Sábado, 4 de diciembre de 2010 | Hoy
MUSICA › SERGIO DAWI PRESENTA SU ESPECTáCULO VIDEOSAXMACHINE
El saxofonista les busca sonidos a las imágenes que se proyectan en una pantalla durante su show, con la ayuda de cantantes invitadas que varían en cada fecha. Se podrá verlo en la Casa Nacional del Bicentenario durante los próximos tres sábados.
Por Juan Martín Bregazzi
“El señor de los vientos” es el apodo del saxofonista Sergio Dawi, y así es como el público de los Redondos lo nombra desde siempre. “El señor de los vientos”, también, era el sobrenombre de Eolo, uno de los tantos hijos –mitad dios, mitad hombre– de Poseidón. Según cuenta el mito griego, Eolo “gobernaba” los vientos con un cetro dorado: los tenía encadenados en un grupo de islas llamadas Eolias, y contaba con la capacidad de estimularlos o apaciguarlos a su antojo. Dawi, por su parte, dominó durante catorce años los vientos del “ritual” ricotero, y ahí es cuando la metáfora mítica se transforma en popular. Su saxo suena en los temas de Un baión para el ojo idiota, Luzbelito y Momo Sampler, entre otros discos. Tras la separación de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, Dawi continúo con DosSaxos2, el proyecto que inició con Damián Nisenson a mediados de los ‘80 en el Parakultural. Cuenta Dawi que allí se fue engendrando lo que luego dieron en llamar “música escénica”: combinaban sonido con una puesta original, improvisaban con sus saxos dando ritmo a lo que ocurría en las pantallas. VideoSaxMachine, el espectáculo que Dawi realizará en la Casa Nacional del Bicentenario, Riobamba 985, los sábados 4, 11 y 18 de diciembre (a las 21), puede considerarse como una continuidad lógica de lo iniciado en aquel dúo.
“Hace ya cinco años que vengo haciendo VideoSaxMachine, pero todos los días se convierte en algo distinto”, afirma Dawi. En un tono amable y reflexivo, relata para Página/12 lo que podrá vivirse en su show, en el que estará acompañado cada fecha por una invitada distinta. Bárbara Togander, Nuria Martínez y Carmen Baliero, junto a él, irán buscándoles sonido a las imágenes que se verán en una gran pantalla. “En muchos casos, la improvisación es una composición efímera, pero una composición al fin. Con los invitados, la idea es ir logrando una comunión y después dejarse llevar por lo que pase. En DosSaxos2 teníamos lo que llamábamos “la táctica del cardumen”: a donde iba uno, el otro lo seguía con su instrumento. Esto nos ayudaba a viajar con la música y a estar bien ensamblados. Invito así a personas con las que tengo ganas de compartir ese momento”. Mientras que la improvisación estará presente en lo musical, lo proyectado no será azaroso, sino que corresponderá a un trabajo de selección de imágenes realizado por el propio Dawi. La idea, plantea, es desestructurar al público, generar en él diversas emociones. Separó el show en doce cuadros, con imágenes que, si bien son disímiles, pueden englobarse en una idea común. La tierra, el agua, el fuego y el aire –como los cuatro elementos que se harán presentes en la pantalla– guiarán al saxofonista y a su instrumento hacia ritmos musicales diferentes... y a veces opuestos.
–¿Qué géneros serán los protagonistas de VideoSaxMachine?
–En el show habrá momentos en donde se podrán escuchar un blues, un funk o música étnica, pero siempre trato de ir por las fronteras de los géneros. Lo mío tiene que ver mucho con la antropofagia brasileña, busco poder alimentarme de distintos estilos y sacar algo que no sea ortodoxo, sino que haya pasado por mi filtro. Creo que es un hábito que tiene que ver con mi formación de chico, pero que después seguí elaborando en mi vida profesional. Incluso en los Redondos yo no era un saxofonista ortodoxo; pintaba, coloreaba. Por eso, creo que todos los géneros que toco están pasados por mi aparato digestivo.
–¿Cuando piensa el show, tiene en cuenta las demandas del público o le da más importancia a lo que quiere expresar en cada proyecto?
–Compongo lo que me sale, sin uso de fórmulas ni nada de eso. Por supuesto que quiero que la gente disfrute y es algo que en general sucede. Lo que pasa es que es una propuesta con más riesgo, más experimental. En este mundo la música tiene que poder ayudar a humanizar a la gente. Nacimos formados más para funcionar que para vivir libremente; estamos estructurados de forma rígida y así respondemos a lo que se nos presenta. Creo que con lo que hago logro pegar ahí, sorprender al público y sacarlo de esa lógica. Utilizo looperas; en vivo hago capas en donde sumo transparencias sonoras y así ilustro las imágenes que previamente elegí. Me convierto y soy esas imágenes.
–En la actualidad, además de VideoSaxMachine, está presentándose con su banda Estrellados. En ambos casos, ¿el público que lo sigue tiene que ver con el de los Redondos?
–En gran parte, sí. Igual, el público ricotero era muy diverso, porque había gente que trabajaba en una fábrica y estaba también el que era hijo de un escribano. Uno podía encontrarse con el que venía de Villa Fiorito o con el que llegaba de Recoleta. El rasgo en común de todo este público es que tiene abierto el corazón, y así me lo demuestra cada día en mis nuevos proyectos. Hay un cariño que me otorga como un permiso en lo que propongo. Entro por otro lado, y es una felicidad tener eso.
–En ese sentido, ¿todavía aparece la pregunta acerca de una vuelta de la banda?
–La pregunta sigue apareciendo, pero ahora es evidente que la vuelta no puede darse. Sería sorprendente si pasara. Fue una experiencia feliz que lamentablemente quedó trunca. Siempre que estuvimos era porque había un bienestar y entonces hasta era necesario estar juntos, pero cuando ese estado se pierde, tampoco hay deseos de volver. Ahora la gente puede escuchar a las partes por separado, lo cual también me parece interesante, aunque creo que era más rica la sumatoria de esas partes. Pero, bueno, la vida es así. Por eso también había una consigna interna dentro de los Redondos, que era vivir cada noche como si fuera la última. En ese sentido me quedo tranquilo, porque todo lo que hice en esos catorce o quince años fue de mucho disfrute, a mucha conciencia y poniendo todo lo que podía poner. Hace dos años estuve de invitado en un show del Indio, en La Plata, y fue como un reencuentro con todo ese público. Estuvo bárbaro. El Indio incluso participó en un tema de mi disco Quijotes al ajillo. Pero en este momento cada uno está en su viaje.
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