Domingo, 11 de noviembre de 2012 | Hoy
La historia que llevó al peruano Santiago Roncagliolo a escribir El amante uruguayo está llena de ingredientes insólitos, tan atractivos como controvertidos. Se trata básicamente de una investigación sobre la relación amorosa que habrían mantenido Enrique Amorim y Federico García Lorca y que gira alrededor de un dato tremebundo: el cuerpo de Lorca yacería debajo de un monumento en la ciudad de Salto, donde Amorim lo habría depositado en 1953 para rendirle tributo. La polémica en Uruguay está a la orden del día y aunque el eje es Lorca, Amorim habría logrado póstumamente su anhelado momento de fama.
Por Ana Fornaro
Los restos del mártir García Lorca, los restos de sus restos, están tan desparramados que incluso llegaron a Uruguay, un destino improbable y por eso mismo irresistible. Ochenta años de lucubraciones cargan hoy con otra variante: el cadáver de Federico podría estar en la tierra donde no nació Gardel. El cuerpo acribillado, buscado y manoseado descansaría bajo un monumento en la ciudad de Salto, donde, en 1953, un escritor millonario y moribundo le rindió tributo. Es más, ese escritor es Enrique Amorim, el amigo uruguayo de Borges, quien le dedicó “Hombre de la esquina rosada”. Y, como si esto ya no fuera bastante, Amorim habría sido amante del poeta español más querido y popular del siglo XX. Este combo de misterio, sexo y literatura (todo en condicional) está seduciendo a muchos lectores de América latina y España. Pero los uruguayos están indignados.
“¿Es que usted no cree en la bisexualidad? Yo estoy en una de las fotos. Yo de Amorim no fui amigo, pero lo vi levantar chiquilinas en su auto. ¿Usted cree que en un pueblo tan chico como Salto no se sabría si Amorim era homosexual?”, le preguntó un señor a Santiago Roncagliolo en la presentación montevideana de El amante uruguayo. Una historial real.
El autor, que ya había leído algunas críticas locales a su libro y ya es cinturón negro en escándalos, dio por terminada la velada y se despidió. Una lástima. Porque daba para debatir.
Hace dos años, la editorial andaluza Alcalá (dueña de los derechos de autor de Amorim) le encargó al escritor peruano un libro que ayudara a vender las reediciones del ignoto uruguayo. El personaje era pintoresco y daba para una biografía, pero además había un gancho descabellado que ayudaría a darle más importancia al autor, algo que ni el propio Ian Gibson –el gran biógrafo de García Lorca– había manejado en sus trabajos. Y Roncagliolo dijo que sí. Probablemente la obra de Enrique Amorim no se transforme en un éxito de ventas en España, pero su nombre se está repitiendo sin cesar desde la publicación de esta investigación novelada, que sí tiene los ingredientes para un bestseller.
Jorge Luis Borges es un Georgie inseguro y enamorado de Norah Lange. Neruda es un mujeriego narcisista y celoso. Picasso es un esclavo del trabajo y, también, otro mujeriego. Chaplin –porque también está Chaplin– se confundió a Amorim con Sartre en una velada parisiense. El poeta francés y militante comunista Louis Aragon era una bestia política y un autoritario. Y el comunismo fue una farsa. “La envidia, la inquina, la hipocresía y la traición determinaron la historia de la literatura que ha llegado hasta nuestros días”, afirma Roncagliolo, mostrando claramente desde qué lugar se va a posicionar para hablar de sus personajes.
El archivo personal de Enrique Amorim, un poco de material biográfico de los diferentes artistas, una pizca de historia cultural del siglo XX y otra pizca —mayor— de tejido narrativo e hipótesis del autor dan forma a este libro que pide ser leído como una historia real y que tiene como centro a un Amorim construido a partir de sus cartas, diarios personales, y archivos de prensa de la época. El amante uruguayo de García Lorca, como lo sugiere Roncagliolo, fue un hombre casado homosexual que tenía mucho dinero y talento para adoptar los estilos y formas de época. Dandy encantador y falsario, el escritor uruguayo logró insertarse en todos los círculos artísticos a los que aspiraba pertenecer. Se codeó con la crema de la crema gracias a su dinero y mantuvo amores y odios literarios y personales que aparecen explicitados en este libro, que elige contar la historia cultural de medio siglo en clave de star-system.
Roncagliolo, que suele utilizar en su investigación categorías del presente para hablar del pasado, asegura que el escritor uruguayo se valió de las herramientas del marketing para hacer conocer su obra. Imitaba los estilos de época, se cambió de bando las veces necesarias. Camaleónico, impostor, el Amorim de El amante uruguayo muestra facetas incómodas de un escritor que, aunque nunca pudo alcanzar la fama ni el éxito literario mundial que añoraba, es una figura respetada de la cultura uruguaya. Su obra, despareja, fue constante hasta su muerte y aparece poco mencionada –-poco leída en realidad— en esta suerte de biografía. Publicó cuarenta libros, bastante olvidados, y recorrió todos los géneros. Despuntó con la novela La carreta en 1932, que fue reeditando con variantes a lo largo de toda su vida. Logró enderezar su suerte literaria y obtuvo cierto reconocimiento de críticos que hasta el momento vapuleaban la obra del escritor empedernido. Había encontrado una fórmula y, por primera vez, era original. Narró la historia de un grupo de prostitutas que viajaban en una carreta por el noroeste de Uruguay y logró lo que se necesita, a veces, para vender un libro: polémicas. Esas mujeres no habrían existido sino que serían un invento más del fabulador. El defendió el verismo de sus fuentes con uñas y dientes aunque luego, cuando un escritor francés retomó ese tema, lo acusó de plagiario. Las prostitutas habían salido de su imaginación y le estaban robando su idea. Otra polémica que logró que su libro fuera traducido y publicado en París. Historias como ésta se suceden en el libro de Roncagliolo y todas las fuentes aparecen debidamente documentadas al final. El escritor peruano no se inventó nada. Lo único que se inventó fue la forma de contar una historia, forzando muchas veces indicios, frivolizando otras veces, llevando al lector a sacar conclusiones apresuradas, llenándolo de preguntas; seduciéndolo. De alguna manera se mimetiza con el método que describe. Roncagliolo se “amorimiza” al contar la historia de quien había dejado todo preparado para pasar a la posteridad.
El autor de La carreta se murió a los sesenta años y hacía tiempo que estaba enfermo. Sabía que se le acababa el tiempo y se tomó el trabajo de dejar un archivo de su vida ordenado de forma casi guiada para que una mano del futuro lograra lo que más ansiaba: no ser olvidado. Hoy Amorim resucitó. Aunque el gancho es García Lorca, finalmente está en boca de todos. Pero no todos están contentos. Hasta la salida de este libro, la homosexualidad de Amorim fue un tabú. Casado con Esther Haedo, prima de Borges, se construyó una fachada de mujeriego para despistar y es lo que siguen repitiendo las personas que lo conocieron. Pero están las cartas. Esas que intercambiaba con varones. En particular con el poeta granadino. Cartas encendidas y en clave y que demuestran que, al menos para Amorim, algo tuvieron durante su pasaje por Montevideo. Y el uruguayo se quedó enganchado y le siguió la pista hasta su muerte. Pero para saber el resto, “habrá que excavar”, como le dijo el intendente de Salto a Roncagliolo durante la presentación de su libro. Pero es más que improbable que vayan a excavar. Y es muy probable que siga el misterio.
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