Sábado, 2 de agosto de 2014 | Hoy
MUSICA › CONFERENCIA DE PRENSA A DUO EN EL COLON
Por Diego Fischerman
“Bueno, la verdad es que estoy entusiasmada.” Martha Argerich acaba de terminar un breve ensayo con Daniel Barenboim, en el escenario del Teatro Colón. No importa cuán leve sea lo que ella esté diciendo: siempre da la sensación de estar revelando algo particularmente trascendente. “Es un encuentro muy interesante, con Daniel y con la orquesta Divan. Y cuando él me habló hace un año, me gustó mucho la idea”, dice, y esas pocas palabras cobran un sentido transparente. Barenboim, por su parte, pone el énfasis en la “alegría que es tocar con ella”, y afirma: “Para decirlo brutalmente, no hubiera sido necesario venir a Buenos Aires para tocar juntos. Podemos hacerlo en Berlín, o en cualquier otra ciudad. Pero era algo que nos entusiasmó a los dos. Después de tantos años volver a la Argentina, y volver juntos”.
En el concierto de mañana, que se completará con las obras españolas de Maurice Ravel para orquesta –Rapsodia española, Alborada del gracioso, Pavana para una infanta difunta y Bolero–, Argerich será solista en el Concierto Nº 1 para piano y orquesta de Ludwig van Beethoven. “Es una obra que hemos tocado ambos muchas veces. Yo he sido solista y la he dirigido. Si bien en parte había ya un esquema previo del concierto, al que Martha debió adaptarse cuando decidimos que se sumara, nos pareció que era una obra ideal. Y debo decir que ella es absolutamente maravillosa. Tocar este concierto con ella es un placer increíble.”
El martes, a las 20, Argerich y Barenboim brindarán un recital en el que tocarán juntos la Sonata en Re mayor para dos pianos, K. 448 de Wolfgang Amadeus Mozart. Hablando de esta obra, es Argerich quien elogia sin tapujos: “Hacer Mozart con Daniel es muy interesante, porque yo lo admiro mucho y admiro particularmente su Mozart, así que para mí es un aprendizaje muy grande”. En el programa se incluirán también las Variaciones en La bemol mayor sobre un tema original, D. 813, para piano a cuatro manos, de Franz Schubert, y la Consagración de la primavera de Igor Stravinsky, en la versión para piano a cuatro manos que el propio compositor realizó para tocar a dúo con su hijo Sulima. “No es necesario que diga lo difícil que es esta obra. La he dirigido infinidad de veces, con muchísimas orquestas de primer nivel. Con las mejores orquestas del mundo. Y no hay una sola vez en que no haya algún músico que cometa un error. Es inevitable que haya pequeñas equivocaciones. Y, a veces, no tan pequeñas. Por supuesto esto no sucede con Martha. Ella no se equivoca nunca. Es genial.”
Si bien Stravinsky no forma parte de las elecciones habituales de Argerich, una de sus grabaciones más recordadas es aquella en que tocaba uno de los cuatro pianos en Las bodas, con dirección de Leonard Bernstein. “No hubo, en realidad, ningún otro motivo para incluir las obras que haremos que el pensar que teníamos ganas de hacerlas juntos.” Y en cuanto a la orquesta, más allá de precisar las circunstancias de su creación, a instancias de la ciudad de Weimar, y de contar que, en ese proyecto, “resultaba fundamental que la cantidad y calidad de los músicos israelíes y de los países palestinos fuera la misma, porque ya había habido otros proyectos de orquestas israelíes donde ponían a uno o dos árabes como para mostrar todo lo abiertos que eran”, Barenboim remarcó que “la gran pregunta no es por qué se hizo o cómo se fundó sino cómo tuvo el crecimiento que tuvo. Y en eso fue central el apoyo que tuvimos del Ayuntamiento de Andalucía, en Sevilla, que nos dio un hogar, el dinero necesario para sostenerla y, sobre todo, para becar a los músicos. Nosotros hacíamos las audiciones, los músicos se instalaban en Sevilla para estudiar con los maestros de la Orquesta de la Capilla Estatal de Berlín, luego viajaban a Alemania para continuar sus estudios y cuando volvían a la orquesta, un año después, eran músicos de otro calibre. Para mí, esta orquesta tuvo su mayoría de edad cuando fue invitada al Festival de Salzburgo, en 2009, y tocó allí las Variaciones Op. 9 de Arnold Schönberg. Debe ser una de las obras más difíciles del repertorio orquestal y tocarla allí, y con esa calidad interpretativa, fue la prueba de la calidad que había conquistado la orquesta en un tiempo realmente muy breve”.
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