Viernes, 16 de mayo de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Verónica Lemi *
Luego de varias semanas en las que el tema estuvo en boca de todos gracias a la campaña de Acción Respeto, el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Mauricio Macri) tuvo la desafortunada idea de contradecir a todo un conjunto de mujeres que expresaron su molestia con un simple “no les creo nada”. Hay una conexión que hacen entre “acoso callejero” y “piropo” que quedó expuesta en los dichos de Macri al incluir dentro del piropo la grosería. “¿Por qué les molesta si les dicen algo lindo?”, preguntan al igualar un piropo con un halago. La diferencia básica entre los dos términos es que el piropo se refiere a una interacción marcada por el género (de hombre a mujer), mientras que el halago se refiere a una entre individuos independientemente del género. El piropo es una actitud machista, aunque tantos lo nieguen: primero, establece una interacción desigual donde el hombre expresa su opinión sobre una mujer sin introducción. Es desigual porque el emisor no le da la oportunidad de evitarla, sino que decide darle para adelante sin chequear si hay consentimiento del otro lado. Esto es una imposición, es avasallar al otro, y en cualquier otro contexto nos resultaría maleducado porque socialmente manejamos como código que para iniciar un diálogo es necesaria la cooperación del interlocutor (basta imaginarse que alguien nos intercepta por la calle con un “dame la hora” para entender cuán establecido está usar marcadores que señalan el inicio de una interacción respetuosa).
Una de las respuestas predilectas de las chicas fue “si me querés decir algo, empezá con un ‘disculpá’”, porque socialmente esa palabra es marca de respeto. La mayoría de los hombres ridiculizaron este pedido: ese “disculpá” implica un reconocimiento del interlocutor como persona y no como objeto. Uno pasa por una vidriera y dice “qué linda remera”, porque solo estamos expresando nuestra opinión sobre el objeto. Nadie diría que es un intercambio. Sin embargo, cuando el mismo acto se da sobre una mujer se dice que es para ella. Pero el hombre que piropea a la mujer no está sencillamente opinando, sino que está asignándole un rol social de objeto sobre el cual se opina.
Va siendo hora de que pensemos al piropo como algo más que un halago. La reticencia de tantos hombres ante ese pedido tan simple es señal de que esto que pasa a nivel inconsciente cala muy hondo. Una dice “disculpá” para pedir la hora, para avisarle a alguien que tiene el bolsillo abierto, que se le cayó algo, lo usamos para la mayoría de las interacciones en la calle porque es el código para empezar una interacción fugaz respetuosa. Pero cuando se trata de opinar sobre el cuerpo de las mujeres nos parece ridículo usar ese mismo marcador de respeto y porque en la interacción del piropo, por más que no sea agresiva a primera vista, la mujer no está ocupando el rol de interlocutora sino el de objeto. Como la remera.
* Creadora de Acción Respeto y traductora.
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