Lunes, 7 de octubre de 2013 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL MúSICO CUBANO ALEXANDER ABREU, QUE SE PRESENTARá EN BUENOS AIRES
El cantante y trompetista es el creador de Havana D’Primera, una de las agrupaciones emblemáticas de la actual música popular cubana. Su misión es hacer bailar a la gente, pero no renuncia a la experimentación sonora, siempre partiendo de las raíces musicales de la isla.
Por Silvina Friera
El Dios del Viento es un cubano sencillo y cordial que canta, suavecito y con la clave. ¿Esa trompeta que habla con tal intensidad que compensa los torpes balbuceos de quienes intentan atrapar algo de esa magia, que estremece los tímpanos y las emociones, de dónde sale? ¿De un loco? Es probable que, como aún dicen por ahí, Alexander Abreu esté un poco loco. A fines de 2007, desde La Habana, materializó un sueño: formar una gran orquesta con los mejores músicos de la isla. Los profetas del de-sánimo no son patrimonio argentino. Cuando Havana D’Primera salió a la palestra en la Casa de la Música de Miramar, cuenta el trompetista y cantante en la entrevista con Página/12, los agoreros de siempre se sacaban chispas. “¿Un trompeta con un micrófono en la mano? Está loco. ¿Quién mantiene a todos esos tipos arriba del escenario? En tres meses, no queda nadie. Caballero: hay tres personas en la matinée, así no va a ganar dinero.” El acuñó una respuesta invariable: “No me importa”. Como buen cubano, siguió p’alante, trabajando, componiendo, cantando: “Será mi música la voz que va flotando en el espacio, repartiendo la esperanza”. Y Haciendo historia, como el título del primer CD. Luego la joven orquesta salió de gira por el mundo y grabó un segundo CD, Pasaporte, que obtuvo el Cubadisco 2013 al mejor álbum de música popular bailable. No quedan más entradas para el primer concierto que darán en Buenos Aires, el próximo sábado, a las 22, en Palacio Alsina. Pero Abreu y sus músicos agregaron una función más para el lunes 14, en Groove.
“El público argentino va a ver una orquesta con mucha energía y con muchos deseos de entregar todo en el escenario. Buenos Aires es uno de los lugares más esperados por mí y por mis músicos –confiesa Abreu–. Tuve la posibilidad de estar allí en el año ’98 y quedé enamorado de la ciudad y de las mujeres. Vamos a dar un concierto que va a quedar en los corazones por mucho tiempo.” Benditos sean los ancestros de este genio musical que nació en Cienfuegos, la tierra de Benny Moré, el 6 de septiembre de 1976. “Mi primer recuerdo es musical y tiene que ver con mi abuelo, el primero que me abrió el camino a todo lo que estoy haciendo ahora, porque me enseñó a tocar la guitarra –cuenta–. Tuve una infancia bien tranquila, con la armonía en la escuela de música combinada con un poco de deporte.” La primera trompeta que tuvo se la compró el padre de Abreu a un vecino, que era músico de las comparsas de los carnavales cienfuegueros. Sin saberlo, puso en sus manos un destino en el caudaloso río de la música cubana.
–Antes de la trompeta, ya cantaba. ¿Qué significa para usted Benny Moré?
–El Benny es el patrón de los músicos cubanos; es la figura que con poco conocimiento de la teoría musical hacía bailar al mundo entero. Para los músicos que seguimos después de él, no hay un cantante con la afinación y el nivel de improvisación que tenía el Benny. Para desgracia de los cubanos, vivió poco. Pero el tiempo que estuvo en acción nos dejó un legado fuerte, una voz única.
“Dicen que recordar es volver a vivir”, escribió en la canción “Resumen de los ’90” –uno de los once temas de Haciendo historia– al mejor estilo Abreu: versos profundos sin frases enrevesadas, casi transparentes. En 1994, partió de Cienfuegos a La Habana para estudiar trompeta en la Escuela Nacional de Arte de esa ciudad que, al principio, le parecía que se lo iba a tragar. Tenía 18 años cuando comenzó a tocar en la orquesta de Paulo FG. “La música va por dentro; nunca me senté a estudiar composición o cómo arreglar una canción. Yo solamente estudié trompeta”, aclara el músico que puso su manera tan original de interpretar la trompeta al servicio de muchos artistas y agrupaciones cubanas a quienes considera amigos, como Mayito Rivera, Adalberto Alvarez, Pedro Calvo, Van Van y la Charanga Habanera, entre otros. Cuando Bill Wolfer, un ex pianista de Stevie Wonder y Michael Jackson, fue a La Habana en 2003 para producir Entre La Habana y el Yuma, el segundo álbum de su proyecto de música cubana Mamborama, trabajó principalmente con Manolito Simonet, del que tomó la sección rítmica. Para los instrumentos de viento se entregó a Abreu, Amaury Pérez y Julio Padrón. Dos años después, el Dios del Viento se va de gira con Mamborama a Italia y, cuando el tour termina, en vez de regresar a La Habana rumbea hacia Dinamarca con Sixto Llorente, “el Indio”, para consagrarse a un nuevo proyecto: el grupo Danson, una mezcolanza entre cubanos y daneses, con el que Abreu grabó el CD Mi música y el tema homónimo –su preferido, el que más quiere– atravesó fronteras. Pero extrañaba las calles de La Habana, el malecón, el ritmo y la gracia de su gente. En 2007 decidió volver y embarcarse en la aventura de crear y dirigir Havana - D’Primera. Nada menos que la trompeta al servicio de muchos artistas y agrupaciones cubanas a quienes considera amigos, como Mayito Rivera, Adalberto Alvarez, Pedro Calvo, Van Van y la Charanga Habanera que literalmente la rompen: soltura y fluidez, madurez inaudita –como si se conocieran de muchas vidas juntos–, una pasión descomunal por lo que hacen, canciones con muy buenas letras, frases que se adhieren a la memoria con una naturalidad asombrosa: “Cuando el río suena es porque piedras trae” (“Cuando el río suena”); “religioso no es aquel que le hace daño a la gente, religioso es el que ayuda y dice verdad de frente” (“Oni, oni”); y esa especie de himno social y político –no exento de polémicas– que es “Carita de pasaporte”: “Y ella dice que la vida se le da bien dura, con los problemas, con la censura, que por eso necesita un pasaporte”.
–¿Qué aprendió de tocar y hacer música en Dinamarca, en Europa, en contacto con otras lenguas y otras músicas?
–Lo más importante fue salir y poder dejar de ser local, en el sentido de abrir el camino y saber que no sólo en Cuba se escucha esta música. Aprendí cómo hacer bailar a un público que no habla mi idioma, pero escucha más salsa que aquí, en La Habana. Y para hacer bailar, tienes que ser exigente con el ritmo. Que se pueda entender, que sea transparente. Aprendí a transmitir la misma alegría y la misma energía a los europeos, y creo que esto ha sido una de las claves del sello de Havana D’Primera.
–Al ser el director y el cantante, toca menos la trompeta, ¿no?
–Al principio, sí. Ahora estoy tocando mucho por todos los CD de música cubana que están saliendo, y muchas personas que llegan de otros países vienen a mi estudio y grabamos. Lo que más hago es tocar la trompeta; estamos preparando un CD de música de concierto con Havana D’Primera, una fusión de jazz y música cubana y otras tendencias, un CD bastante complejo para otro tipo de público un poco más interesado por la parte del jazz, donde el protagonismo lo tiene la trompeta. Yo siempre canté, pero estar al frente de la orquesta, ser la voz, al principio me costaba trabajo y me afectaba mucho. Tenía que descansar para cantar. Pero con el paso de los años y la experiencia, cantar es un poco más fácil.
–En una parte de la canción “Mi música” dice: “Los salseros de mi Cuba se maltratan vendiendo mi música por ahí, a tres kilos y bien barata”. ¿Por qué se maltratan y se venden tan barato?
–El problema es que, a raíz de lo que pasa con el bloqueo en los años ‘90, es muy difícil exportar la música cubana. Gracias a algunos seres divinos del exterior, puedo llegar a países como la Argentina y Chile en donde hay personas que se interesan por nuestra música. El bloqueo entorpece la exportación, entonces dentro de la isla se dificulta el poder vivir de nuestro trabajo. Es cuando aparecen los piratas, que vienen con propuestas de baja calidad, y muchas personas para poder subsistir se ven obligadas a vender su música a precios muy bajos. Con Havana D’Primera, amamos nuestra música y la queremos exportar al mundo con el único propósito de hacer bailar y llevar un poco de nuestra alegría a los demás pueblos hermanos. De la necesidad de comunicarnos con nuestra música sale esa frase. Para un músico es una bendición nacer en Cuba.
–Algunos se molestan mucho ante la palabra salsa, a la que llegan a considerar como una especie de herejía, y dicen que en verdad hay que hablar de son. ¿Qué opina usted?
–Salsa es un término comercial que no sé a quién se le ocurrió, pero alguien se lo puso. Salsa es algo que resulta sabroso, que suena rico, ¿no?; echas unos tomates, unas cebollas y un poco de aceite y tienes una salsa (risas). La polémica es inútil; al fin y al cabo todos saben que las raíces están en Cuba. Yo soy un sonero, lo mío es una mezcla de son y rumba, porque por ahí están mis raíces.
–¿Y qué hace con esas raíces Havana D’Primera? ¿Cómo trabaja la sonoridad y las letras, eso que se suele llamar “la cubanía”?
–Buscamos la manera de fusionar más los géneros y las raíces –la rumba, el son– con el jazz. Queremos mostrar al mundo un poco más de lo que vivimos dentro de la isla. Nuestra identidad pasa por exponer todo lo que un músico tiene dentro de su cabeza con mucha honestidad. Havana D’Primera somos pedacitos de mundos reunidos. El 99,99 por ciento de las letras son mías. Me gusta escribir sobre las cosas que viví o que vivió un amigo, sobre lo cotidiano. Muchas cosas están hechas en la música cubana. Nosotros simplemente vamos a las raíces, rescatamos un poco esos valores y probamos otras formas para darle un poco de “emocionalidad”. Todavía me están desalentando y dicen por ahí que estoy loco. Havana D’Primera es una locura, pero son riesgos que tomamos y estamos defendiendo la orquesta dentro y fuera del país. Y esto me tiene muy contento.
En el segundo CD, Pasaporte, Juan Formell, el director de Van Van, en unas líneas que escribió para la ocasión, revela que “desde la primera vez que tuve la oportunidad de escuchar a Havana D’Primera me vino el alma al cuerpo y fui muy feliz porque además de sentir seguro el futuro de la música popular cubana, la propuesta era tan novedosa que inmediatamente me enamoré de esa agrupación musical”. Formell agrega que en este nuevo proyecto “hay que destacar el buen gusto de todos los temas con textos únicos por la mezcla de las relaciones amorosas con las problemáticas sociales actuales, con coros que sin dejar de ser callejeros llaman a la reflexión”. Los elogios continúan: “Las orquestaciones están a la altura de las más exigentes a nivel mundial”.
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