Domingo, 4 de abril de 2010 | Hoy
Fue una de las figuras emblemáticas de las luchas de liberación en la década del ’60, y su asesinato, uno de los más resonantes junto al del Che Guevara. El sueño de Camilo recopila textos diversos escritos por el sacerdote y guerrillero Camilo Torres, documentos importantes para la reconstrucción de una praxis acompañada por análisis críticos de las sociedades latinoamericanas de su tiempo.
Por Susana Cella
En la década del ’60, un período en que la lucha por la liberación se expandía por América latina en el marco de los procesos de descolonización del tercer mundo, y la Iglesia introducía cambios a partir del Concilio Vaticano II, muchos sacerdotes reconocieron que ser consecuentes con el mensaje evangélico implicaba un compromiso con los oprimidos y, en tal sentido, su misión no quedaba circunscripta a la liturgia sino que implicaba también un concreto trabajo social, lo que asimismo llevaba a la toma de posiciones políticas y a un replanteo que conduciría a forjar la Teología de la Liberación. En este contexto, el colombiano Camilo Torres, el cura guerrillero que murió en combate contra las fuerzas militares represoras, surgía como una imagen ejemplar. Objeto de homenajes diversos, entre ellos la canción del uruguayo Daniel Viglietti, Cruz de luz, hoy, a la vuelta del siglo, condensa una serie de preguntas: ¿quién fue Camilo Torres? ¿Cómo se convirtió de profesor universitario y sacerdote en militante político hasta incorporarse al Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombiano?
La publicación de varios de sus escritos bajo el título El sueño de Camilo permite, al mostrar estas varias facetas en testimonios y en su propia palabra, una visión que apunta a la compleja trama en la que actuó y soslaya explicaciones simplistas, esquemáticas e incluso condenatorias.
La evocación, al inicio del libro, de François Houtart –doctor en Sociología por la Universidad de Lovaina– tiene la inmediatez de alguien que estuvo en contacto con él en los años clave, entre 1954 (cuando fue ordenado sacerdote) y 1966, el año de su muerte. Así pone en escena el período en que este cura, adherente a la doctrina social de la Iglesia, permanecería en Europa luego de culminar sus estudios superiores, preparando a sacerdotes que deseaban ejercer en las iglesias latinoamericanas. A lo que le proporcionaba en el plano del saber una firme y nunca abandonada formación católica (fue la jerarquía eclesiástica la que le impidió continuar su función sacerdotal cuando inició su práctica política), unió los conocimientos de su carrera a fin de hacer un riguroso análisis de la realidad social y para esto incorporó categorías marxistas. No fueron las únicas que tuvo en cuenta, pero sí las que provocarían reacciones adversas, lo mismo que sus encuentros y debates con militantes populares o partidos de izquierda.
Lo que para sus enemigos era objeto de acusación significó, en cambio, una afortunada confluencia respecto de una finalidad anhelada: la concreción de un frente común (el llamado Frente Unido) contra el aparato de dominación de su país, es decir los sectores tradicionalmente divididos en dos partidos más o menos complementarios –conservadores y liberales–, cuyas diferencias menores en cuanto a mantener una organización social que garantizara sus privilegios los habían llevado a maniobras diversas, desde sostener golpes militares hasta asociarse en un Frente Nacional.
Esto remite a la historia colombiana, cuyo conocimiento resulta indispensable para situar la trayectoria de Camilo Torres. El antropólogo colombiano y doctor en Ciencias Filosóficas, Jaime Caycedo Turriago, quien también conoció a Camilo Torres en época de militancia, provee un estudio introductorio en el cual repone una serie de acontecimientos fundamentales; así, el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán (9 de abril de 1948), y el estallido provocado por el crimen, conocido como el Bogotazo; la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla iniciada en 1953 cuyo derrocamiento en 1957, aunque impulsado por las clases altas insatisfechas con esa gestión, fue la resultante de una intensa lucha estudiantil y campesina. Es en ese período post-dictatorial que Camilo Torres, de regreso a su patria, comienza una doble tarea como intelectual y como sacerdote. Los textos de Camilo Torres incorporados en esta selección muestran en diferentes formas discursivas los roles asumidos. El primero es una ponencia presentada en el Primer Congreso de Sociología (Bogotá, 1963) titulada “La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas”, donde se manifiesta el sociólogo que se detiene en consideraciones teóricas para luego plantear un minucioso análisis que comienza con la organización puntuada del tema: enumeraciones e hipótesis desplegadas en un estudio que, si bien focaliza en el sector campesino –teniendo en cuenta cuestiones como las condiciones de vida rurales, la toma de conciencia, los canales de ascenso social, la actuación de los partidos políticos, las consecuencias de las acciones violentas–, involucra al conjunto de la sociedad, incluida la Iglesia. En la conclusión del trabajo aparece la posibilidad –aunque poco probable, según señala– de que se logre un cambio armónico capaz de modificar la estructura y la política de la clase dirigente.
La “Conferencia sobre la importancia de la Revolución y la Unidad” (1965) se vincula con aquel estudio por ciertos rasgos similares en cuanto al análisis político-social, pero en este caso el texto está fuertemente atravesado por la dinámica de la lucha, el tono es más enfático y son severas las críticas al caudillismo, el paternalismo, las disputas internas o el personalismo en relación con las formas de hacer política y vincularse con las masas. Por otra parte, en la conferencia hay un tono apelativo marcado, que también se ve en el conjunto de mensajes a los distintos grupos sociales (obreros, cristianos, comunistas, militares, estudiantes, etc.) y particularmente en la “Proclama al pueblo colombiano” emitida el mismo año de su muerte, cuando ya se había incorporado al Ejército de Liberación Nacional y asumido la necesidad de la lucha armada. Jorge Camilo Torres Restrepo había nacido en Bogotá en 1929 y fue asesinado en Patio Cemento, Santander, en 1966. También víctima de la macabra política de desaparición de cadáveres, sus restos fueron primero ocultados, luego desenterrados y trasladados a un panteón militar; sin embargo hasta hoy no se sabe exactamente en qué lugar reposan.
Poco después moriría el Che y, años más tarde, el golpe chileno llevaba al suicidio a Salvador Allende. Tanto la vía electoral como la lucha armada –-que provocaron divisorias y profundas controversias entonces– no lograron el objetivo de justicia social que perseguían. Las condiciones de hoy, después de la “revolución” neoliberal, llevan a la búsqueda de otras estrategias emancipatorias, para lo cual es imprescindible tener en cuenta una larga tradición de teorías y prácticas entre las que se cuenta el legado de Camilo Torres.
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