Domingo, 21 de diciembre de 2008 | Hoy
Después de los ensayos de Efectos personales, Juan Villoro vuelve sobre sus propios pasos: autores y libros que lo marcaron como escritor y lector.
Por Damian Huergo
De eso se trata
Juan Villoro
Anagrama
368 páginas
Cada escritor tiene su familia literaria. Empieza a integrarla desde el momento en que siente el primer “escalofrío en el espinazo” con los ojos clavados en las páginas de un libro. Con los años esta situación se repite infinidad de veces. La familia, como la biblioteca, crece. Y un día, casi siempre una noche, sin esperarlo, sin presentirlo, el padre o la madre (alguno de los tantos padres y madres que suele haber en estas familias no convencionales) lo llama a la cocina, le acerca el cenicero para que ya no fume a escondidas y, mientras llena dos vasos de vino, se larga a conversar, de igual a igual, como pares. En el libro de ensayo Efectos personales, el escritor y sociólogo Juan Villoro develó algunas de las conversaciones que mantuvo con parte de su familia literaria. Sin embargo, como era de esperar en tamaño escritor, muchos integrantes y muchas horas de charla quedaron afuera. En el año 2007, a pedido de Matías Rivas, director de publicaciones de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile, Villoro preparó otra selección de ensayos que estaban desperdigados en diarios y revistas o que habían sido escritos para prólogos de otros autores. De eso se trata no es el lado B de Efectos personales ni un intento por armar un canon, sino un mapa que guía y alienta al lector a explorar mundos literarios que continúan, a pesar de las huellas de antiguos lectores, necesitando nuevas lecturas para ser completados.
El título del libro condensa dos postulados de la búsqueda literaria de Villoro. En la crónicaensayo sobre un seminario de Shakespeare dictado por Harold Bloom en la Universidad de Yale, narra el hallazgo del título en una traducción de Hamlet realizada por Tomás Segovia. Villoro señala que el poeta español encontró una alternativa a las expresiones habituales de “he ahí el dilema” o “esa es la cuestión”, y las reemplazó por el más sencillo, actual y cotidiano “de eso se trata”. Por un lado el título señala el rol de traductor del ensayista, al acercar al lector figuras remotas que portan un halo de dificultad como un musgo que impediría tocarlas; Villoro, consecuente con su estilo de escribir desde la mezcla, utiliza en sus ensayos un tono intermedio, como W. H. Auden, para atrapar a los recién llegados y, a la vez, abrir nuevos diálogos con aquellos que ya están familiarizados con los autores. Por otro lado, el título señala la intención declarada que tiene el escritor mexicano de “llevar el mensaje latinoamericano” hacia otras comarcas, siendo el lenguaje la bandera que contenga a millones de hombres y mujeres que transitan a lo largo y a lo ancho del mundo. En la lectura fronteriza que hace sobre el Quijote, se pueden leer en clave literaria las consecuencias de la situación de frontera de México con Estados Unidos. En el segundo capítulo, “Lichtenberg en las islas del Nuevo Mundo”, Villoro se plantea el dilema de “entender lo ajeno”, al otro, en referencia a los cruces de culturas entre América y Europa en los años de la invasión y en sus múltiples consecuencias y mutaciones con el pasar de los siglos. El curso que Juan Villoro dio en la Universidad de Yale, en el momento en que concurría al seminario de Bloom, se llamó “La idea de la Historia en la narrativa mexicana” y lo dictó a cinco días del alzamiento del Subcomandante Marcos (lector asiduo de Segovia) en Chiapas. “Las vacilantes noticias que llegaban desde México fueron parte de mi estadía y del nuevo rumbo que tomó el curso”.
Villoro retoma autores y diarios tan disímiles como El cuaderno gris de Joseph Pla, el Borges de sobremesa de Bioy Casares y los diarios de Thomas Mann y de Kafka. Villoro desmenuza las múltiples funciones de los diarios, ya sea como espejo para que el autor perciba sus transformaciones con el paso del tiempo, como lugar íntimo de cuestionamientos y donde exponer sus debilidades o como otra máscara de ficción que es escrita para la mirada del otro. Como vemos, la familia de Villoro es heterogénea y centrífuga. En la misma mesa el autor mexicano se sienta a dialogar con la narrativa de hechos y de acción del maestro Chejov y del púgil Hemingway; conversa con la narrativa de introspección de su admirado Onetti y con los monólogos de Lowry; festeja a Lawrence como “el ave fénix que encarnó la corriente intelectual de un solo hombre” y reconoce a Klaus Mann por tener “la inteligencia que paga sus dones con el alma”.
Parafraseando una de las frases más citadas de Tolstoi, se puede decir que la familia de Juan Villoro tiene más de una particularidad que la hace diferente a las demás; sin embargo, no caben dudas, tras leer De eso se trata, de que estamos frente a una familia enorme y feliz.
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