Viernes, 8 de junio de 2012 | Hoy
SOCIEDAD
Una ficción –de las ganadoras del concurso Ficción para todos – financiada por el Incaa pone semana a semana en la pantalla de Telefe el absurdo de convertir a un donante de semen en un padre de 144 “hijos” a los que sale a buscar con la primera de los productos de su donación, que llegó a él robando datos. Se trata de una ficción, está claro desde el principio, pero no puede soslayarse que los supuestos de esta ficción se basan en prejuicios, miedos y una concepción de familia que atrasa al menos diez años. ¿Cómo la verán las familias, los padres, las madres, los hijos y las hijas que se convirtieron en tales porque alguien que no quería paternar o maternar donó su material genético? ¿Hay espacio para seguir pensando que alguien que deja sus fluidos en un envase sólo por eso puede ser llamado padre?
Por Flor Monfort
“Ella está buscando un padre, no un amigo”, le dice Raúl (Rafael Ferro) a su amigo Bruno (Carlos Belloso) en la ficción, El donante –martes a las 22.15 por Telefé–. Se lo dice porque él está desesperado, quiere sacarse de la cabeza a esa chica de ojos azules y nariz rara (parecida a la suya, ¡oh!) que lo increpó en el bar de Puerto Madero del que es habitué con la frase menos pensada: “Soy tu hija”. Bruno la rechaza, “yo no tengo hijos”, le dice con coherencia, pero enseguida empieza a escuchar el eco de estas palabras mágicas como un mantra del infierno. De ella y de las decenas de hijos e hijas que hicieron del semen que donó a los veintipico personas de carne y hueso, tal vez mujeres con las que querría acostarse, varones a los que maltrataría como empleados, bebés que lloran a la medianoche. Y lo larga al viento de Figueroa Alcorta cuando Violeta le dice la cantidad exacta “¿144 hijos?”.
Sí, dice hijos. Y dice 144 (no 20 por ejemplo, lo que alcanzaría para la trama).
El donante está producida por Cuatro Cabezas, que fuera más conocida como factoría marca Pergolini creadora de CQC y su formato exportador, merced a un premio aportado por el Incaa en su concurso Ficción para todos, de la que fue ganadora en 2011. Son trece capítulos (recién se emitieron tres) que en clave de comedia y con chiste virtual incluido (una intervención animada que permite a los personajes dibujar en el aire o aportar un dato que no puede ser dicho de manera oral) cuenta las aventuras de Violeta (María Alché), una chica de 22 años que decide rastrear al donante que habilitó a su madre, Carolina (María Carámbula), a inseminarse y convertir en realidad su voluntad de ser madre soltera (a quien su propia hija tilda de “rara” por tomar esa decisión, en un anacronismo ridículo). Violeta quiere saber quién es su “papá”, y lo consigue en tiempo record a través de los datos de la clínica, un método de seducción asombrosamente efectivo y veloz que la deja acceder a los registros computarizados y conocer el nombre y apellido que está buscando. Ante él se presenta y le escupe la verdad que tiene en la garganta. Y no sólo descubre que el ingeniero Bruno Sartori es su “padre”, sino que el semen que le permitió a ella ser la persona que es lo hizo también con 143 más, hecho que los pondrá juntos en la carrera por conocer las historias de cada uno de estos chicos, chicas y hasta bebés (como bien imagina el protagonista) desperdigados por la ciudad y el mundo.
Basta con poner algunas de las gruesas ideas de El donante bajo la lupa para entender por qué algunas organizaciones pusieron el grito en el cielo con esta fanfarria de la hija que busca al “padre”. Si una ficción como Vidas robadas puso en la mira la trata de mujeres con fines de explotación sexual y sirvió para hacer de esa expresión una consigna asociada al nombre de Susana Trimarco y con ella a los miles de familias que buscan a sus hijas, esposas y madres desaparecidas, es difícil quitarle magnitud al hecho de que otro programa de ficción contribuya a hacer circular ideas erróneas sobre la identidad, el origen y los vínculos construidos a través de la reproducción asistida. Pero ¿qué es lo que mueve a un grupo de guionistas, “cabezas” de una productora con trayectoria, a imaginar que la verdad sobre una persona se construye a través de un encontronazo con quien no quiso traerla al mundo? Hay más de un prejuicio y muchas fantasías dando vueltas en relación con conceptos tan complejos como la identidad y el origen, conceptos que entran a tallar en vidas ajenas y de los que muy fácil se pueden sacar conclusiones, pero que lleva años digerir cuando se escuchan con nombre propio. Basta con recordar los relatos que hacen de la sustracción de bebés en la dictadura una trama difícil de reconstruir y no siempre con los mismos resultados: están quienes se reencontraron con su historia, su nombre verdadero, un pasado donde sus vidas fueron pensadas y deseadas y quienes tardan años en procesar la información y prefirieron hacer como si no existiera. Y se trata de personas que fueron sustraídas de sus familias, no de personas cuyo material genético fue donado a cambio de una pequeña suma de dinero y que no formaron parte del proyecto de quienes ayudaron a que vengan al mundo.
El tema de la paternidad aparece como una especie de obviedad innecesaria desde el minuto cero. El protagonista le pide al mozo que lo atiende siempre que le cuente sobre sus nietos, la hija del matrimonio amigo reclama su presencia porque lo adora y sus guiños cancheros con la nena nos hacen sospechar de lo buen padre que sería, hasta que aparece Violeta y lo descoloca, pero tarda un solo día en llamarla: finge otra voz pero tan mal que logra que la chica se dé cuenta de que es él y que, claro, se pueden ver cuanto antes. Julieta Shama, jefa del departamento creativo de Cuatro Cabezas, defiende el programa. “Nos asesoramos mucho, pero esto es una ficción, no estamos intentando levantar una bandera de nada; de hecho en la Argentina esto no podría pasar porque la donación es anónima, hay un registro de donantes por el tema de las enfermedades, pero esto no está legislado. Nos basamos más en lo que pasa afuera del país, como en Inglaterra, donde algunos chicos y chicas que hoy tienen 20 años se preguntan por sus vínculos biológicos. Para nosotros es difícil pararnos desde un lugar solemne y bajar línea, por eso hicimos una comedia. Es la serie más original que hubo en la Argentina en los últimos 15 años en cuanto a tratar una temática que no tiene que ver con el costumbrismo, es una ficción al mil por mil, es casi una ciencia ficción...”, dice y cree que el programa puede sumar al debate y ayudar a que el tema se ponga en foco. Sobre la confusión que puede generar el mezclar conceptos o tratarlos con liviandad, explica: “Todos empezaron a hablar antes de verlo. Salieron notas de asociaciones quejándose, pero a nosotros no nos llegó nada puntual. En un momento Bruno dice ‘yo firmé la confidencialidad’ y Eva le contesta ‘me robaron’, con lo cual queda clarísimo que lo que pasó está fuera de la ley. Nosotros necesitábamos para contar la historia una chica que está desesperada por conocer a su donante, y decimos todo el tiempo que no es el padre, debe estar dicho cinco veces por episodio. El aclara ‘padre es otra cosa’ o en otro momento le dicen que él en el fondo quería tener un hijo y él dice ‘yo quería llevarlo al colegio, cambiarle los pañales’. La serie busca hablar de que hoy en día tanto a partir de las donaciones como de las adopciones o del matrimonio igualitario hay miles de maneras de hacer familia”.
Sin embargo, Estela Chardón, presidenta de Concebir y madre de Iara (quien dio su testimonio para este suplemento el año pasado. Ella fue concebida gracias a la donación de óvulos y conoce a su donante, a pesar de que el diario La Nación publicó erróneamente que “buscaba a su madre biológica” hace tres semanas y tuvo que retirar la noticia de su página web) mandó junto a Samer (Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva) un pedido a la productora para que al final de la serie aparezca una placa con datos certeros sobre dónde acudir en caso de dudas reales.
Resulta extraño que el Estado haya financiado una historia que propone estereotipos de familia que se contradicen con políticas concretas que este gobierno se ha dedicado a poner en la agenda legislativa. Basta con analizar el anteproyecto de reforma del Código Civil para encontrar allí un concepto que pone en jaque los cimientos de esta historia, la voluntad procreacional, que indica que los lazos familiares pueden estar constituidos no solamente como se entendía antes, es decir, biológicamente o por adopción, sino por la voluntad de conformar una familia sin la necesidad de que los datos genéticos de quienes conforman esa familia estén presentes en la descendencia. El artículo 561 establece que “los hijos nacidos de una mujer por las técnicas de reproducción humana asistida son también hijos del hombre o de la mujer que ha prestado su consentimiento previo, informado y libre en los términos del artículo anterior, debidamente inscripto en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, con independencia de quién haya aportado los gametos”. Una figura nueva que se abre como un paraguas para cobijar a los hijos e hijas producto de estas técnicas en un país que ya tiene dos años de ley de matrimonio igualitario.
La voluntad procreacional define al donante como la persona que dona su material genético para que otros sean padres, de manera que la cuestión de la alteridad es clave para entender por qué el donante no es un padre. No por nada se firma un consentimiento informado de ambas partes en donde el donante reniega de su responsabilidad paternal por un lado, y las familias asumen la responsabilidad de criar a ese hijo o hija por otro. El donante además está donando gametos, no una persona, lo cual amplifica una cuestión largamente discutida en los debates sobre el aborto y genera una confusión plus sobre el estadio de persona, que de ninguna manera tiene una muestra de esperma. Y por último, el donante es donante porque no es padre. Su definición per se es que dona justamente para que otros se conviertan en lo que él no es (por definición, si después en la vida real es padre lo será de sus hijos deseados). Si el donante quiere ser padre no es donante. “Si un compañero de trabajo necesita una transfusión y vos le donás sangre, él después no te plantea que vayan a vivir juntos porque vos le donaste tu sangre. Este tipo de planteos no se hace en otro tipo de donaciones: tiene que ver con preservar los lugares de cada uno porque estas estructuras funcionan cuando cada uno está en su lugar”, dice Andrea Majul, integrante de 100 % Diversidad y Derechos, casada con Silvina Maddaleno, con quien tienen trillizos gracias a una técnica de reproducción asistida. Y aporta de dónde proviene la bruma: “La construcción biologicista de la familia es muy fuerte y tiende a confundir origen genético con identidad e identidad con verdad”. Para la Dra. Vanesa Rawe, bióloga de la UBA y directora del banco de semen Reprobank, El donante reúne varios de los mitos y creencias falsas que rodean la donación de gametos, de semen en particular. “Nos llegaron cientos de mails y de mensajes de Facebook. La visión de nuestro banco ha puesto el foco en actualizar la mirada social sobre lo que significa la familia, desestigmatizar los vínculos familiares que no tienen origen biológico, apoyar la planificación familiar a conciencia y desmitificar nociones conservadoras. Esto implicaría quitarle peso a la visión biologicista, y por el contrario, darle protagonismo al deseo de crear un grupo de apoyo y vínculos afectivos. Dentro de este marco creo que podemos hablar de las diferentes maneras de armar una familia, del rol que juega la ciencia para ayudar en el proceso y de la necesidad de personas solidarias que donen células para que otras personas puedan realizar su proyecto” y ejemplifica algunos de los mitos que se presentaron como reales en el programa:
Además de no ser “hijos” por no existir relación filial, en caso de ocurrir tan espeluznante ficción, sería exclusivamente resultado de la mala praxis de un banco y/o de sus profesionales.
Tanto donantes como receptoras firman documentos que los eximen de cualquier tipo de filiación de la persona que podría nacer (ej.: no le pertenece ningún tipo de herencia o manutención y el donante no tiene ninguna obligación a establecer una filiación con esa persona).
En base a la proporción poblacional respetada por la Organización Mundial de la Salud y guías internacionales aceptadas para el manejo de bancos de semen, un donante puede generar 15 embarazos cada 2 millones de personas (aproximadamente el número de población estable en Capital Federal). Las probabilidades de que las 15 personas se encuentren es del 0,00075 por ciento. En ese remoto caso, e imaginando que dos de esas personas procreen, el único supuesto riesgo es la aparición de enfermedades consanguíneas, muy poco frecuentes, que se dan sólo luego de varias generaciones consecutivas de consanguinidad.
Los bancos que respetan los reglamentos internacionales para la custodia de datos los manejan desde un programa especialmente diseñado. La información de donantes y receptoras está exenta de hackeos, ya que se encuentra contenida en servidores propios sin acceso de ingreso o egreso a Internet.
Una pareja heterosexual recurre a una donación de semen. En el momento en el cual nace el hijo, el padre puede anotar a ese hijo como propio. La ley en ningún momento le pregunta ni le preguntará si es el padre biológico. En ese sentido queda claro que la voluntad de paternar o de maternar es mucho más fuerte que el origen biológico, y esta disposición proviene del Código Civil tal y como está redactado desde 1891. Ahora bien, en el caso de las parejas del mismo sexo, no se permite anotar a los chicos: tenés que estar casado legalmente y es más complejo que un simple trámite. Hoy la única manera de reconocer hijos en parejas del mismo sexo es con matrimonio legal de por medio y habiendo tenido el hijo o la hija después de la sanción de la ley, porque si son hijos preexistentes, como en el caso de Maddaleno y Majul, la ley no las ampara. La decisión de ellas fue no judicializar, otras organizaciones sí presentaron amparos donde el camino incluye evaluaciones y asistentes sociales. Majul dice que no le va a probar a nadie que sus hijos son sus hijos. La adopción es otra alternativa, pero también tiene consecuencias ridículas: la más obvia es el hecho de adoptar a hijos que ya son propios, pero además los derechos no son los mismos, porque la adopción simple recorta el vínculo en el adoptante, de manera que la madre no es abuela de los chicos, la hermana no es la tía, etc. Por eso es que ellas trabajan en varias estrategias para llenar el vacío legal que existe si, por ejemplo, la madre biológica (Silvina) de los trillizos se va de viaje y uno de los chicos cae enfermo: Majul no tiene derecho legal a ver a su propio hijo internado. No se puede pedir días en el trabajo, no puede darles la obra social ni puede buscarlos en el jardín sin que su esposa la autorice mediante una nota firmada a principio de año. “En el anteproyecto también se está trabajando en la cláusula de retroactividad para evitar la necesidad del casamiento, pero es importante visibilizar que hay al menos 500 familias que están en esta situación y que todavía no está resuelta”, dice Majul.
Hay firmes posibilidades de que este año se debata una ley nacional de reproducción asistida, que se viene discutiendo en el Congreso y en las diferentes comisiones desde hace años y que ya tiene un antecedente en la provincia de Buenos Aires, en un contexto sumamente restrictivo (pone en los 35 años el tope de edad para solicitar la cobertura de las técnicas, sólo habilita a parejas heterosexuales casadas legalmente) pero es un antecedente y un espejo donde mirar lo que sería mejor evitar en una ley nacional. Hay varios proyectos, pero el cambio de legisladores del año pasado volvió la cuestión a una suerte de fojas cero donde los debates van a volver a darse, pero uno de los puntos más delicados se refiere a la identidad del donante. Para Maddaleno cada familia mantiene, oculta o hace lo que quiere: “Nosotras no podemos ocultar mucho, está claro que nuestros hijos nos van a preguntar en el futuro, por eso estamos de acuerdo en que todos los chicos tengan derecho a conocer su origen, cuando los nuestros pregunten se les dirá que su origen es una técnica de reproducción asistida. Determinado malestar que puede llegar a surgir de chicos nacidos de reproducción asistida puede surgir de que en algún momento no se les plantearon las cosas claramente. Nuestros hijos no preguntan por el donante, tienen 4 años, pero preguntan por qué algunos tienen papá y mamá si ellos tienen dos mamás, pero cuando pregunten serán informados, lo que no quiere decir que tengan que saber un nombre o apellido o le tengan que tocar el timbre a nadie”. Para Chardón, en cambio, la identidad es un derecho fundamental del hijo por nacer que debe estar en la redacción de la ley. “Es algo que está pasando en todo el mundo y me extraña que en un país como la Argentina, con un pasado tan fuerte en cuanto a identidad se refiere, y más en la gestión de este gobierno, no quiera garantizar este derecho básico y fundamental. Estoy totalmente de acuerdo con la voluntad procreacional, de hecho cuando los chicos conocen a sus donantes no pasa nada, es una fantasía ridícula la que fomenta el programa, pero creo que es una información que debe estar disponible a partir de los 18 años.” Para Majdalani una cosa es que los hijos nacidos por reproducción asistida conozcan su origen genético, otra cosa es que no exista más el anonimato. La situación del donante, la naturaleza del donante, es la de no establecer un vínculo con la persona que podría llegar a ser creada a través de la donación. “Me molesta que se relacione el origen genético con la identidad, la identidad es algo muchísimo más amplio que no se da desde lo biológico, es una construcción social y cultural que involucra millones de cuestiones. Teniendo en cuenta que no son sectores fundamentalistas de la Iglesia los que hacen tanto hincapié en este punto, que lo relacionen con los hijos robados en la dictadura me parece aberrante. La donación contribuye a tu origen genético pero no a tu identidad, y emparentarlo con delitos de lesa humanidad es una locura. Uno es un acto volitivo y el otro es un crimen”, completa Majul.
La ley es necesaria para proteger a quien dona, sea varón o mujer, pero además apunta a considerar el asunto como un derecho sexual y reproductivo que debe ser incluido en el PMO sin necesidad de ser tratado como una enfermedad, como apunta el proyecto de Marcela Rodríguez, diputada de Democracia Igualitaria y Participativa, al tiempo que incluye a las parejas del mismo sexo y a las mujeres solas. Pero el que obtuvo el dictamen de mayoría a fin del año pasado fue el de Silvia Majdalani, diputada del PRO, que establecía restricciones para esos mismos casos y solicitaba la apertura de los datos del donante. Qué será de esa ley y de este debate es algo por definirse este año.
Mientras tanto, El donante deja pocas preguntas y un clima tibio en relación, por ejemplo, con las ideas, venidas y pesadas discusiones que hubo en relación con el matrimonio igualitario, la muerte digna o la Ley de Identidad de Género.
“Una persona puede tener novio o novia y si todavía no lo saben es porque no se lo explicaron”, dijo con naturalidad Santiago, hijo de la pareja consultada para esta nota, en el medio de su sala de jardín. La maestra le contó a las mamás que desató una explosión generalizada en el aula. Si la diversidad se instala en los jardines de infantes y es capaz de mover los lápices y cartulinas del centro para que los chicos se agiten y piensen, ¿por qué una ficción pensada por gente grande y preparada no puede, cuanto menos, moverle la pequeña estantería a alguien? Por ahora, El donante no lo logra y todavía faltan 10 capítulos de lugares comunes.
Junio es el mes internacional del cuidado de la fertilidad. La Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva ofrece consultas gratuitas en la especialidad.
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