Sábado, 18 de agosto de 2007 | Hoy
LITERATURA › CICLO DE CHARLAS “TALANDO ARBOLES”
Fabián Lebenglik y Valeria Castro, editores de Adriana Hidalgo y Entropía, respectivamente, debatieron junto con el escritor Juan José Becerra sobre el tema “Editoriales grandes y chicas”.
Por Silvina Friera
Como una flor en el desierto. Así surgió, en 1999, la editorial Adriana Hidalgo, en un contexto en el que imperaba una retracción absoluta de la edición argentina, todas las editoriales eran vendidas a grandes grupos y las decisiones editoriales, en general, eran tomadas en el exterior. “Muchos autores que admiramos empezaron a publicar en las editoriales independientes con los que tomábamos las decisiones”, señaló el editor Fabián Lebenglik en la Boutique del Libro, en el ciclo de charlas Talando árboles, organizado por esa librería y por Interzona editora, con editores, libreros, escritores y periodistas. En la primera charla, “Editoriales grandes y chicas”, coordinada por Gabriela Adamo, participaron, además de Lebenglik, el escritor Juan José Becerra y la editora de Entropía, Valeria Castro. Muchos lamentaron al “ausente con aviso”: el editor Alberto Díaz de Emecé (Planeta), “un modelo de editor –opinó Lebenglik–. Dentro de las limitaciones que supone trabajar en una gran empresa, es un editor independiente, con buenos gustos y una historia interesante”.
El catálogo de Adriana Hidalgo, según contó Lebenglik, trata de ser un conjunto equilibrado en la relación escritores argentinos y traducidos. “Cuando la editorial adquiere derechos para traducir, los adquirimos para toda la lengua española. Nuestra ambición es estar en toda América latina y en España con nuestras traducciones, que son muy valoradas”, explicó el editor de Adriana Hidalgo, sello independiente que ha publicados más de 170 libros. “Cuando nos gusta un libro, sea poesía, cuentos, ensayo, novela, teatro, filosofía, lo publicamos”, aclaró el editor. Basta con repasar los autores que conviven en el catálogo: la poeta Diana Bellessi y Juana Bignozzi, el poeta Arnaldo Calveyra, Leónidas Lamborghini y Daniel Samoilovich, el filósofo italiano Giorgo Agamben, y un puñado de narradores y ensayistas: Hebe Uhart, Harold Bloom, Germán García, Jorge Fondebrider, Juan José Hernández y Martín Kohan, entre otros.
Castro, en cambio, subrayó que Entropía comenzó a publicar ficción en 2004, después de la crisis, en un escenario con mayor optimismo respecto del futuro de la edición en el país. “Pero igual fuimos kamikazes porque publicamos dos novelas de autores desconocidos”, admitió. Después de ese bautismo atípico con las novelas Semana, de Sebastián Martínez Daniell, e Hidrografía doméstica, de Gonzalo Castro, la editorial recibió la propuesta de publicar las cartas inéditas de Puig, Querida familia. “Fue un salto enorme porque llegamos a la librería Yenny, que nos fue abriendo muchas puertas”, aclaró Castro. Antes de ese gran salto, Castro se encargaba de la distribución de los libros; en una mochila llevaba los ejemplares librería por librería. Si cada editorial va adquiriendo un perfil, una identidad, Entropía se caracteriza por publicar escritores nuevos, primeras novelas y primeros libros de cuentos.
Becerra rechazó la idea de que habría un ascenso entre publicar en una editorial pequeña y una multinacional. Su primera novela, Santo, la publicó en Beatriz Viterbo; la segunda, Atlántida, en Norma; y la última, Miles de años, en Emecé, del grupo Planeta, “que es como la Coca-Cola de las editoriales”, según el escritor. “Las editoriales pequeñas son estilistas de la pesca”, las definió Becerra. El autor de Miles de años contó que una vez estaba con su hijo, comprando en un supermercado, y descubrió que uno de sus libros se vendía a 9,90 pesos. “Me sentí un autor popular al lado del kilo de peceto”, bromeó el escritor. “La necesidad de las grandes editoriales de renovar la oferta de libros favorece a los escritores que empiezan a publicar”, aseguró. ¿Qué pasó que no somos leídos en el exterior?, preguntó el librero de la Boutique, Fernando Pérez Morales. “La literatura argentina está formada por una comunidad de escritores que se retoba y aparta del gusto literario de España”, respondió Becerra, que calificó de “nueva calamidad” a los agentes literarios: “No tenemos que escribir ni para los agentes ni para el mercado”.
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