Domingo, 1 de diciembre de 2013 | Hoy
MUSICA › MARIANELA CUZZANI Y LAURA LEDESMA, Y LA IDEA QUE DESEMBOCó EN VECINA
Tenían las canciones y los instrumentos, pero las agobiaba “el trámite” de impulsar su proyecto. Entonces se propusieron compartir la calle con los vecinos de Colegiales, una ceremonia que terminó generando nuevos encuentros y, ahora, su primer disco.
Por Sergio Sánchez
Después de armar un pequeño repertorio de canciones a dúo, Marianela Cuzzani y Laura Ledesma no sabían cómo hacer para mostrarlas, aceitarlas y construir un público “sin hacer tanto trámite”. Es decir, que ello no implicara afrontar toda la burocracia del circuito musical: buscar fechas, arreglar con los espacios, hacer la difusión y convocar al público. “Salgamos a tocar a la vereda”, fue la solución espontánea y creativa que encontraron ante el entusiasmo por mostrar lo suyo. Desde marzo de 2011, domingo por medio, en formato dupla o banda, Vecina sale a las veredas del barrio de Colegiales para compartir canciones y generar el encuentro entre vecinos de todas las edades. “Al principio, la gente que pasaba no entendía si estábamos filmando algo, si era una invitación para quedarse o algo que íbamos a hacer por única vez”, cuenta Cuzzani. “A medida que empezamos a salir cada quince días, el boca en boca fue creciendo. Y de diez personas en los primeros conciertos pasamos a cien personas en los últimos.” La novedad es que Vecina acaba de publicar Foto de un buen día, un disco debut que evidencia elementos del folklore argentino y latinoamericano. Pero que también admite influencias del rock y el pop anglosajón. La próxima “vereda” será hoy, a las 18, en Gregoria Pérez 3200, gratis y en la calle, como siempre.
Estas chicas que no pasan la gorra cada vez que se presentan llegaron a reunir a 300 vecinos del barrio y a curiosos de otras latitudes en la última “vereda” que hicieron a fin del año pasado. “Viene gente de otros lados pero todos entienden la noción de vecino”, explica Cuzzani. “Vienen con la sillita, el mate y se genera un silencio total. Todos apuestan a la misma idea: que sea algo tranquilo, acotado de tiempo, muy familiar y siempre con mate y bizcochos. Y, claro, llegan con ganas de disfrutar canciones.” Ledesma se apresura a sumar: “La vereda es el escenario más cercano y más fácil que encontramos. Primero fue una solución práctica y después terminó siendo una decisión estética, que tuvo que ver con un concepto que se fue armando en el camino. Que tiene que ver con nuestro nombre, con nuestra identidad como compositoras, como grupo y con el barrio. Fue cobrando un sentido que excedió la expectativa que teníamos al principio, que había sido una cuestión más pragmática”.
Aunque como dúo empezaron y “al dúo volvemos habitualmente”, Vecina se muestra en vivo como un quinteto: en el disco grabaron Ledesma (voz, acordeón, cuatro, jarana y guitarra), Cuzzani (voz, guitarra, jarana, cajón y ukelele), Cecilia Bienatti (piano, acordeón y coros), Javier de Mendonça (contrabajo) y David Fernández (batería, tabla hindú y trompeta). Cuando se las interroga por la banda de sonido de su vida, Ledesma cuenta que de niña en su casa se escuchaba “un montón de tango y Silvio Rodríguez”. Y que de adolescente tuvo “una etapa ricotera” y luego se acercó al folklore argentino, latinoamericano y al jazz. Por su parte, Cu-zzani contó que en su casa no se escuchaba ni folklore ni tango, pero sí The Beatles, Serrat y Sabina. “En la adolescencia estaba en la vereda opuesta de Laura”, dice y se ríe. “Lo mío era la música alternativa: Pearl Jam, Living Colour, The Cure y Depeche Mode”, revela. Todo ese bagaje musical está presente en el ADN de Vecina. “Como folklore no nos definimos nunca. Hacemos canción. No somos ortodoxas para nada, ni con la instrumentación ni con los géneros”, enfatiza Cuzzani. Ledesma cuenta: “Lo que sintetiza tanto la gráfica del disco como las canciones es una mezcla de algo que nos representa: lo urbano, los viajes, los diferentes escenarios y paisajes que nos gustan, como el mar, el campo y la ruta. Nos interesa combinar algo muy interno con el afuera. Y en ese diálogo se alojan nuestras canciones.”
–¿Qué fue lo más extraño o curioso que les pasó en una vereda?
L. L.: –En la última vereda que hicimos el año pasado, además de nosotras, tocó una banda de música brasileña y se armó una súper fiesta. De pronto había un montón de parejas bailando y se armó una clase de baile improvisado. Y se autocortó la calle porque la gente estaba bailando y los autos entendieron que por ahí no podían pasar.
M. C.: –Nosotras no cortamos la calle. Siempre cuidamos que haya espacio para que los autos puedan seguir pasando. Ver que se había generado un corte tan espontáneo y natural fue curioso. No hubo que poner ni un cono. Siempre vamos a calles que no son avenidas, es decir, que no son tan transitadas. Buscamos las calles donde menos gente haya. O sea, al revés del músico que va a Plaza Francia a tocar. La propuesta es otra: ir a un lugar a donde menos molestemos, a estar lo más tranquilos posible. La intención no es tocar con un volumen fuerte que pase por arriba de toda la cuadra.
–¿Y cuál es, entonces?
M. C.: –Nuestra intención es que el que quiera escuchar se quede muy callado y preste mucha atención porque, caso contrario, no va a poder escuchar nada. No queremos invadir al vecino. Queremos que sea lo más amable posible. En definitiva, la novedad de Vecina es el volumen bajo, que no quiere pasar por arriba del volumen de los autos: deja que el ruido del auto pase por encima de la canción.
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