“Cuando escribo literatura, lo hago de una manera muy directa, visual y periodística”, define Santiago Roncagliolo. “No me interesa escribir solamente para gente que reconozca las influencias teóricas o la calidad de las metáforas. Prefiero escribir libros que cualquiera pueda leer, y si no los leen, no será porque no pueden, sino porque no quieren. La literatura que siempre he disfrutado nunca ha sido especialmente atascada”, plantea el escritor. “Este libro lo escribí con los mismos recursos de una novela: no juzgo a los personajes ni llego a una conclusión única sobre ellos. Estos recursos narrativos fueron útiles porque era lo que tenía para ofrecerles a mis fuentes: ‘Ustedes cuéntenme sus historias que no voy a juzgarlos, yo voy a contar la historia como ustedes me la cuentan, voy a construirla con las distintas miradas que surjan sobre ella’. Y eso es lo que hace un escritor, jugar con las perspectivas, jugar con los discursos, entremezclarlos.”

En el caso de Sendero Luminoso, el autor de La cuarta espada precisa que las fuentes no cuentan todo lo que saben porque están acostumbradas a que lo que digan los pueda incriminar. “Hablan mucho más por los silencios, por lo que se están callando, que por lo que están diciendo en realidad. Como en una novela, hay enigmas que quedan sin resolver, y el lector tendrá que solucionarlos, según a quien le crea.”

–¿En qué sentido plantea que La cuarta espada tiene influencias de textos como Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón?

–España sigue discutiendo su Guerra Civil en términos enormemente polarizados. Cercas con su novela y Pisón con un libro de no ficción han buscado la humanidad de ambas partes, y eso explica mucho mejor los fenómenos violentos porque te permite asumir la sensibilidad y las razones “de los buenos que hay en el bando malo” y “de los malos que en hay en el bando de los buenos”. Quería escuchar a los terroristas, pero también a los militares, a los policías y a la gente del servicio de inteligencia y crear una historia que todos considerasen real o, por lo menos, verosímil.