Sábado, 10 de mayo de 2014 | Hoy
Los ojos del nuevo libro de la ilustradora Cecilia Afonso Esteves y las casitas de la inglesa Kirsty Elson. Dos ilustradoras emparentadas por el cómo y el para qué.
Por Luján Cambariere
Entre tanto artilugio tecnológico y recurso artificial, qué lindo volver a las fuentes. A un diseño esencial. De recursos al alcance, cotidianos. Obviamente para apelar a esas herramientas con virtuosismo, hay que dominar la poética en la imagen. Dos ejemplos llegan de la mano de diseñadoras que estando lejos y sin conocerse se emparientan. Ilustradoras ellas, viviendo ajenas a las grandes urbes (una en las sierras de Córdoba, otra en la costa sur de Inglaterra) simplemente encantan (dícese del “cautivar la atención de alguien por medio de atractivos naturales”) con sus piezas en el más cabal sentido de la palabra. Curiosamente, o no, al hablar de su trabajo ambas rematan que lo que buscan es “la sonrisa” de su interlocutor. Meta recontra superada.
Y fundamentalmente libre. Ojos, ojitos, ojazos. Quien no los tiene, los quiere, pero quien los posee, ardua tarea portarlos. Dicen que los ojos son las puertas al alma. Ventanas al interior de la persona.
Lo curioso, o no, que para el libro de poemas de esta temática del escritor Eduardo Abel Giménez, la sensible diseñadora e ilustradora Cecilia Afonso Esteves decidió hacerlos de “círculos ópticos, papeles y otras cosas del más acá”.
Sobre una mesa de dibujo construida por su abuelo en 1933 en la escuela técnica, su mesa de trabajo de cada día, Cecilia hizo composiciones con diferentes elementos que luego fotografió. Así, en el recientemente lanzado Tus ojos de Editorial Calibroscopio, algunos de los ornamentos son con Letraset, pero fundamentalmente de flores, frutos, papelitos (su recurso fetiche), telas, carozos y hasta galletitas.
Según cuenta, cuando el escritor le mostró la serie de poemas, ni bien los leyó, pensó en ilustrarlos con fotos de cosas encontradas que parecieran ojos. Se lo comentó, trabajó en fotos de referencia y juntos presentaron el proyecto a la editorial.
Luego, en el hacer, fue variando la idea hasta llegar a generar las imágenes con elementos elegidos (no encontrados). “Primero hice pruebas sobre diferentes fondos y finalmente sobre mi mesa de trabajo. Composiciones que luego fotografié. Caras con ojos que compuse, salvo algunas excepciones, con un elemento de la realidad, uno que podría llamarse de representación visual –imágenes, códigos, convenciones creadas por el hombre que sólo se perciben con el sentido de la vista como ilusiones ópticas, letras y números, lenguaje de señas o elementos de medición– y papel recortado circular, plegado, cortado o calado”, detalla. La inclusión del papel recortado era importante para ella, ya que casi siempre ilustra los libros con este recurso. “Seguir usando el material, la técnica, de algún modo representa un guiño con mis otros libros, aunque conceptualmente sea distinto”, señala. “Me interesa la idea de lo combinatorio, las formas que se juntan para formar nuevas.
Las solapas del libro tienen dos círculos calados para poder mirar a través de ellos. El diseño de las páginas se hizo siguiendo la proporción de Rosarivo. Se usó la tipografía Baskerville. Los poemas tienen humor y quise acompañar ese espíritu con las ilustraciones. Un libro para sonreír”, remata.
Cuánta metáfora concreta de la persona, en la casa, el hogar. El habitarse. Kirsty Elson es otra diseñadora y artista, ilustradora también ella, pero del otro lado del océano, vecina de la península de Cornwall, poblado frente al mar, en el extremo sur de Inglaterra.
Como sacada de un cuento, ella, su marido y sus dos hijos recorren los acantilados y playa frente a su casa, para obtener las maderas y objetos erosionadas por el mar con los que trabaja y transmuta en bellísimos (aunque esta palabra les queda corta) accesorios para la casa y postales. Con estudios en Cambridge, desde que trabaja con vista a los acantilados decidió dejar la computadora por esta materialidad que le cede el océano, combinada con textiles y descarte náutico para crear piezas únicas con las que ella, también, busca como cuenta por mail: “Sacar una sonrisa”.
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