Miércoles, 9 de abril de 2008 | Hoy
LITERATURA › UN JUGOSO ENCUENTRO CON ESCRITORES EN EL REINAUGURADO CAFé DE LA SEA
Mario Goloboff, Martín Kohan, Florencia Abbate y Juan Terranova pusieron el cuerpo para una charla que superó las expectativas.
Por Silvina Friera
El encuentro superó las expectativas. La narrativa actual, una mirada de autor reunió a los escritores Martín Kohan, Florencia Abbate y Juan Terranova, coordinados por Mario Goloboff, en la reinauguración del café de la SEA (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina), espacio pensado para el encuentro, el intercambio y la reflexión. Se plantearon prólogos de polémicas, que acaso continuarán en otros ámbitos, sobre la relación diferencial con el lenguaje en contraposición con la instrumental, sobre el valor literario de historias imperfectas, y hasta sobre los best sellers –con cachetazo para Andahazi incluido–, un mundo muy negado por los escritores argentinos, entre otras cuestiones. “Las ventas no son un parámetro para juzgar la calidad literaria. Es un buen momento de la literatura argentina, aun cuando nuestras ediciones vendan dos mil libros”, arrancó Abbate. “Me interesan las historias que suceden ahora, veo el presente como un capital fundamental para el escritor”, dijo Terranova. Kohan subrayó que la crítica mejoró sus reflejos, “ganó autonomía respecto de las políticas publicitarias de las editoriales”, y los libros que no formaban parte del aparato de difusión comenzaron a tener su lugar. “Empezamos a abrir los ojos para advertir qué se publicaba en Beatriz Viterbo, Simurg, Interzona, Adriana Hidalgo o El cuenco de Plata; los buenos textos estaban circulando y si uno se perdía eso, se perdía buena parte de la literatura que vale la pena”, agregó el autor de Ciencias Morales.
Goloboff quiso saber si existen tendencias literarias. La autora de El grito respondió que todo se descentralizó. “En los ’80 existían grupos que convertían la pugna por el espacio en una discusión estética, por ejemplo Planeta y Babel, pero ahora hay mucha libertad creativa y los escritores no se alinean en una estética. Creo que al perderse referentes tan fuertes como fueron Borges y Arlt, nuestra formación es más ecléctica, es más difícil establecer líneas.” Kohan, contrariamente, subrayó que hay estéticas definidas. “Lo que pasa es que después de Babel no hicimos ese gesto de autodefinición o proclamas estéticas, lo que no quiere decir que no haya estéticas o no se las pueda percibir en los textos”, aclaró. “Pero también hay dificultades para plantear debates. La mala leche ocupó el lugar de las ideas, y eso complicó la posibilidad de discutir estéticas.”
Cuando Kohan explicitó sus preferencias, escritores que al leerlos “me transmiten la idea de que tienen algún tipo de relación diferencial con el lenguaje”, afloraron las diferencias “estéticas”. Terranova le preguntó qué texto no plantearía esa relación diferencial con el lenguaje. “Hay textos que, aun siendo literarios, tienen una relación instrumental con el lenguaje, sin la más mínima sensibilidad con la herramienta que están usando”, argumentó Kohan, que mencionó a un puñado de escritores como Oliverio Coelho, Hernán Arias, Gonzalo Castro, Iosi Havilio, Ricardo Romero y Germán Coiro, por ese plus diferencial con el lenguaje.
Terranova: –Yo no estoy de acuerdo con que habría dos usos del lenguaje. Todos los escritores, incluso los más picapiedras, hacen un uso diferencial del lenguaje al narrar. Pero entiendo lo que decís; lo que hace Cucurto estaría enfrentado a ese uso del lenguaje del que hablás.
Kohan: –No; me tocó hacer una crítica de Cucurto cuando no se había escrito nada sobre él. La primera novela, Cosa de negros, sobre todo Noches vacías, tiene algo diferencial con el lenguaje.
Aunque compiló una antología de cuentos sobre barrios, Buenos Aires/ Escala 1:1, para Entropía, el autor de El caníbal admitió que no se siente cercano al gusto literario de esa editorial. “Tiene tendencia a publicar una literatura aburrida y ligeramente onanista. No sé cómo se leen mis libros, pero yo estaría más del otro lado”, se posicionó Terranova.
Kohan: –Estoy en desacuerdo con tu objeción al onanismo. Un problema social en la Argentina es que la gente no se hace bien la paja (risas).
Terranova: –Es muy probable, y no hace bien otras cosas relacionadas con esa zona del cuerpo.
Kohan: –El onanismo es una práctica sexual respetable.
Terranova: –Pero en literatura es medio complicado...
Kohan: –No sé, se parecen mucho...
Terranova: –Depende qué leés.
Kohan observó que su caracterización y la de Terranova no están alejadas, aunque difieran en las preferencias. “Hay novelas que dan la impresión de que el autor eligió la primera palabra que le vino a la cabeza. Hay escritores que tienen el don y eligen la palabra que hay que elegir”, contrastó. “Me gusta literariamente lo que leo en algunos diarios, me descubro disfrutando de una narración altamente imperfecta que me genera placer estético”, señaló Terranova. “Estoy hablando del Crónica que se vende en Retiro, hay uno que se llama Exito que siempre tiene un fiambre en la tapa”, ejemplificó.
Kohan: –Yo prefiero a Saer, no lo tomes a mal (risas).
Abbate terció afirmando que entiende por qué Kohan reivindica el lugar del lenguaje. “Si tenemos qué decir cuál es el argumento de una de las mejores novelas de Saer como Glosa, es de dos tipos que caminan 21 cuadras y charlan, y todo lo que se cuenta es esa caminata. Yo me saco el sombrero ante un escritor que puede sostener la atención de su lector con dos tipos que, a lo largo de 300 páginas, están caminando.”
Abbate cuestionó El código Da Vinci por la superficialidad del lenguaje. Terranova lamentó no haberlo leído, pero admitió que estuvo frecuentando otros best-sellers. “Ese mundo es negado por los escritores argentinos. Dentro de lo que rápidamente impugnamos como best-sellerismo se juegan un montón de cosas. Stephen King es uno de los escritores que más dinero hizo vendiendo libros, pero ahora muestra una faceta de escritor ‘más serio’.” Abbate reconoció que hay buenos libros de King, “pero que tiene otros donde no hay nada más que la receta”. Y propuso pensar “cuál es el lugar que ocupa la lectura en la vida de las masas que hace que la gente pueda prestarles atención a esos libros y a nada un poco más complejo”. La escritora arriesgó una definición de lo que sería instrumental. “Hay libros que se notan que fueron escritos para vender, eso es instrumental porque la finalidad no tiene que ver con el arte. Me tocó leer varios de Federico Andahazi”, confesó. “El príncipe es un libro instrumental que no tiene mayores méritos literarios. De ese tipo de libros me siento en la vereda opuesta. De los escritores que tienen una estética diferente como Coelho o Terranova, me siento cerca porque como yo tratan de desarrollar una obra en un contexto donde el arte tiene un lugar limitado.”
Los tres escritores, egresados de la carrera de Letras de la UBA, rechazaron el lenguaje de la crítica que se está escribiendo en la facultad de Filosofía y Letras, que Terranova definió como un “rancho medio posmoderno, una Facultad de masas agauchada”. “El camino académico no me interesa como escritora”, comentó Abbate. Kohan revindicó su tarea como docente de Teoría Literaria. “Antes había una compensación simbólica por el hecho de ser docente de la UBA, pero ahora, cuando te señalan con el ‘¿fuiste a Puán?’, recogés un desprecio y resentimientos incomprensibles. Yo padezco que se nos llame el cotolengo”, concluyó Kohan, en alusión a Fogwill.
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