Sábado, 4 de mayo de 2013 | Hoy
LITERATURA › “CERCA PERO LEJOS”, EN EL DIALOGO DE ESCRITORES LATINOAMERICANOS
El salvadoreño Horacio Castellanos Moya, el mexicano Juan Villoro, el puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá y los argentinos Guillermo Martínez y María Negroni reflexionaron sobre las paradojas que encierran los lugares donde se vive.
Por Silvina Friera
La percepción de la cercanía y la distancia suele ser poco fiable. Como la memoria, pone a más de uno en aprietos. Depende del lugar desde donde se mira y piensa un dilema. El asunto no es menor cuando el foco de atención y tensión se pone en América latina, en cómo circulan los libros entre los países de la región. En “Cerca pero lejos”, primer encuentro que abrió la segunda edición del Diálogo de Escritores Latinoamericanos en la Feria del Libro, el salvadoreño Horacio Castellanos Moya, el mexicano Juan Villoro, el puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá y los argentinos Guillermo Martínez y María Negroni –moderados por Daniel Link– reflexionaron sobre las paradojas que encierran los lugares donde se vive y las tradiciones de las que procede cada uno de los escritores. “¿Qué quiere decir muy lejos?”, se preguntó Negroni para comenzar a despejar las aristas de un tema complejo. “En Estados Unidos estaba más en contacto con la literatura latinoamericana de lo que podría haber estado acá”, recordó. Un aspecto fundamental, más allá de la fluidez de ese vínculo, es cómo se ve la literatura latinoamericana desde el Norte. Cuando intentó publicar su libro de poemas Islandia, un homenaje a Borges, en una editorial norteamericana, la respuesta que recibió fue que ese texto “no era literatura latinoamericana. “Lo latinoamericano tiene dentro de sí la cuestión del margen. El margen es el territorio por excelencia de la literatura”, ponderó la narradora y poeta.
Rodríguez Juliá, autor de La piscina (Corregidor), advirtió que la literatura de Puerto Rico tiene “un umbral raro donde los bordes se tocan y se repelen al mismo tiempo”. El narrador puertorriqueño subrayó que desde la década del ’50 se han vivido fuertes momentos migratorios en la región que “nos llevan a una disyuntiva agónica”. De un tiempo a esta parte, es frecuente encontrar literatura salvadoreña, cubana, mexicana y dominicana escritas en inglés, “una literatura que ha encontrado la patria en otra lengua”. Castellanos Moya aportó la definición más celebrada de la jornada. El autor de El asco aseguró que “el escritor es una pieza disfuncional” cuando atenta contra conceptos como la comunidad o el nacionalismo. “En el momento en que me exigen una pauta grupal, la cosa empieza a ponerse peluda para mí”, reconoció el escritor que nació en Honduras, fue criado en El Salvador, vivió en México, en Alemania y ahora reside en los Estados Unidos. Aunque el seudo problema de lo nacional fue zanjado por Borges en “El escritor argentino y la tradición”, Martínez, autor de Crímenes imperceptibles, observó que la cuestión regresa con distintas variantes. “Los escritores nos formamos con una biblioteca mixta. Ni cerca ni lejos, estamos en el medio”, afirmó Martínez. “Cuando me tocó ser jurado de la Casa de las Américas, seis de las siete novelas finalistas hablaban de gente que vivía en otros países y volvía al suyo, pero ya han cambiado de perspectiva. Casi todas las novelas tenían esta matriz donde lo local y lo internacional conviven.”
Todo autor interesante, opinó Villoro, “tiene algo de extraterritorialidad, aunque no se mueva de su lugar”. Lo fronterizo es una característica de estos tiempos para el autor de Arrecife. Pero lejos de poner en cuestión los espacios de pertenencia, el narrador y cronista mexicano aseguró que “fatalmente somos de un sitio y no de otro”. Durante su infancia, se hizo hincha del Necaxa, un equipo que le dio una identidad, aunque se haya mudado de ciudad y ahora esté excedido de hinchas japoneses. “Quisiera cambiar un poco de batalla, pero no de guerra”, bromeó Rodríguez Juliá a modo de prólogo de la cuestión de la comercialización de la literatura. Los premios literarios son para el narrador puertorriqueño una “ilusión de unidad lingüística y cultural” cuando, en realidad, “vivimos un momento de gran dispersión”. Castellanos Moya recogió el guante y metió un golazo: “Son tiempos difíciles. El nuevo Dios es el mercado que todo lo tritura y todo se lo come”.
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