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Sábado, 7 de abril de 2012

MUSICA › ENTREVISTA AL MUSICO BRASILEÑO LENINE

“Como Caetano, Gil, Chico o Jobim, yo persigo la belleza”

El compositor, cantante y productor presentará el 25 de abril en Buenos Aires su último CD, Chao, al que define como “el proyecto más íntimo y personal de mi carrera”. Y experimental: en el disco no suenan percusiones ni baterías, pero sí pájaros y cigarras.

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Lo primero que supo cuando se decidió a hacer un disco nuevo, dice Lenine, fue el nombre que tendría: Chao, que en español puede traducirse como tierra, suelo, pero también, en otra acepción, como algún tipo de rumbo, y también de sostén. Supo también que sería un disco especial: no sonarían, en absoluto, percusiones ni baterías. Y supo, enseguida, cuál sería la imagen de tapa para ese disco: aquella foto de familia que le había tomado su esposa, durmiendo una siesta con su nieto, un bebé plácidamente acostado sobre su pecho. El disco en cuestión es un peldaño más en una carrera tan amplia y personal como sin restricciones de géneros y estilos, a cargo de un músico que, aun teniendo la experimentación como guía de su trabajo, ha logrado gran repercusión dentro y fuera de su país. “Es el proyecto más íntimo y personal de mi carrera”, dice Lenine sobre Chao, aunque eso podría haberse dicho también, a su turno, de su disco anterior, el también excelente Labiata.

El músico, compositor, cantante y productor nacido en Recife, y radicado desde los 20 años en Río de Janeiro, vendrá a presentar este disco a Buenos Aires el próximo 25 de abril, en el teatro Gran Rex. Su hijo Bruno Giorgi, músico y productor de Chao, tendrá a su cargo una parte importante para esta fecha: está a cargo de un diseño de sonido especial, surrounding, que Lenine promete para el concierto. “Este trabajo es muy orgánico y quiero reforzar ese concepto con el sonido, para causar una experiencia sensorial diferente. ¡No solamente Roger Waters lo puede hacer!”, se ríe en diálogo con Página/12. Se le apunta que Waters traslada varios containers de equipos para lograrlo, a un costo de varios y varios miles de dólares. “Ok, desde luego que hay escalas. Pero siempre me pregunté por qué hay tantas herramientas de la música que los músicos no usan. Seguro que hay una inversión que hacer para usar esas herramientas, pero es totalmente accesible a una escala como la mía y la de tantos”, se pone serio entonces.

Chao es un disco que, sí, suena “orgánico”, como dice Lenine, si por tal cosa puede entenderse la capacidad de sonar simple y profundo a la vez, directo, con una instrumentación despojada, melodías y arreglos limpios, simplemente bellos. A falta de percusiones y baterías, el rumbo rítmico no es sólo asumido por el bajo: hay también sonidos puntuales que remiten al pulso cotidiano, y que contribuyen a crear atmósferas para cada canción. Esos sonidos pueden ser los de pasos en el suelo, o una respiración, o latidos del corazón, y también los de una motosierra, o un lavarropas, o una tetera hirviendo. O unas cigarras, o un pájaro que Lenine jura que apareció cantando los arreglos de la hermosa “Se não for amor, eu chegue”.

–¿Por qué chao como palabra para partir?

–La palabra tiene una gran importancia en mi trabajo, por su significado y también por sus sonidos. Chao es un monosílabo nasal y onomatopéyico, eso me gusta, y además guarda varios significados. Es la tierra y es también el terruño, el origen, pero en Brasil tiene otras connotaciones más. Puedo decir, por ejemplo, “ahora estoy sin chao”, para indicar que estoy un poco perdido, que no tengo una dirección fija. Chao es todo aquello que queda para recorrer y también lo ya recorrido. Y en algún sentido menos literal, para mí puede ser todo lo que te sustenta. No es casualidad, entonces, que enseguida haya relacionado todo esto con esa foto con mi nieto durmiendo. En aquel momento yo era un chao para él, y él lo es, seguro, para mí.

–¿Y se había peleado con algún baterista últimamente?

–(Risas) ¡Nooo! ¡Nada contra los bateristas y percusionistas, por favor! El deseo de hacer un trabajo sin estos instrumentos tenía que ver con que pensaba que así podía descubrir nuevos caminos para el sonido. Y sí, los descubrí, me siento feliz con esa decisión.

–No suenan percusiones ni baterías, pero sí pájaros y cigarras. ¿De dónde sacó esos bichos?

–La primera canción que fui a grabar fue “Amor é para quien ama”. En ese momento, para nuestra suerte, como una conspiración a favor, la puerta del estudio estaba entreabierta y... ¿qué pasó? Cantó un pájaro, y quedó en la grabación. Cuando lo escuchamos, fue impactante percibir que no era sólo el pío del pájaro: ¡él estaba cantando en el mismo tono! Estaba rehaciendo el arreglo que había hecho yo. Fue tan impactante para mí, para mi hijo Bruno y para Junior Tolstoi, que tuvimos una certeza: tenemos que asumir esto. Y fue ahí que descubrimos que los sonidos de lo cotidiano podrían cumplir la parte rítmica, o mejor dicho crear un ambiente, una base, un sustento. Así se dio ese descubrimiento, por el impacto que nos provocó ese pájaro.

–Es un estudio de grabación particular, si allí se pueden colar pájaros...

–Así es mi estudio... (Risas.) La verdad es que la tecnología digital democratizó los medios de producción, y hoy es muy fácil hacer cualquier cosa en tu casa, si tenés buenas herramientas. Y yo soy curioso, consigo esas herramientas.

Lenine cuenta que vive en Urca, el barrio residencial de la zona sur de Río de Janeiro, famoso por el Pan de Azúcar y por su bondinho, el teleférico que lleva hasta la cima, con tanta identidad propia como para que el músico asegure: “No vivo en Río, vivo en una ciudad a 50 metros de Río”. Se le pregunta si allí tiene su famoso orquideario, ese que inspiró el disco anterior, Labiata (así se llama una variedad de orquídeas). “En este mismo momento estoy hablando con usted desde adentro de mi orquideario –cuenta–. Está en las afueras de Río, en Petrópolis, aquí tengo mi casa de verano, y aquí construí el paraíso de las orquídeas. Tengo la idea de mudarme a vivir aquí dentro de poco... quiero pasar a vivir cerca de mis plantitas.”

–¿Cuán fácil o cuán difícil es hacer el tipo de música que usted hace, tomarse el tiempo para la experimentación, a riesgo de no poder ser clasificable en la industria actual?

–Perdón, pero, ¿qué es industria? Yo creo que ya no podemos hablar de industria en los términos en que la pensábamos antes. Ya no hay industria. Y sin embargo, nunca se consumió tanta música en el mundo como hoy; es una completa paradoja. De todos modos, tengo que decir que para mí nunca fue fácil, ni antes, ni ahora. Nunca tuve el apoyo de una gran grabadora, lo que ocurrió fue que cada vez que producía mis discos, al final del proceso yo se los presentaba a personas que conocía que tenían llegada a esas grabadoras, y así hacíamos trato para que ellos licenciaran o vendieran el disco, dependiendo de los casos. Pero en términos del negocio, para mí nunca hubo buenas condiciones.

–Ahora se supone que serán un poco mejores.

–¡Pero ahora no los quiero más, ya no los necesito! (Risas) Pude ir pavimentando y construyendo mi camino solo. Tengo un sello para lanzar mis trabajos y los de otras personas que considero valiosas, y eventualmente hago un contrato de distribución, como hice ahora con Universal. Creo que toda mi vida ha estado marcada por la experimentación, eso es lo que me interesa: si algo conspirase contra ese proceso exploratorio, de descubrimiento, simplemente no podría trabajar. El disco para mí es un momento de laboratorio, donde puedo mirar todos los campos, experimentar; eso es lo que me gusta y lo que quiero del disco.

–Se suele asociar su nombre al de Caetano Veloso, por su trabajo en música y poesía, y por el éxito que alcanzó a nivel internacional. ¿Cómo toma esa comparación?

–No, es muy diferente. Caetano, Gil, Chico, Milton, todos ellos tuvieron la posibilidad de ser documentados desde el principio de sus carreras. No es mi caso, la vida me sonrió en un momento, pero podría ni haber ocurrido nunca. Eso sí: como Caetano y como Gil, o Chico o Jobim, yo persigo la belleza. Persigo melodías y sonidos bellos, y las palabras tienen una importancia fundamental. Siendo así, sí tengo una pequeña similitud, pero sólo en eso: ellos tienen muchos años de producción y llegaron muy alto. Hoy es muy difícil para cualquiera que se lance como cantautor. Hay que ser muy cabeza dura.

–¿Esa es entonces la clave de su éxito?

–Creo que sí: la curiosidad y la cabeza dura.

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Lenine construyó una carrera alejada de los cánones impuestos por la industria musical.
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