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Miércoles, 13 de enero de 2010

DISCOS › YO SOY RAMSéS, DE JOSé ALBERTO IGLESIAS, TANGUITO

Los relatos de un náufrago

Las grabaciones incluidas en este CD fueron hechas en 1967 y permiten “redescubrir” a un artista afectado por su propio mito. Urgencia juvenil y espíritu rockero se manifiestan en un puñado de canciones inéditas, alimentadas sólo por la voz y la guitarra de Tanguito.

 Por Fernando D´addario

Hubo un Tanguito mítico, alimentado sobre la base de sus excesos, su muerte trágica y su casi nula historia musical. Hubo también un Tanguito reconstruido a partir de una rigurosa investigación periodística (el libro de Víctor Pintos Tanguito, la verdadera historia, de 1993); pero el aporte fundamental a esa especie de “nada” que quedó de su legado fue la película Tango feroz, responsable de la efímera asociación de su figura con los códigos de una estudiantina poco feliz.

Pero ahora, a partir de la publicación de Yo soy Ramsés, puede decirse que “hay” un Tanguito que justifica artísticamente aquellas aproximaciones.

La edición independiente de Kelito Records, que desconoce el apodo más famoso del músico y rescata sus nombres auténticos (el del DNI: José Alberto Iglesias; el que reivindicaba como verdadero seudónimo: Ramsés), incluye 12 canciones registradas en octubre de 1967 en los Estudios TNT. La referencia temporal es, en este caso, ilustrativa, porque ayuda a desmontar los juicios y prejuicios edificados alrededor de la estatura artística de Tango (perdón, Iglesias). Hasta el momento, la única referencia sonora que existía de su voz era el disco póstumo Tango, un rejuntado de grabaciones registradas entre 1969 y 1970. Era un Tanguito en decadencia, apagado, sin concepto artístico. Una declinación puesta aún más en evidencia cuando se la compara con la vitalidad que destila el CD recién editado.

Al escuchar varias de estas canciones, no queda más remedio que pedirles disculpas a aquellos “cueveros” reivindicadores de su instinto artístico. Tango muestra aquí algo que en 1967 era difícil de aprehender en una grabación: espíritu rockero, materializado en modulaciones y articulaciones del lenguaje que se despegaban de los registros convencionales de su tiempo. En estas tomas crudas –la voz de Tango y su guitarra áspera son las únicas herramientas utilizadas en esta grabación– puede intuirse de manera radical, buena parte de la ideología de sus compañeros de generación rockera.

Hay en Yo soy Ramsés unos pocos temas conocidos más allá del ghetto de “los que estuvieron ahí”, los coleccionistas y los melómanos: apenas el clásico “Amor de primavera” y la versión minimalista de “Yo no pretendo (esto va para atrás)” compuesta por Moris y grabada en su disco 30’ de vida. El resto entra en el marco (y al mismo tiempo lo excede) del rescate antropológico. Habrá quien se sorprenda con la visceralidad de “El hombre restante” (con letra de Javier Martínez que, a tono con la época, planteaba un escenario de supervivencia posapocalíptica); estará el que especule con las posibilidades frustradas de un hit en potencia (“No vuelvas”). Otros se quedarán con los manifiestos antibélicos de canciones como “Vociferando” y “Lo inhumano”, o con la descripción, en clave existencial, de “La historia de un muchacho (Billy el náufrago)”. ¿Qué hubiese pasado con estos temas de haber contado con un productor? La tentación contrafáctica no conduce a nada: tal vez hubiesen ganado solidez, quizás hubieran perdido encanto.

Lo que queda claro después de esta edición es que José Alberto Iglesias merece la oportunidad que la historia le negó a Tanguito.

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Iglesias, o Ramsés, más allá de “La balsa”.
 
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