Viernes, 16 de marzo de 2007 | Hoy
NOTA DE TAPA
La Ley de Educación Nacional obliga a la escuela secundaria a contener y brindar amparo a las alumnas embarazadas o que ya fueron madres y a los varones que se convierten en padres, a veces antes de empezar a votar. La iniciativa intenta alumbrar los proyectos de vida de mamás y papás adolescentes más allá de esa condición. Pero, ¿cómo se adecua el sistema educativo mientras la cantidad de embarazos precoces crece año a año?
Por Luciana Peker
El pasillo tiene pizarrones con frases incompletas, alumnos que escriben, maestras que dictan, timbres de recreos y paredes con anotaciones que aparecen sin parecer estar prohibidas. El pasillo es el de la Escuela Media N° 2, del Distrito Escolar 20, del barrio de Piedrabuena, cerquita de Ciudad Oculta. El pasillo baja por la escalera entre las aulas y conduce a otra sala, nueva, donde el sillón central no está destinado al director o directora, sino a alguna de las alumnas mamás que pueden interrumpir sus dictados, cuentas o clases para bajar a dar la teta. Junto al sillón, un bebé duerme en su cunita y otra beba, ya más grande, maneja su cuchara mientras hace gracias entre pedacitos de pollo. Otros dos nenes juegan a la pelota y se abrazan al verse llegar. Los esperan caballitos de madera para balancearse mientras sus mamás estudian, unos escalones arriba, balanceándose, igual que ellos, para que la maternidad precoz no las haga caer de sus proyectos de vida.
El jardín maternal y la secundaria no conviven de casualidad. Primero nació la escuela, en el 2003, por un pedido expreso del barrio, y después, los bebés de los más de noventa alumnas/os que en esa escuela nacieron también como mamás y papás. Para lograr que esos embarazos no terminen con la historia educativa de las y los adolescentes, la escuela peleó por el jardín maternal –instalado con un respeto y alegría por los bebés y sus mamás que sería elogiable imitar–, que es la única manera concreta de lograr que las chicas tengan con quien dejar a sus hijos para poder estudiar.
“Cuando me quedé embarazada pensé en dejar la escuela. Me daba vergüenza venir con panza y no sabía cómo iba a hacer después del parto. Pero me sentí tan cuidada que decidí seguir. Estoy contenta porque a partir del nacimiento de mi hija el estudio es más importante que antes”, cuenta Angela Bozzan, que acaba de recibirse con su título, y su beba, Delfina, de nueve meses, en brazos (ver recuadro).
La experiencia no es aislada. En la ciudad de Buenos Aires ya hay cien escuelas que trabajan con los lineamientos del Programa de Retención Escolar para alumnas embarazadas, alumnas madres y alumnos padres que intenta contener, orientar, defender y estimular a los chicos y chicas que antes de poder votar ya tienen un hijo a cargo. En total, hay 1146 estudiantes (254 embarazadas, 676 madres y 216 padres) que reciben información, orientación y guía con el objetivo de que puedan terminar el colegio. En la ciudad también hay una ley –la 709– que otorga un sistema justificado de 45 días de inasistencias para usar antes y después del parto.
Pero, además, a partir de finales del año pasado, la flamante Ley de Educación Nacional –26.206– sancionó, en su artículo 81, la obligación del Estado de permitir que los botones de los guardapolvos blancos se puedan correr para que la panza no sea un límite a la hora de aprender. “Las autoridades jurisdiccionales adoptarán las medidas necesarias para garantizar el acceso y la permanencia en la escuela de las alumnas en estado de gravidez, así como la continuidad de sus estudios luego de la maternidad, evitando cualquier forma de discriminación que las afecte. Las escuelas contarán con salas de lactancia. En caso de necesidad, las autoridades jurisdiccionales podrán incluir a las alumnas madres en condición de pre y posparto en la modalidad de educación domiciliaria y hospitalaria”, ordena la nueva norma.
¿Pero cómo va a llevarse a la práctica? “Todas las alumnas madres están priorizadas en el sistema de becas (de 400 pesos al año, en vías de aumento) para que no dejen la escuela. Pero como muchas veces fracasan o repiten, también se las va a acompañar. Nosotros vamos a tratar de promover todos los recursos posibles para sostener la escolaridad, con capacitación para directivos, profesores y jornadas para los chicos y chicas”, informa Laura Pitman, directora nacional de Gestión Curricular y Formación Docente del Ministerio de Educación. Por ahora, el mayor énfasis se va a poner en Tucumán, Misiones, Formosa, Jujuy y Santiago del Estero, las provincias del país con mayor tasa de fecundidad.
¿Se van a habilitar jardines maternales en los colegios? “Eso depende de las escuelas y de las condiciones edilicias que lo permitan”, responde Pitman. Es cierto que la falta de guarderías para bebés (en edades previas al jardín de infantes) son una falencia general en la Argentina que sufren todas las mujeres. Y, aun en la ciudad de Buenos Aires, sólo hay alrededor de diez colegios con jardín maternal propio. Pero sin edificios y maestras concretas que puedan sostener a los bebés que necesitan jugar, ser alimentados, cuidados y mimados, las adolescentes siempre van a depender de contar con una mamá, una amiga o un novio para poder ir a la escuela. O de la buena voluntad de los compañeros y profesores para compartir la clase entre upas y mamaderas.
Eso es lo que hacen los bachilleratos populares que trabajan en barrios vulnerables en ronda y con canciones de cuna para que la maternidad no sea obstáculo. “Nosotros trabajamos con las clases excluidas, madres adolescentes o solteras que no pudieron iniciar o terminar sus estudios. En el sistema formal no se cierra la puerta a las alumnas madres, pero no se hace el acompañamiento de sus problemáticas, por lo que la exclusión aparece. En los bachilleratos populares queremos acompañarlas para que lo logren. Por supuesto que lo ideal es tener guarderías para que ellas tengan sus espacios propios, pero la realidad nos sobrepasa y construimos desde ahí”, apunta Carolina Costes, docente de Lengua y Literatura del Bachillerato Simón Rodríguez, del barrio bonaerense de Las Tunas, en el que más de veinte mamás recibieron el año pasado sus títulos secundarios.
La ciudad de Buenos Aires fue pionera, en 1999, en generar un programa específico para empezar a tender puentes entre las dos rayitas del Evatest y las rayas de las hojas escolares. En ese momento, se trabajaba con apenas cien chicos en cuatro escuelas de Villa Lugano, Villa Soldati, La Boca y Barracas. Hoy la iniciativa –que a partir del 2001 depende de la Dirección de Educación Media y Técnica del Ministerio de Educación porteño– se aplica en cien escuelas a mil doscientos alumnos/as con un setenta y dos por ciento de éxito en que las adolescentes aprendan a hamacarse entre la maternidad y las hamacas para bebés (un aprendizaje en sí mismo que puede impulsarlas para imaginarse en un futuro universitario o laboral). “La escuela les permite a las chicas pensarse no sólo como madres sino como estudiantes y como sujetos y esperemos que esto les sirva para futuros proyectos. Intentamos que, a pesar de las dificultades, mantengan sus deseos”, señala Mariana Vera, psicóloga y coordinadora del Programa de Retención Escolar que cuenta con 177 referentes institucionales (profesores o preceptores de cada colegio) que trabajan en el seguimiento personal y pedagógico de las mamás y papás con boletín de calificaciones. Lo llamativo es que en diciembre del 2003 había 783 estudiantes anotados y ahora ya se registran 1146. ¿Crece la capacidad de incluir a las alumnas o aumenta la cantidad de embarazos adolescentes? “Crecen las dos cosas –subraya Vera–; en los últimos cinco años notamos un incremento del embarazo adolescente.”
¿Esta realidad no muestra la urgencia de programas de educación sexual integrales que puedan evitar los embarazos no deseados y fortalecer los proyectos de vida de las adolescentes para que no tomen la maternidad como el único barrilete desde donde remontar sus vidas? “Nuestro programa no entra en contradicción con la educación sexual”, responde Vera al prejuicio de que facilitar el camino escolar podría promover los embarazos precoces. “La maternidad en la adolescencia es un proceso sumamente complejo, difícil y conflictivo y la escuela tiene el derecho y la obligación de darles un lugar a todos”, afirma.
Pero la maternidad precoz no es un problema menor. Los datos del Ministerio de Salud de la Nación muestran que el 14,10 por ciento de los niños y niñas argentinos nace de mamás precoces. Y que esta problemática está en aumento, ya que en el 2002 se registraron 100.082 recién nacidos de madres adolescentes y en el 2006 esta cifra creció –aunque levemente– a 103.809. Claudio Glezjer, coautor del libro Sexualidad para padres e hijos: Preguntas probables, respuestas posibles (Editorial Albatros), habla sobre el mito de que todo embarazo adolescente es un embarazo no planificado. “Hay que aceptar que un embarazo adolescente puede ser no oportuno pero sí deseado”, escribe y desnuda la trama de complejidades que lleva a muchas chicas –seguramente por falta de otras columnas afectivas y emocionales que las ayuden a sostener su vida– a desear ese bebé cuando todavía no son adultas. El punto es si ese embarazo va a significar un certificado de defunción de su futuro individual o si, como les sucede a otras mujeres, su hijo va a pasar a ser parte del rompecabezas de su vida. “Los docentes tenemos que estimular a las madres y padres adolescentes a desarrollarse intelectualmente, a tener un futuro académico y lograr un trabajo jerarquizado que les permita no sólo ayudar a su bebé sino también realizarse como personas.”
–Profe, hoy no puedo hacer gimnasia.
–¿Por?
–Estoy embarazada.
Así fue el primer diálogo que llevó a Beatriz Clemente, docente de Educación Física, a convertirse, a partir del 2002, en la referente institucional (de la Escuela Media número Dos) de las alumnas embarazadas y madres y alumnos padres. Ella se ocupa de hablar con los profesores, mandar a las chicas al centro de salud para que se hagan controles, de llamarlas si faltan a la escuela. “Yo me emociono y lloro cuando vienen con los bebés, me quejo en el hospital si las tratan mal en el parto y las cuido. Para mí son como mis hijas”, sazona con amor una actividad que aunque no figure en un legajo puede llamarse abrazo.
Pero Beatriz no sólo contiene a las chicas que quieren convertirse en madres. “Yo he ido personalmente al centro de salud a buscar la píldora del día después cuando una alumna me contó que en una relación se le rompió el preservativo y si me dicen que quieren abortar no emito una opinión personal, sólo les pregunto. ‘¿A vos qué te pasa? ¿Vos qué querés? Vos pones el cuerpo para el parto y para el aborto y tenés que decidir vos’. Lo que sí me angustia es que no están en condiciones económicas para hacer las cosas más sanas”, remarca Beatriz.
Que no juzga. Ayuda. Teje redes para que las alumnas embarazadas tengan a sus hijos y no dejen de tener su diploma. Las ayuda a que esa decisión conviva, como en esa escuela, a mezclar mamaderas y apuntes. Para que un hijo no sea el final, sino el principio. Mucho menos, en la adolescencia. Mucho menos, tan temprano.
Diciembre de 2006: 1146 alumnos en el programa de retención escolar: 254 embarazadas / 676 madres / 216 padres
Diciembre de 2005: 937 alumnos en el programa de retención escolar: 216 embarazadas / 554 madres / 167 padres
Diciembre de 2004: 883 alumnos en el programa de retención escolar: 242 embarazadas / 480 madres / 161 padres
Fuente: Programa de Retencion Escolar de alumnas embarazadas, alumnas madres y alumnos padres del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
¿Iba a la escuela cuando quedó embarazada?
52%: No
47%: Sí
¿Abandonó la escuela?
42%: No abandonó la escuela
58%: Sí abandonó la escuela
¿Por qué abandonó la escuela?
38%: Por decisión propia
9%: Por indicación médica
6%: Por decisión de los padres
4%: Porque la escuela no la aceptaba
¿Qué planes tiene para el futuro?
24% Trabajar y estudiar
23% Trabajar
20% Estudiar
24% Sólo cuidar el bebé
6% Casarme
2% Otro bebé
1% Ningún plan
Fuente: Encuesta del Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam) sobre adolescentes madres que concurren a hospitales publicos de la Ciudad de Buenos Aires.
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