Viernes, 21 de diciembre de 2012 | Hoy
RESISTENCIAS
Son épocas de pesebres y de reuniones familiares. Epocas en las que, más allá de la religión y las razones del mercado, la mesa se arma grande para que puedan entrar aquellos y aquellas con quienes nos une la sangre, el amor y a veces también el espanto. Del LaGrace Volcano, artista visual y gender queer –concepto que explica en la nota– aprovecha entonces para mostrar con orgullo a su propia familia, creada por fuera de toda norma y dentro del amor como dimensión política y de resistencia.
Por Marta Dillon
Sombrero vaquero, chaleco sin mangas que refuerza el aire de western americano y una pollera española, amplia y bordada que desbarata cualquier presunción de pertenencia. Del LaGrace Volcano nació en California, pero ese dato no explica el sombrero, es apenas un punto de partida. La vida misma, tal como la explica, es una línea que siempre se está dibujando. Y como toda línea, está compuesta de puntos. Fotógrafx, intersex, gender queer, “mapa” o “pama” pero nunca papá o mamá; tres matrimonios –dos por razones políticas– y una obra que ha dado la vuelta al mundo con la velocidad con la que lo hacen los buenos secretos. Este circula porque siempre se dice muy cerca del oído, se escucha como esas cosquillas que erizan la piel porque anuncian un placer de este mundo, físico, carnal.
Sobre esa obra, sobre su trabajo celebrando y erotizando cuerpos que no suelen circular en el mercado del placer, intentó ser esta nota. Pero es Del quien cambia de tema. Es que se acaba de formar la primera organización intersex de Europa –de la que ella es una de las cabezas visibles–, hubo acuerdos en el Segundo Foro Mundial Intersex –que sucedió durante la conferencia mundial de Ilga, la organización que reúne, a su vez, a la mayor cantidad de organizaciones del mundo que luchan por los derechos de lesbianas, gays y trans– para que no haya más voces que la de los y las activistas en la reunión y se evitó que ingresara un profesional médico como perfecta demostración de una resistencia constante en los recorridos intersex: la medicalización. Entonces el ánimo militante lo lleva a hablar de sí mismo. Y el amor por su familia queer, una familia que crece contra toda norma; por puro deseo de construir un mundo con más feminismo “y menos idiotas”.
–Es cierto, la gente cree que lo inventé, pero no. Lástima que él no tomó mi apellido. Antes de la última, me casé dos veces por razones políticas que no tenían que ver con la inmigración: la primera vez fue porque mi relación con una mujer no era válida para los ojos del Estado nacional (en el Reino Unido), así que me casé con un hombre gay que más tarde murió de sida. El segundo matrimonio fue, en principio, para cambiar mi nombre de “Señora Beasly” a Volcano. Ahora me casé por tercera vez, por amor, pero ninguno de los dos tomó el apellido del otro.
–Creo que es posible subvertir la institución del matrimonio, para mí casarme en Suecia, donde para el todo el mundo es posible casarse, fue bien diferente. No es mi primera opción dentro de las campañas necesarias del movimiento lgbt, pero desde una perspectiva americana, después de lo que significó la propuesta 8, creo que también tengo que pelear por eso. Nunca pensé que me iba a casar por amor, porque la verdad es que yo siempre estuve en contra de la institución. Pero de una romántica y apasionada manera le pedí a mi pareja que se casara conmigo. Era la primera vez que podía decirlo con conciencia del compromiso. Y aquí estoy, feliz de mi elección.
–Por supuesto. Yo he practicado y defendido el poliamor, nunca fui monógamo, tuve muchas parejas. Lo que para mí es radical es tener una pareja. Y soy monógamo con posibilidades ahora. Si realmente quisiera tener sexo con otra persona, también lo haría, tal vez lo hablaría con mi pareja. Pero llevamos juntos siete años y hasta ahora ninguno ha estado interesado en el asunto. Además tenemos un niño de un año y medio, con lo cual nos queda muy poca energía extra para hacerlo. Si tenemos suerte de tener sexo entre nosotros, ahora es para festejar. Pero sí te puedo decir que soy poliemocional, tengo profundas relaciones con otras personas que son físicas pero no sexuales, que son emocionales y también apasionadas.
–Yo empecé a pensar en tener un hijo desde que tengo más o menos 36. Pero no quería ser sólo yo criando, ninguna de mis relaciones me parecía lo suficientemente estable como para ser buenos padres. Así que ahora lo discutimos, él asumió que yo no me embarazaría nunca y él, en un momento, bueno, estuvo dispuesto.
–No, él es gender queer. El fue quien se embarazó. Gender queer en el sentido de que usa el pronombre femenino y masculino alternativamente, no tiene problemas con su cuerpo físico de mujer –sí los tiene con el modo en que la sociedad trata y sexualiza el cuerpo de las mujeres– pero su expresión de género es masculino. No butch, sino masculino. El es mucho más masculino que yo, pero también mucho más joven –tiene 37 y yo 55–, por eso no sabemos qué pasará en adelante. Sé que ahora no se vestiría jamás como yo, soy mucho más femenino que él.
–Yo me reconozco como intersex y gender queer, me parece que es más apropiado para mí que trans. Lo digo porque mucha gente cree que soy trans, lo que está ok. Pero ése no soy yo, no es lo que quiero hacer visible de mí. Siempre fui mal percibido, primero como una mujer y ahora soy mal percibido como un hombre. Pero nunca hice una transición para ser un hombre, ni tampoco nunca quise ser exactamente un hombre. Quisiera ser percibido como intersex pero que esto no parezca una discapacidad, porque no lo es.
–Es que no ha sido una identidad muy visible. Las personas con cuerpos intersex suelen ser operadas para que sus cuerpos entren dentro de la norma. E incluso cuando no sean operados, de todos modos tenemos que ser por la fuerza mujeres o varones. Hay muy pocas personas con los “cojones” (lo dice en español) para hacerse visible como intersex. Aun hoy, como estoy vestido, la gente me percibe más como un hombre gay, tal vez como una travesti. Incluso cuando muestro mis pechos, todavía tengo unos pechos pequeños, y mi barba; nadie está programado para ver más allá de mujeres y varones. Por eso es el compromiso de hacerme visible como intersex, aunque a veces resulte cansador.
–Sí, me tomó mucho tiempo. Debe hacer apenas 17 años de los 55 que tengo que dejé de intentar ser sólo mujer. Y traté muy duro de conseguirlo. Me depilaba la barba, no me la afeitaba para que no me crecieran los pelos o se pusieran duros. Yo tenía una identidad lésbica muy fuerte, incluso mis prácticas sexuales eran más bisexuales que otra cosa y aun así tenía una identidad lesbiana. Era importante para mí ser aceptada como mujer y por eso tenía que ocultar mis cicatrices, depilarme. Todavía duermo mal, porque yo me entrené para despertarme antes de cualquier persona con la que estuviera durmiendo para que no vea mis cicatrices, para quitarme los pelitos de la barba... pero en 1995 dejé de depilarme y la dejé crecer y dejé de tomar hormonas. Y empecé a pensar que podía hacerme visible como intersex y que eso sería más fácil. Y la verdad es que nada cambió mucho porque para muchos sigo siendo un error: un hombre femenino o un hombre gay. Qué sé yo, yo creo que mi voz no es súper masculina, creo que es bien suave, aunque también puedo agravarla, y también por eso me siguen percibiendo en la calle más como un hombre que como otra cosa. Pero para mí es un compromiso, algo que me impuse, hacer visible quién soy y resistir a la mirada y la percepción sobre mí. Porque de verdad soy muy queer.
–(Se ríe.) Puede ser, pero la resistencia, la verdad, es bastante pesada. A veces me canso de sostener la bandera queer y que todo el mundo crea que soy quien la tiene que hacer flamear. Ahora, por ejemplo, resulta que porque me casé y tengo un hijo parece que bajé la bandera, que me vendí. Por eso yo pregunto, también al movimiento lgbt, por qué tanta normatividad, por qué caemos en eso siempre aplicado a los demás. Yo conozco queers que cuando dicen que están pensando en tener hijos les proponen que adopten en lugar de embarazarse, pero nunca preguntaron lo mismo a una mujer heterosexual. Nosotros no tenemos los mismos motivos que las parejas heterosexuales para tener hijos, estoy seguro, no sé por qué hay que entregar esa capacidad reproductiva que tenemos.
De alguna manera, tener hijos dentro de familias queer también es una oportunidad, para ellos y para nosotras y nosotros.
Yo tengo un lema: la resistencia es fértil (que hace referencia a los Borg en StarWars, “La resistencia es fútil”). Lo que quiero decir es que en lugar de queers que definen a sí mismos como reacción a la heterosexualidad y como individuos no reproductivos, para aquellos de nosotros que queremos paternar o maternar, nuestro planeta nos necesita y sobre todo necesita más buenos “hombres” que sean feministas y crean en la igualdad. Podría seguir y seguir hablando sobre mis esperanzas y temores en relación a Mika... Cuánto quisiera prevenirlo y ayudarlo a ser consciente de su privilegio como potencial “hombre blanco, heterosexual y educado en la clase media del norte de Europa”. Quisiera que creciera y se convirtiera en el tipo de persona de quien me gustaría estar cerca y no un idiota como tantos hombres blancos que conozco, homosexuales o heterosexuales.
–Por ejemplo, Mika tomó de mi pecho y fue maravilloso poder alimentarlo. Lo hice usando un aparato que le permitía mamar leche materna de un tubo adherido a una botella. Mika nació gracias a un amigo que nos donó el semen y que no es el padre pero sí nuestro amigo, también es queer y tiene una hija con su pareja mujer. El donante va a cumplir años la semana que viene y vamos a ir todos a la fiesta y cuando tenga edad sabrá quién ha sido su donante y habrá estado en contacto con él.
–Sí, Kathy (la madre) se ha convertido en una amiga y hemos tenido muchos intercambios de correo electrónico. Lo que hicieron fue algo muy valiente y progresista, pero es importante señalar que si los Storm –padre y madre– hubieran sido queers hubiera habido mucha más indignación en torno de lo que hicieron que la que ya se manifestó. En mi caso, cuando me preguntan si Mika es un varón o una nena, cosa que sucede permanentemente, contesto que aún no lo sé. Y pregunto a mi vez si lo que quieren saber es qué clase de genitales tiene. Eso, en general, es suficiente para que se llamen a silencio.
–Bien, igual, me importa un carajo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.