Domingo, 12 de diciembre de 2010 | Hoy
TELEVISION › ACTORES, AUTORES Y DIRECTORES IMPULSAN UNA LEY DE FICCION
La iniciativa pretende fijar a los licenciatarios una cuota de pantalla mínima de dos telenovelas y dos unitarios de producción propia anuales por canal de aire. El proyecto busca revalorizar un género que tiende a desaparecer de la TV local.
Por Emanuel Respighi
Una década después de que Soledad Silveyra gritara sobre el escenario “¡Aguante la ficción!” y María Valenzuela levantara el cartel con la leyenda “Somos actores, queremos actuar” en aquella recordada ceremonia de entrega de los premios Martín Fierro de 2000, nuevamente el género que mayor fidelidad de audiencia convoca frente al televisor junta fuerzas para no perder el histórico lugar que ocupa en la TV argentina. En esta oportunidad, la búsqueda de revalorizar un género que tiende a desaparecer de los canales de aire trasciende las proclamas aisladas, para avanzar hacia un marco jurídico que estipule una cuota de pantalla mínima para la ficción, que la recientemente sancionada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no contempla. Para ello, un grupo de actores, autores y directores de televisión impulsa una ley de Ficción que pretende fijar a los licenciatarios una cuota de pantalla mínima de dos telenovelas y dos unitarios de producción propia anuales por canal de aire de ciudades de más de un millón y medio de habitantes.
La cruzada a favor de la ficción está promovida por un amplio y diverso grupo de profesionales de distintas áreas relacionadas con el género. Personalidades como Irma Roy, Patricio Contreras, Arturo Bonín, Ximena Fassi, Guillermo Marco, Héctor Calori y Hugo Moser hijo, entre otras, se convocaron para dar forma a una asociación civil (Ficción para Todos) con el objetivo de impulsar el proyecto. Además, entidades como Argentores y el Sindicato Argentino de Televisión (SAT) apoyan la propuesta que, para su articulación y puesta en marcha, incluye la creación del Instituto de Ficción Televisiva, que se encargará de promover la producción de este tipo de programas en todo el territorio nacional, desarrollando coproducciones entre las provincias y formando equipos mixtos de directores, autores, productores, iluminadores, camarógrafos y actores.
“Llegamos a una situación de tal desinterés de los privados por la ficción que, si no hacemos algo, las telenovelas y los unitarios van a desaparecer en el mediano plazo”, le cuenta a Página/12 Leonardo Bechini, el autor y director, y uno de los principales promotores de la ley. “Que hoy haya un autor o un actor trabajando en la tele –agrega el autor de Poliladron, 099 Central y 22, el loco, entre otros ciclos– es un hecho milagroso: hay una gran desocupación y el futuro no es esperanzador. Lo más peligroso es que la TV de hoy está de- sacostumbrando al público a la ficción: los está haciendo consumir subproductos parasitarios e irreflexivos, que toman elementos de la telenovela pero para generar un reality, que no cuenta nuestra historia ni fortalece nuestra identidad cultural. Hoy la gente se acostumbró a los 700 golpes de estímulos que por hora genera Showmatch, por eso no funcionan las ficciones como Caín & Abel. Ya es necesario reeducar a los televidentes.”
La reglamentación mediante una ley de una cuota mínima de ficción no es un capricho de unos pocos. En realidad, es la consecuencia directa del estado actual de la TV argentina, que desde hace años entró en un derrotero en el que los programas de archivo, los de chimentos y los de entretenimiento fueron copando espacios, en desmedro de las telenovelas y los unitarios, perjudicados por la complejidad y la inversión económica que demandan. La ley audiovisual vigente especifica cuotas de pantalla para la producción nacional y la independiente, para la programación infantil, los noticieros y la producción nacional cinematográfica, pero no contempla en ninguno de sus artículos algún tipo de garantía para la producción de ficción. Un vacío que puso en alerta a cada una de las partes que intervienen en el proceso de producción y realización de telenovelas y/o unitarios.
Bechini sostiene la necesidad de una ley que garantice la producción de ficción haciendo un racconto histórico sobre la cantidad de horas que el género tuvo desde la llegada de la TV. “En las décadas del sesenta y del setenta –enumera–, entre los cuatro canales que existían en la televisión argentina había más de 80 ficciones, entre unitarios, telenovelas, programas de humor, shows y miniseries. En los ochenta y noventa la cifra bajó a 35 ficciones. En el 2000, esa cifra disminuyó a 15, y hoy, en 2010, no hubo más de seis. En los noventa, cuando se privatizaron los canales, hubo una reducción de personal del 50 por ciento; veinte años después, esa cifra sigue en aumento. La indefensión a la que están sometidos actores, músicos, escritores, directores, técnicos es ya insostenible. Estamos perdiendo talento día a día. El resultado de toda esta pérdida de fuerza laboral y creativa es lo que hoy estamos viendo: programas de entrevistas a marginales, audaces advenedizos y famélicos de fama a cualquier precio, programas de concursos, cuya precariedad intelectual es lamentable, y programas de entretenimientos, por lo general penosos, procaces y de mal gusto.”
El proyecto de ley con el que se pretende que no desaparezca una industria que genera miles de puestos de trabajo y que hasta hace muy poco tiempo generaba millones de dólares para Argentina por su valor exportador, cuenta con el acompañamiento de la diputada nacional Silvia Vázquez (Concertación-Forja), quien se encuentra ultimando el texto que el año próximo será presentado al Congreso y a la sociedad civil. El proyecto, básicamente, contempla la exigencia a los canales de aire –en ciudades de más de un millón y medio de habitantes– de dos telenovelas y dos unitarios como mínimo de producción propia, sean éstos comedias o dramas, y un programa musical nacional por año. A su vez, el proyecto remarca que las emisoras ubicadas en ciudades de menos habitantes pueden respetar la cuota de pantalla replicando esos contenidos realizados por canales más importantes.
La principal traba con la que cuenta el proyecto de ley es la financiación, pues la escasa producción de ficción local actual es resultado no sólo de una decisión artística sino fundamentalmente de una ecuación económica. Al fin y al cabo, mientras que en una ficción suelen trabajar más de cien personas, a razón de 70 mil pesos de costo por capítulo, la estructura laboral y el dinero invertido en una hora de entretenimientos o en un ciclo de archivo es infinitamente menor. En el contexto de una televisión tinellizada, en la que algunas ficciones no llegan a durar ni tres meses al aire y son levantadas por bajo rating, preguntarse quién se va a animar a invertir en una telenovela o unitario –con excepción de Pol-ka que tiene la pantalla garantizada de El Trece, por ser socios– es un interrogante sin respuesta concreta de cara al futuro.
Con la finalidad de zanjar el escollo económico, el proyecto de ley contará con la creación del Instituto de Ficción Televisiva, entidad autárquica que tendrá como fin promover la producción de contenidos ficcionales. “Será una suerte de Incaa, pero televisivo”, subraya Bechini. “Hay que reconstruir la ficción local, para lo cual el Instituto articulará exenciones impositivas, créditos blandos para la producción de estos nuevos contenidos haciéndolo extensivo a las productoras privadas ya existentes y fomentando la creación de nuevos emprendedores. Los créditos que otorgue dicho instituto serán distribuidos por concurso donde los contenidos serán evaluados y clasificados, así como la idoneidad de los productores y equipos técnicos y artísticos que participen. El instituto participará de las ganancias que deriven de la explotación comercial de lo producido en la proporción del aporte realizado”, adelanta el autor. Los fondos del instituto surgirán de lo recaudado por la Asociación Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), según lo establece la flamante Ley 26.522. Entre sus funciones, el instituto promoverá la venta en el exterior de las producciones nacionales, con presencia en todas las ferias internacionales de televisión, en compañía de las productoras privadas.
La financiación y fomento de la producción de ficción se complementa, además, con la idea de desalentar la programación de ficciones extranjeras, con gravámenes que protejan la industria nacional. “Intentaremos hacer que las producciones extranjeras tengan que tributar más impuestos de lo que lo hacen hoy. No es posible programar canales casi íntegramente con latas producidas en el extranjero y que nada tienen que ver con nosotros, como ocurre con Canal 9. En otros países eso no sucede. En México, por ejemplo, un programa extranjero tiene un 30 por ciento más de carga impositiva que un producto local, porque le está quitando el trabajo a un local. Son leyes proteccionistas con sus telenovelas. Argentina carece de leyes proteccionistas de ficción y por eso hoy hay un 80 por ciento de desocupación en la industria”, se lamenta Bechini. Entre otras medidas que se encuentran en estudio está la de limitar la proliferación de los programas de archivo, haciendo que los canales paguen por los derechos de uso de imágenes o contenidos producidos y/o emitidos por terceros.
Bajo la idea de aumentar la presencia de ficción en la TV local y triplicar los puestos de trabajo, los promotores del proyecto señalan que hay consenso entre todas las partes de la industria y de los distintos gremios para que la iniciativa se convierta en realidad. “No es una ley en contra de alguien, sino a favor de todos: de los canales, de las productoras, de los televidentes y del público. Nadie pondría en duda que la ficción eleva el nivel cultural de la TV y de todos los argentinos, además de articular valores que terminan por formar nuestra identidad”, concluye Bechini, esperando que el año próximo la ficción vuelva a ocupar un lugar preponderante en la pantalla chica.
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