Sábado, 25 de agosto de 2007 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL NIÑO JOSELE, UNO DE LOS GRANDES EXPONENTES DE LA NUEVA GENERACION FLAMENCA
El notable guitarrista nacido en Almería explica cómo hizo para que la música de Bill Evans cobrara nueva vida con una guitarra bien gitana. En Buenos Aires su anfitrión será Andrés Calamaro, quien probablemente lo acompañe como invitado el próximo sábado, en el Teatro Coliseo.
Por Karina Micheletto
“¡¿Qué es esa música tan bonita?!”, dice Fernando Trueba que exclamó Niño Josele la primera vez que escuchó el piano de Bill Evans. Fue Bebo Valdés quien siguió mostrándole al guitarrista de flamenco esa música del asombro. El encuentro de nombres y de hombres terminó en un disco de lo más delicado y poderoso a la vez, donde el joven de Almería, uno de los más expansivos exponentes de la nueva guardia del flamenco, muestra lo que puede hacer partiendo de Bill Evans. Ni una trasposición del piano a la guitarra, ni del jazz al flamenco (si tal cosa fuera posible). Lo que descubre la guitarra de Josele son las posibilidades de hacer volver a sonar clásicos del jazz con una guitarra bien gitana. No sólo eso: lo hizo con algunos de los músicos que acompañaron a Bill Evans (ver aparte). Quien quiera escuchar en vivo cómo suena esa Paz que propone Niño Josele (así se llama el disco) puede ir a verlo el próximo sábado al Teatro Coliseo, en su primera visita a la Argentina.
Uno de los anfitriones más célebres de Niño Josele será su amigo Andrés Calamaro, al parecer, con participación como invitado del show incluida. El guitarrista no ahorra palabras de entusiasmo: “Mi amigo me ha hablao tanto de su tierra, que tengo unas ganas locas de ir pa’ allí”, asegura. “También quiero ver a amigos como Luis Salinas, otro gran maestro admirado. Voy ahora, y luego vuelvo a ir con Paco de Lucía (que estará el 16, 17 y 18 de octubre próximos en el Gran Rex). Y quizá todavía haya una tercera vez, porque con el maestro Andrés tenemos en mente hacer algo juntos...”.
–Ya trabajaron juntos, cada uno como invitado del disco del otro. ¿Qué cosas los unen?
–Lo de Andrelo y yo fue... ¡como un flechazo el destino! Fue así, como se lo digo: el destino nos puso juntos, uno enfrente del otro, ¡mírense, encuéntrense! Fue en un concierto medio surrealista que yo había hecho con “Jerry González - Los piratas del flamenco”. Entre el público estaba Andrés, que había ido a verlo a Jerry, y luego en el camerino yo lo abordé: tú eres Andrés, me gusta tu música. Allí surgió como un flechazo: oye, vamos a vernos mañana, esto, lo otro... Y hasta ahora el tío es mi amigo. Me llamó la atención lo inquieto, lo nervioso que es: siempre a mil, buscando algo nuevo. Así surgió mi participación en El cantante, luego en Tinta roja, y así lo invité a mi disco.
–Decidió abordar a Bill Evans. ¿Por qué esta “carta de amor”, como dice Fernando Trueba?
–Me llegó mucho su lenguaje, es muy claro en melodía y armonía. En realidad, han sido un cúmulo de cosas que iban saliendo poco a poco, circunstancias que, un poco por azar y otro poco por destino, me acercaron a la escena de la música del jazz y la música contemporánea. Lo primero fue la película Calle 54, que para mí fue de veras impactante. Allí me hice muy aficionado a la música del jazz. Luego conocí a Bebo Valdés y a Jerry González, y con él he hecho una estrecha relación de trabajo y de amistad. Luego, de allí surgió Lágrimas negras, el disco de Bebo y Diego el Cigala. Y a través de Bebo, finalmente, lo conocí a Bill Evans.
–Siguió un camino bastante intrincado.
–Es que es la única manera de llegar, cuando las cosas te toman en el momento justo. La vida te pone situaciones que hay que saber encarar con fuerza y energía, y cada cosa llega en su momento. A mí Bill Evans me llegó a través de otro pianista, Bebo, por él me he hecho aficionado a su música. Luego, como Fernando Trueba tiene tantas cosas en la cabeza, apareció esta idea que para mí era una locura, de hacer lo de Bill Evans. Y yo he estado medio loco también, porque me he decidido a seguir las locuras de Fernando. Los invitados que participaron, el repertorio, todo fue idea suya. Es decir, me dio a elegir lo que yo sentía que podía hacer y me gustaba, me encontré muy libre para hacer el proyecto. Yo iba tranquilo, sabiendo que él es un gran conocedor de toda la música, tanto del jazz como del latin o la bossa nova. Pero cuando me comentó la idea de tocar con los músicos originales de Bill Evans, ya fue demasiao... Me dio un poco de vergüenza: ¿cómo iba yo a poner la música grabando con ellos, viniendo de otro lugar completamente diferente? ¿Cómo lo tomarían?
–¿Y cómo lo tomaron?
–Espléndidamente, me sentí muy a gusto, como pez en el agua. Me mostré como lo que soy: alguien que desconoce el lenguaje, pero tiene ganas de aprender y está lleno de inquietudes. Fue muy gracioso porque en un principio no nos entendíamos mucho: no sólo manejábamos lenguajes musicales distintos, ¡también hablamos distintas lenguas! Así que todo estaba en mi contra. Lo que verdaderamente me ayudó fue que vieron que yo lo hacía en verdad de corazón, y lo sentía de esa forma. Escuché muchas versiones de cada tema, y así me fui dando cuenta, poco a poco, de qué cosas se repetían como estructuras jazzísticas y cuáles no, eran libres. Lo hice solo, porque preguntarles a otros es una locura: ¡cada uno dice una cosa distinta!
–Así que tuvo que ponerse a estudiar.
–Claro, hay cosas que no se pueden aprender preguntando, sería una locura, porque cada músico ve a la música de una manera y le otorga su propio sentido. Fue muy gracioso, por ejemplo, en “The peacocks”, un tema muy bonito donde toca (el saxofonista) Joe Lovano, él lo ha tocado muchas veces y cada vez que lo hace te rompe el alma. Bueno, a él le llamó la atención mi estructura, con mis silencios y mis codas, yo la puse en un tono de guitarra más flamenco, de taranto, pero la estructura que hacía era de piano. “¡¿Pero qué está pasando?! –decía Lovato–. ¡Esto está muy bien, esto es música!” Que un maestro como él te diga eso es maravilloso. O que Marc Johnson te diga que si Bill Evans estuviera vivo aprobaría lo que haces, es algo lindo... Para mí fue algo inesperado, porque ya sabemos que los músicos son gente muy rara, ¿verdad? Ellos se han dado cuenta de que fue hecho de corazón, y humildemente, desde el respeto y la admiración por la música de Bill Evans.
–¿Y cómo fue trabajando los temas para pasar del piano a la guitarra?
–Yo he aprendido mucho del cante flamenco: cuando tú tocas una faceta, o un cantaor está cantando, siempre es muy importante la melodía; eso tenía en común al partir, la melodía. Y luego yo soy una persona muy inquieta, me gusta experimentar con la armonía. No fue nada difícil para mí llevar la tradición del piano a la guitarra; cuando te dejas llevar por el corazón y la sensibilidad, se hace fácil. Simplemente tienes que dejar que fluya la música.
–¿Cuál fue la influencia del trabajo en producción de Fernando Trueba y Javier Limón? ¿Qué aportaron ellos y en qué no los dejó meterse?
–Hombre, Fernando me ha cortado mucho la ilusión y las ganas de tirar pa’ lante, porque había días en que me levantaba por la mañana y veía que no podía, que era demasiado difícil pa’ mí. Me venía abajo, me ponía triste. Hasta que aquél levantaba el teléfono: “Hombre, ¿qué te pasa? ¡Venga, tranquilo, que la semana que viene grabamos!”. Como productores, ellos respetan mis decisiones y ni medio problema, es todo tan absolutamente de buen rollo que da placer. Trabajar con gente de tu agrado es un regalo.
–O sea que Trueba también trabajó de psicólogo.
–Bueno, ánimos siempre necesitamos todos. ¿Quién no se levanta triste y necesita a alguien que esté a su lado para decirle: “tío, mira qué bonita es la vida”. En ese sentido, Fernando es una persona muy pa’ arriba.
–¿Cuál cree que es la fuerza del flamenco, por qué seduce tanto en todo el mundo?
–Creo que es la misma fuerza del tango argentino, que hoy vuelve locos a todos en todo el mundo. Son músicas que tienen historia, raíz, verdad. A la gente le llama la atención eso.
–¿Y en su caso le llegó por herencia de familia?
–Bueno, no podría no haberlo escuchado, aun queriendo, llevo escuchando flamenco desde que tengo uso de razón. En mi casa siempre se ha cantao, bailao... En todo mi barrio... Lo más bonito que recuerdo de mi infancia es cuando llegaban los pescadores al puerto, bajaban cajas de pescado, tú ibas allí con una bolsita a que te echaran pescao a eso de las 6, 8 de la mañana, y a las 8 de la noche, venga, seguimos la fiesta. Viví allí hasta los 17, 18 años. Ahora vivo en Madrid, pero mi familia sigue viviendo en Almería y la tierra siempre tira. Siempre que puedo, me tiro pa’ allá.
–En todo el mundo el flamenco se extendió, ahora ligado al pop. ¿Qué opina de esa mezcla?
–Pienso que cuando se mezcla una música, en este caso con el flamenco, si está bien hecha, si se sabe de dónde viene, cuál es su raíz, y si se hace con respeto, siempre es algo bueno. Yo soy partidario de las mezclas. El flamenco ahora mismo está en un nivel muy bueno, sobre todo guitarrísticamente, se está tocando muy bien, hay mucha información y grandes maestros que por suerte siguen vivos, como Enrique Morente, que están haciendo una gran labor. Por el otro lado, tienes gente como Alejandro Sanz, que es un gran amigo y yo admiro mucho. Porque si alguien puede llevar un flamenco a un sitio donde haya 40 mil personas, es bueno pa’l flamenco. Y si esa persona se sienta ante su público y les muestra una bulería, yo me quito el sombrero.
–Bebo Valdés y Diego el Cigala hicieron conocer el flamenco en el mundo por otras vías, en un trabajo en el que usted también participó como invitado. ¿Qué aprendió con Lágrimas negras?
–Ahí me di cuenta de lo que es una música de raíz. Bebo tocaba su música tradicional, y a lo mejor me sonaba muy parecido a algo más cercano a mí, a una bulería, por ejemplo. Pero él tocaba a su ritmo y nosotros tocábamos al nuestro, y cuando Diego hacía un cante flamenco, yo lo acompañaba como tradicionalmente se hace. Cada uno hacía su música, y ya. Esa es la verdadera fusión. Ahí me di cuenta de que no es tanto misterio: sólo se trata de hacer tu música. Yo no podría ponerme a tocar cubano, porque no me he criado en Cuba, así de simple.
–O sea que no hay nada que inventar.
–O sea. Pero sí hay mucho que aprender. “Si sabes quién es tu madre, llegas a tu casa”, dice un dicho del flamenco. Esa es una verdad tremenda.
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