Domingo, 18 de septiembre de 2011 | Hoy
¿Qué se puede agregar sobre las lecturas de Cortázar en el siglo XXI? Mientras acaba de aparecer la reedición ampliada de Julio Cortázar. La biografía (Peña Lillo/Continente), su autor, Mario Goloboff, se hace esta pregunta en el nuevo prólogo del que aquí se anticipan los principales fragmentos.
Por Mario Goloboff
A pesar de haber trabajado con su obra, permanentemente, desde mi juventud, y de ser hasta hoy, según dicen, su más completo biógrafo, no puedo jactarme de haber sido amigo de Julio Cortázar o de haberlo tratado, fuera de sus libros, de modo personal o íntimo (...) La primera vez que lo encontré fue en 1977, en Toulouse, en ocasión de una Semana Latinoamericana que organizamos en la universidad donde yo enseñaba. A ella concurrieron también invitados el escritor paraguayo Rubén Bareiro Saguier, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, el argentino Juan José Saer. Y estaba con nosotros el gran Augusto Roa Bastos, docente allí por esos años. No recuerdo con exactitud de qué habló aquella vez en su exposición, pero puedo asegurar que no fue en especial de literatura, y menos de la propia. Estaba muy serio, como lo noté casi siempre que tuve luego la oportunidad de reencontrarlo, grave, adusto. Se trataba, para mi percepción, de una persona calma, amable, fina, pero distante, sumamente reservada, casi hermético, diría. Puede que el tiempo ahonde esa impresión o que no fuera así o que pesaran las circunstancias que atravesábamos; sé que la imagen contradice la que han tenido muchos otros, destinatarios de su humor y de su manera un tanto “maga” de vivir. Por aquellos años, no percibí nada de eso, quizá porque él anduviese con poco ánimo de mostrarlo, quizá porque yo no supe ver. (...)
Entrado ahora el siglo XXI, creo que hay por lo menos tres grandes campos donde deben reconocérsele importantes innovaciones. Tienen que ver con los cambios que provocó en el relato fantástico, con los elementos del sistema narrativo, y con sus ideas, realmente muy particulares, sobre la función de la lectura y del objeto libro.
Respecto de los primeros, la afirmación enfrenta la debatida cuestión de la existencia, a lo largo de su vida de escritor, de “uno” o de “dos” Cortázar. Es decir, la de una persistencia y una fidelidad primordial a sus tempranos amores estéticos y literarios o, por el contrario, la de un abandono de los horizontes de la belleza artística en aras de compromisos políticos a los que habría advenido tardíamente; para sus detractores, a partir de la identificación con la Revolución cubana y con el socialismo. La unidad de su obra narrativa desmiente esta versión. La inclusión, desde siempre, de los entornos cotidianos y domésticos, así como de los grandes contextos sociales y políticos, son fácilmente perceptibles en sus cuentos sin que por ello (y he aquí una de sus grandes singularidades) dejen de ser fantásticos. Así, Cortázar habría obrado, alterándola, en la estructura misma del género, que hizo de la inverosimilitud y de su alejamiento de la representación de lo real sus piedras fundamentales.
Respecto de las innovaciones novelísticas, “el deseo de realizar una obra que tenga el gesto amplio de la novela (en oposición al cuento) pero que rompa con las convenciones del lenguaje y del género, las haga estallar y construya con sus fragmentos una nueva figura” (Barrenechea) hizo que Rayuela provocara cambios en la serie literaria que no pueden desconocerse. Enlazó la narrativa latinoamericana con las revoluciones poéticas anteriores e introdujo, de un modo tan ostensible como provocativo, la renovación poética en el texto de ficción. (...)
Por último, hay ideas –y prácticas– que tienen que ver con la función de la lectura y del objeto libro. Su constante lucha por salirse de las formas, de los géneros, por otro tipo de lectura y de lector, está en la raíz de sus intentos por superar otras ataduras, otros ceñidores, otros confines de la expresión, de la escritura. Entre ellos, figuran sin duda las maneras de combatir el objeto heredado, limitado, cerrado, que se llama libro. No, cierto, contra los saberes que éste vehiculiza, pero sí un combate contra los hábitos de lectura que se fueron engendrando desde los tiempos en que no tan bárbaros sajones como los que después vinieron, dueños de una adelantada metalurgia, la adaptaron a la letra haciéndola llegar hasta hoy. Lo que lo llevó a pensar y a hacer decir, claramente, acerca de Morelli: “Lo que él quiere es transgredir el hecho literario total, el libro, si querés”.
Creo ver una notable confluencia plasmada en el Cortázar que conocimos. Sus orígenes multiculturales y multilingües, sus tempranas simpatías por el surrealismo (el que instaba a conjugar arte y vida, obra y praxis social), sus adhesiones a los nuevos tiempos de América latina, sus intentos de diseñar textos futuros, lo conforman como un artista también del siglo XXI, una voz semejante, muy cercana, muy próxima y muy prójima, una voz empecinadamente juvenil que habla del juego y de la vida. Y que, sin dejar de lado todo ello, pone en el centro la literatura, como la cima de su campo ardiente.
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