Martes, 19 de marzo de 2013 | Hoy
PLASTICA › MúLTIPLES HOMENAJES EN SAN PABLO A LA BRASILEñA TOMIE OHTAKE
La reconocida artista brasileña de origen japonés cumple cien años vitales en plena producción. La ciudad de San Pablo lo festeja con varias exposiciones a lo largo de 2013, una de las cuales presenta su obra del último año.
Por Renata Martins *
Cuando se está partiendo o llegando al Aeropuerto Internacional de Guarulhos en San Pablo, un viajero atento al paisaje observa, en medio de la extensión de césped próxima al estacionamiento, una enorme escultura en forma circular. Esa circunferencia colosal tiene la capacidad de seducir no sólo por su impactante proporción sino también por su vívido color rojo y por el formato envolvente, que traspasa sus dimensiones espaciales como un cuerpo celular informe en pleno movimiento. Esta podría ser la primera experiencia de un observador con la obra de la pintora y escultora nipona–brasileña Tomie Ohtake (Kioto, 1913). Más allá de que en otros varios espacios públicos de San Pablo (como la Ciudad Universitaria, el subte y avenidas) las esculturas de la artista complementan naturalmente el paisaje urbano, mezclándose con la topografía de la ciudad y con la cotidianidad de sus habitantes.
En este año en que se conmemora el centenario de Tomie Ohtake (setenta y siete de los cuales ha vivido en Brasil), fueron planeadas tres exposiciones por el instituto paulista que lleva su nombre, para ofrecer al público un panorama significativo de la vasta producción, durante las últimas seis décadas, de una artista que hoy continúa activa en sus investigaciones y quehaceres artísticos. La primera de esas muestras, Correspondencias, se inauguró el mes pasado –y aún sigue en exposición– con curaduría de Agnaldo Farias (curador general de la penúltima Bienal de San Pablo) y Paulo Miyada. En esta muestra se presentan relaciones de aproximación y contraposición entre la obra de Ohtake –desde 1953 hasta 2013–, con las obras de más de cincuenta artistas contemporáneos, a partir del campo de intereses comunes del trabajo pictórico, como el color, el gesto y la textura. Ambos curadores resaltan que el abstraccionismo de las exactas formas curvilíneas de sus primeras telas de la década del ’50 culminan con círculos completos y en espiral, formas recurrentes en las últimas décadas de su producción.
Los visitantes se encuentran entonces ante imágenes que, según se varíe la distancia o proximidad con las telas de Ohtake, permiten descubrir a cada mirada nuevas formas, temas y sensaciones inesperadas. Junto a sus trabajos se despliegan las obras “correspondientes” de los artistas invitados, que buscan atravesar el límite constructivo de las formas circulares y proporcionar al observador una experiencia sensorial que exceda la ocupación física delimitada por la obra en sí. Un ejemplo de esta “correspondencia” se puede ver en la obra del artista conceptual Cildo Meireles (Río de Janeiro, 1948) Epuras Absurdas 2A y 2B (pintura sobre tela, 1991).
También se observa en esta exhibición que, una vez que la forma del círculo es delimitada, el color y la textura pasan a tener un papel decisivo tanto en las obras de la artista homenajeada cuanto en las de los artistas invitados a la exposición. Más allá de que utilicen técnicas distintas, ellos comparten un mismo proceso artístico común que, según Farias y Miyada, encuentran soluciones imprevistas para cuestiones tradicionales, a través de tres aspectos básicos: el gesto, el color y la materia, con lo cual aproximan y urden una notoria coherencia entre las obras presentadas.
Si para Ohtake el color es explorado en su máximo potencial por medio de la textura (diversas capas de acrílico superpuestas) y la materialidad de la imagen, esto se verifica correspondientemente, por ejemplo, en la instalación Ala de Carmela Gross (San Pablo, 1946). Aquí, la exploración espacial a través de la materia posibilita la actualización del significado de “ala” por medio de su nuevo significante: un pedazo de hierro articulado, sobre el cual se apoya un prolijo semicírculo de tejido embebido en betún. Con eso se verifica la inversión de papeles que Gross propone entre el sujeto observador y el objeto observado, pues con su instalación el observador tiene la función central de descifrar la nueva forma propuesta para el objeto exhibido.
Simultáneamente, otra muestra inaugurada en la Galería Nara Roesler de esta ciudad presenta una veintena de obras recientes de Tomie Ohtake, con curaduría de Agnaldo Farias. Se trata de pinturas y esculturas realizadas por la artista durante 2011 y 2012, que se exhiben individualmente y también en series inéditas de pinturas monocromáticas.
Las obras inéditas expuestas en la galería transmiten al espectador una impactante energía creativa, con una potencia capaz de atraerlo hacia sus pinceladas calculadamente casuales. Puede notarse así que la investigación, el rigor y la búsqueda persistente de Ohtake por el gesto, el color y la materia siguen presentes en la composición técnica de sus últimas obras. Aquí hay tres conjuntos de telas, cada uno enfocado en un único color (amarillo, azul y verde), que demuestran el aliento de la artista por reinventarse a través de la profundidad y la luminosidad que sus gestos son capaces de realizar.
La invitación que Tomie Ohtake hace al espectador es para que dialogue con las imágenes que percibe entre las pinceladas yuxta y sobrepuestas unas a otras. Nuevos planos, capas, formatos variados emergen de la tela que, como dice Farias, “forman triángulos, círculos, arcos, elipses, cuadrados, rombos, pentágonos, otros cuadrados, planos que cruzan diagonalmente las telas partiéndola en dos”, pero que también son capaces de seducir al observador con sus ondas tridimensionales y sus orgánicas selvas cromáticas en gradual tensión. Ese mismo dinamismo cinético se encuentra en las esculturas expuestas, basadas en líneas curvas blancas que ocupan el espacio de la galería de manera delicada al mismo tiempo que imponente.
A lo largo de su productiva trayectoria, Ohtake revela su compromiso con una meticulosa búsqueda sobre las propiedades cromáticas de la veladura, la transparencia, la opacidad, la irradiación, la retracción y las relaciones de movimiento, reposo, equilibrio y tensión que supone el uso escultórico de la línea. Con sus pinceladas sutiles, la artista delimita el uso espacial de sus telas, pero al mismo tiempo las utiliza como metáforas “por venir” para la lectura abierta de la mirada del espectador.
En los meses de agosto y noviembre, el Instituto Tomie Ohtake albergará otras dos exposiciones conmemorativas del centenario de la artista y lanzará un libro sobre su obra en los espacios públicos.
* Licenciada, profesora y master por la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Pablo (USP).
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