos pequeños finales de situaciones y ver qué nos depara el futuro”, suelta Vicentico. “Seguramente vamos a extrañarnos al toque, porque es muy lindo lo que vivimos. Si pasan dos semanas sin tocar, ya tengo muchas ganas de ir a hacer el siguiente show. ¿Cómo no, si sé que voy a tocar en un lugar increíble y que lo que viene después es cagarme de risa de cualquier cosa con los chicos en los camarines?”
–Ahora que está por terminar la gira, ¿cuál fue la clave para que sucediera este reencuentro?
Fernando Ricciardi: –Era algo que iba a darse en algún momento, lo necesitábamos. Como no habíamos tenido un cierre, el reencuentro nos hizo revivir épocas pasadas y nos encontramos de vuelta todos juntos de la mejor manera.
Vicentico: –No hubo una sola cosa. Aparte, como decía Fernando, si hubiéramos hecho una gira de despedida, habría sido muy difícil que volviéramos a tocar por nuestra mentalidad testaruda.
–Claro, si se despiden, se despiden en serio.
V.: –Es así, de verdad, tenemos una cosa medio tosca. Pero nunca tomamos decisiones de esa clase.
F. R.: –Necesitábamos descansar de la vorágine y de nosotros mismos.
V.: –Claro, del personaje que nos llevó a tomar la vorágine de laburar sin parar. La diferencia entre lo que sentíamos en esa época y ahora es abismal, no puedo ni ponerme a pensar cómo sería si fuera como era antes. No me entra en la cabeza cómo nos llevábamos, las cosas que habíamos empezado a pensar en los últimos dos años anteriores al parate...
–¿Por ejemplo?
V.: –No sé, había como un ataque de locura en todos los sentidos. A veces funcionaba bien, porque los discos eran apoteóticos, nos tomábamos dos años para hacerlos y laburábamos canciones de 80 minutos antes de empezar a recortar. Era entretenido en ese aspecto, pero también había una sensación de que estábamos cada cual en la suya.
F. R.: –Reconstruimos ciertos diálogos truncos entre nosotros, cosa que también era parte de esa vorágine. Por momentos se disfrutaba y en otros se sufría, mientras que ahora es todo disfrute.
– Pero, ¿ni una vez se putearon? Vamos, ¡son los Cadillacs!
V.: –¿Entre nosotros? La verdad que no. Tuvimos un aprendizaje súper importante con lo que está fuera de la música. Aprendimos a no alienarnos. Armamos toda la gira pensando en trabajar con comodidad, que es algo que nos merecemos. El rock tiene esa cosa de reviente, de que me la aguanto toda, que es una mierda. Si tenemos la posibilidad de viajar cómodos y tocar espaciadamente, no reventarnos... Eso también nos dio la posibilidad de salir a pasear todos juntos, de ir con nuestras familias a la playa... En esas condiciones, ir al concierto es una felicidad.
–Tocar más espaciado, ¿no les quitó la posibilidad de hacer un disco sólo con canciones nuevas?
V.: –Sí, seguramente, pero ya vendrá algún día. Es obvio que lo próximo que nos va a dar ganas de hacer es un disco de canciones nuevas, pero en este momento sería ponernos una presión al pedo.
–Vicentico, usted dijo que para grabar un disco de nuevas canciones necesitarían dos años, porque eso es lo que les lleva habitualmente. ¿No encontraron una dinámica diferente?
V.: –Un disco se merece un tiempo profundo para el armado y la composición de canciones, cada una tiene que estar hecha con una intensidad y un cariño profundos. Igual, El arte de la elegancia es de versiones, pero estuvimos laburando un rato largo.
–¿Será posible que hagan un disco juntos mientras trabajan en proyectos individuales?
V.: –Ahora que lo menciona, sí, podría ser una posibilidad. Pero lo que ahora es un “sí” después puede ser un “no”.
–Después de la gira no saben cómo seguirá la historia. ¿Están volviendo a dejar la puerta abierta?
V.: –Sí, con la diferencia de que esta vez la sensación es mucho más placentera. Todavía estamos viviendo la felicidad día a día, entonces no nos juntamos a pensar qué vamos a hacer.
F. R.: –Por otro lado, no estamos obligados a nada.
V.: –Claro, antes teníamos la sensación de que estábamos obligados a tocar sin parar, desde adentro y desde afuera. Era un camino equivocado, como decir “no puedo parar de laburar” sin cuestionarse por qué. ¿Por qué tenés que hacerlo? ¿Por la plata, para vivir, por qué...? Eso nos llevó a una alienación total. Ahora es muy diferente: podemos hacer cualquier cosa. Y también sabemos que seis años son un parpadeo, una nada.
–Igual, cuidado con los parpadeos de seis años, porque se acumulan y el cuerpo ya no es el mismo...
V.: –No, claro.
F. R.: –Pero cuando dejamos de tocar todos seguimos haciendo cosas. Esa certeza nos da una tranquilidad para volver, o no, cuando tengamos ganas.
–Vicentico, usted va a retomar su carrera solista enseguida, ya tiene un show programado.
V.: –¿Eh? ¿Dónde?
–En el Pepsi Music, el 8 de noviembre.
V.: –Ah, sí, vamos a ver qué pasa... Roberto (Costa, productor de Time 4 Fun) me propuso hacer algo ahí, pero todavía no sé qué voy a hacer. Dios proveerá (risas).
–Los Cadillacs ya han dejado un legado...
V.: –¡Nos está tratando de viejos!
–En serio, ¿qué es lo más importante del legado de los Cadillacs?
V.: –No sé, tal vez una sensación de alegría triste con cierta profundidad que tiene la banda, que para mí es importante. Es como una profundidad de lo simple y lo popular; es interesante haber encontrado, por medio de canciones, respuestas que podemos compartir con otras personas.
F. R.: –Creo que la música es sana y al estar adentro es difícil imaginarse hasta dónde llega. El fuera de la música es impresionante. No lo digo de una forma pedante, sino porque me parece que es una energía real y verdadera, que tiene mucho valor.
V.: –Lo que dice Fernando es muy claro, pero quisiera ponerle una imagen. A veces estamos en un concierto y le miramos la cara a un tipo en determinada canción, y esa cara se ve repetida en uno mismo, y en miles en 50 países diferentes. Son como momentos de unión de gente que no tiene que ver entre sí. Y la expresión de esa persona es de alegría, pero también es de profundidad y de unión con quien hizo esa canción. Es irrepetible, tiene algo místico que es lindo vivir.
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