Domingo, 14 de julio de 2013 | Hoy
MUSICA › LEON GIECO TOCO EN EL DIA DE LA CONFRATERNIDAD ARGENTINO-BOLIVIANA
Con Evo Morales entre los asistentes, el cantor de Cañada Rosquín actuó junto a su banda viajera en La Paz, Bolivia. Y en ese contexto cobró más sentido el repaso de clásicos como “Cinco siglos igual”, “Sólo le pido a Dios” y “La memoria”.
Por Cristian Vitale
Puede que el frío de la altura de La Paz esté atentando contra el óptimo estado de una voz. Puede que también lentifique el temple en las manos de los músicos o de los cuerpos del público que espera, o que se desafinen los instrumentos. Pero nada alcanza nivel de excusa. Había que estar en el momento y el lugar indicados. En un momento vital, extendido en la historia, que se remonta al 12 de julio de 1780 y a Chuquisaca: el nacimiento de la flor del Alto Perú, Juana Azurduy, heroína de las luchas por la independencia. Icono de la mujer liberada. En ella hace epicentro León Gieco cuando, promediando el recital que colorea con música el Día de la Confraternidad Argentino-Boliviana, entremezcla su impronta con la de otras mujeres clave. “Voy a hacer un homenaje a la mujer. Por supuesto, para todas las mujeres del mundo. Mujeres de todas las luchas, de todos los países del mundo”, introduce León y, mientras aparecen en pantalla Aimé Painé, Rigoberta Menchú, Amparo Ochoa, Violeta Parra, Janis Joplin, María Elena Walsh y Eva Perón –entre muchas más–, se escucha un puñado de canciones dedicado a ellas: “Como la cigarra”, “Canción de amor para Francisca” y “La memoria”, también en honor a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Primer momento consumado.
Segundo: no podía estar ajeno, con Evo Morales entre los asistentes, otro momento que se imbrica inevitablemente en el primero. Que es efecto y a su vez causa. Que alude al estado de pretendido y contumaz dominio colonial o imperial, que no es lo mismo pero es igual, contra el que aquellos guerreros –y guerreras– del siglo XIX se levantaron: el caso del presidente boliviano y su avión en “cielos europeos”. Sí, lógico, Gieco y su banda viajera habían repasado clásicos de su historia. Habían arrancado, luego de dedicar el concierto a los héroes de octubre, con “El fantasma de Canterville”. Habían proseguido con “El país de la libertad”, “La rata Lali”, “Todos los caballos blancos”, “La mamá de Jimmy”, “Malas condiciones”, “Carito”, “Cachito, el campeón de Corrientes”, “Kilómetro 11”, “La cultura es la sonrisa” y “La guitarra”. Habían encendido un fueguito de amor americano en el repleto microestadio de El Alto, cuando Gieco dio cuenta de Evo. “Gracias por estar entre nosotros, Evo Morales. Es un honor, realmente”, dijo. Y la cosa tomó más color.
“Pongan las banderas en el escenario, mejor”, pidió, luego de la sentida versión de “La memoria” a lo Dylan, y las tres telas, la boliviana, la argentina y la whipala, empezaron a flamear para que hacia allí apuntaran las cámaras de las televisoras públicas de la Argentina y Bolivia, que transmitieron el evento en vivo. Bajo tal impronta simbólica, León dedicó un bloque a sus temas más nuevos (“El desembarco”, “Hoy bailaré”, “El argentinito”), se escudó en su armónica Lee Oskar para ensayar una versión en clave de cumbia acústica de “El ángel de la bicicleta” y llegó a un final que no ahorró en lágrimas, ovaciones y emociones colectivas. Que “De igual a igual”, por caso, suela reavivar inexorablemente la conciencia de liberación americana cada vez que suena, no impidió que esta vez, por las circunstancias sabidas, doblara su apuesta, intensificara su sentido. “Europa no recuerda de los barcos que mandó / Gente herida por la guerra / esta tierra la salvó / Si me pedís que vuelva otra vez donde nací / yo pido que tu empresa se vaya de mi país... y así será de igual a igual”.
Antes del final con “Sólo le pido a Dios”, y con la figura de Evo en el centro de la escena, la América mestiza cayó con todo su peso sobre la realidad bajo otras frases que León pensó como síntesis de su historia. “Libertad sin galope, banderas rotas, soberbia y mentiras / medallas de oro y plata contra esperanza /cinco siglos igual”, resonó en el lugar, y la canción reavivó un pensamiento que sostenían ciertas civilizaciones precolombinas y que no parece, a la luz de los hechos, tan errado: el carácter cíclico de la historia... el pasado que vuelve, una y otra vez, cuando se intenta la libertad.
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