Viernes, 9 de agosto de 2013 | Hoy
ESCENAS
La cantante y actriz Casandra da Cunha, junto al guitarrista Manuel Gildengers, componen letras y canciones que dieron vida a una audioficción llamada Río Hermético.
Por Sonia Jaroslavsky
El nombre alude a algo que se cierra. “Es el paisaje de los isleños”, dice la cantante Casandra da Cunha sobre el nombre de su último espectáculo, Río Hermético, pero también, de alguna manera, sobre el lugar donde vive en el delta del Tigre desde hace varios años. Siempre poética y con el permiso y tanta libertad de juego en sus canciones y espectáculos que viene desarrollando, tan sólo podremos recordar a Tornasolita, El Diablo en la boca o Memorias de una novia de la noche como algunas de las joyitas que dio a luz a fuego lento, macerándose como los buenos proyectos.
Río Hermético, su última criatura, lo define sin definirlo, escapando siempre por las fisuras: “A medida que navegamos el Río Hermético este que concebimos, empiezo a no saber bien lo que es. Por eso mi voz va a estar ahora llena de tentativas. Arañando un poco hacia su origen, diría que es una ficción que le debe todo a la música... Que la música produce imágenes no es novedad; lo que sucedió es que esas imágenes se empezaron a articular y a obstinarse en una misma historia a lo largo de dos años”. Espectáculo para oír, “audioficción” lo llama la intérprete. En este caso la música en vivo lo ocupa todo, sin embargo hay diálogos que cruzan en off o en vivo el espacio sonoro, y se erige una estructura dramática simple y pregnante.
La historia es pequeña, violenta, triste, erótica y se cuenta a la inversa de una obra de teatro, donde puede aparecer una música en off para dar con el tono emotivo de una escena. Y la historia dice Casandra que es la de “El Moncho, novio de la Negrita que se encandila con la hija de Don Alfredo, su patrón. Enamorado, se convierte en el juguete sexual de ella hasta que se desata la tragedia. No lo mataron los tiros, no lo mataron las manos, ni su estómago vacío, antes lo mató el desprecio”.
Habitantes de una tierra rodeada por ríos que la encierran. La sola idea un poco oprime, un poco asfixia, un poco enloquece. Y algo –si no mucho– de eso hay en Río Hermético... si no fuera por la música. “Intimamente –sostiene Da Cunha– la llamo ‘la reina’. Hay canciones, hay música incidental, hay cumbia, hay géneros inclasificables, hay ritmo y melancolía.” Con Manuel Gildengers en guitarra eléctrica y la música original en vivo y versiones realizadas por el nombrado y por Casandra, que además toca teclado y canta, la música del espectáculo nace del arrullo del Carapachay, que quiere decir “País Encantado”. Y así quedó encantada Casandra, para “componer, componer y vivir”.
Porque el planteo de Río Hermético es musical, pero al final se entrometieron unas imágenes proyectadas y se impusieron por la prepotencia de su belleza: las brumas al amanecer, los mercados de Carupá, los viajes en el tren, el río de noche, su perra... “Y todo eso compone –agrega la intérprete–, no ilustra ni decora. Compone muy bien.” El espectáculo entonces estaría en esa triple frontera del teatro, la música y el cine. “Creo que lo de triple frontera define bastante lo que estoy haciendo ahora –se detiene y afirma–. Es el lugar en el que actualmente escucho mi voz. Me ocupo mucho de la voz. No de su pulcritud, ni nada de eso. Me ocupo de escucharla. En este caso somos Mercedes del Río y Manuel Corazón de Oro, y nos sumergimos en las dulces aguas de la tragedia que hemos dado en llamar Río Hermético.”
Río Hermético. Sábados a las 21. Teatro Silencio de Negras. Luis Sáenz Peña 663. Entrada a la gorra. Reservas: 4381-1445.
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