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Jueves, 27 de junio de 2002

Demasiado ego

POR SIMON HATTENSTONE

El problema, dice John Lydon, es que la Reina no podía organizar una buena joda en un palacio. Aquí estamos, Jubileo de Oro y todo eso, y lo mejor que puede hacer en plan show es tener a Elton John tintineando la dentadura. “Quiero decir, ¿alguien puede contratar a Elton John hoy en día? Estuvieron planeándolo durante años y lo mejor que tienen para ofrecer es Elton John.”
Está explicando por qué ha reunido a los Sex Pistols para una última y gloriosa bacanal en el Crystal Palace, en julio. ¿Esa fecha celebrará su nuevo status como líder monárquico de Gran Bretaña? “¡Ja ja ja ja! Uy, sí, ésa es buena.” Lydon, alias Johnny Rotten, el hombre cuya versión de “Dios salve a la Reina” fue prohibida 25 años atrás, se está riendo entre dientes. “Sabés, nunca estuve a favor ni en contra de ellos. Sólo pienso que, si vamos a tener una monarquía, debería funcionar correctamente. Es decir, pagamos por eso, después de todo. Pero a nadie parece importarle. A nadie le importa nada en la Gran Bretaña de Blair. Ni siquiera pueden armar una fiesta de Jubileo adecuada.”
Parece auténticamente enojado por su falta de estilo. Así que les va a mostrar a los pacatos cómo hacerlo. “Llegué a la conclusión de que, así de mal como está todo, al menos es mi mal, y pagué por él, y quiero celebrarlo de alguna manera. Es mi Gran Bretaña, nuestra Gran Bretaña, no la de ella, turista alemana de mierda.”
“Pretty Vacant”, “Anarchy in the UK” y “God Save the Queen” fueron himnos de tres minutos para una generación furiosa con una crisis de identidad: el thatcherismo, el fin de la sociedad y las peleas raciales estaban a la vuelta de la esquina, y el viejo régimen parecía estar lanzando su último hurra en forma de fiestas callejeras frívolas por el aniversario de plata de la Reina. El punk sacudió al pop como nunca antes lo habían sacudido. Fue un antídoto contra la banalidad del glam rock, las pretensiones del rock progresivo, la melosidad del folk rock, el hedonismo de la disco, el sentimentalismo del soul. Un antídoto contra todo lo que había sucedido hasta entonces, lo bueno y lo malo.
Eso fue un llamado a la revolución. Pero la revolución nunca ocurrió. El punk murió luego de un par de años, al igual que el secuaz de Rotten, Sid Vicious. Hacia 1978, Johnny Rotten volvía a llamarse John Lydon, lideraba la banda Public Image Limited y empezaba a recuperar su vida. Un cuarto de siglo después, la misma Reina celebra su Jubileo dorado. “La verdadera motivación es que éste es el Jubileo de los Pistols. Nadie parece haberlo notado. Y creo que es bastante irónico, ¿sabés...? Salir con una gran fiesta de Jubileo. Nuestra fiesta de Jubileo.” ¿Su Jubileo no fue hace un par de años? “Bueno, para ser honesto, soy malo para las fechas. Pero si no es, le pega en el palo.”
El insiste en que será el último show de los Pistols. “No me interesa reformar a los Pistols más allá de esto, tengo demasiados intereses aparte.” ¿Se embarcó en esto, entonces, por el vil metal? “¿Por qué no? Nunca dije que fuera comunista.” Lo sigo a su dormitorio, donde busca una campera. Mientras revuelve la ropa, dice que nunca se llamó a sí mismo punk. “Nunca usé una campera de cuero con tachas, ¿sabés? ¡Nunca! Si hubiera tenido el dinero, no lo habría gastado en esa mierda.”
Yendo por el centro de Londres, Lydon habla sobre lo petrificado que está este lugar. “Acá la gente parece tenerle mucho, mucho miedo al cambio. Están todos aletargados.” ¿No era así hace algunos años? ¿No era esto contra lo que los Pistols se estaban rebelando? “Era un poco más asqueroso”, dice. “Y las líneas enemigas estaban claramente definidas. Había más originalidad. Ahora gana la mediocridad. Se tira abajo cualquier tipo de expresión de libertad. Ahora vivís en el mundo de Beckham. Sin vida, sin alma. Sólo imágenes bonitas. Estados Unidos es un lugar bastante hecho mierda, pero es asombroso volver acá y ver que es todavía peor. La actitud ‘que tengas un buen día’ de Estados Unidos es bastante cretina,pero acá, ¡Dioiooooooos! ‘Por favor, no me lo cuentes’.” A esta altura suena como su antiguo manager y némesis, Malcolm McLaren.
Lydon vuelve a uno de sus temas favoritos: las clases sociales. ¿Cómo se definiría políticamente? “Asexuado... No sé... Individual.” Dice que ha aprendido con los años cómo mejorar su vida, y le encantaría hacer lo mismo por toda la sociedad. Es una gran ambición, le digo, ¿cómo la llevarías a cabo? “Tenés que dejar de interferir en los espacios individuales”, dice. “Tenés que parar de decirle a la gente qué es lo bueno y qué es lo malo para ellos. Si querés ser un drogadicto descontrolado, adelante joven, no te voy a detener, pero no voy a pagar por eso. ¡Dale! Salite del sistema y date cuenta qué es la libertad. La libertad no es hacer lo que quieras a expensas del otro. No se trata de derribar todo sin establecer reglas. Las reglas son importantes, pero son temporales y se supone que deber ser cambiadas.”
¿Su filosofía ha evolucionado desde “Anarchy in the UK”? “Bueno, he observado el movimiento anarquista durante muchos años y lo encontré, en el mejor de los casos, divertido: un juego mental para la clase media, tal como dije hace 30 años. No he visto nada diferente. Mirá a los activistas antiglobalización. Todos se encolumnan detrás de esas banderas que compran en cadenas de supermercados, vuelan en aviones por los Estados Unidos para ir a manifestaciones anarquistas, todos tienen laptops y teléfonos celulares, todos se visten con ropa de las nueve grandes corporaciones de indumentaria. Es todo una trampa del diseño. Sólo comen comida orgánica. Bueno, eso es diseño corporativo. La idea de venderte una papa sucia. ¡Ja ja ja ja ja! Y con eso ganar dinero.”
Bueno, le digo, pronto te tendremos nuevamente en los primeros puestos, según Virgin. “¿Qué?”, exclama, pasmado. Le explico que la compañía discográfica me dijo que los Pistols liderarían los charts con la reedición de “God Save the Queen” en este verano de Jubileo (sólo alcanzó el puesto número 2 en 1977, después de ser prohibida). “Ah, te dijeron eso, ¿no? Bueno, dejame decirte: si querés saber algo acerca de los Sex Pistols, preguntale al Sr. Rotten, quien es los Sex Pistols. No escuches lo que diga Virgin Records. Eso que dijeron me ofende. Cuando edito discos, no persigo otro propósito que disfrutarlo. Ahora sabés para qué estoy acá: para parar ese sinsentido... Actitudes como ésa... Corrupta... Muy, muy negativa. Nunca pensé de esa forma. ¡Jamás!” Lo dice a su manera, pero también es un gran teatro. Por supuesto, Lydon está acá por cortesía de Virgin, para promover el simple y un compilado definitivo de los Sex Pistols.
¿Cómo se llevan los Pistols en estos días? “Como siempre. Hablamos. Siempre estuvimos en guerra entre nosotros por cuestiones de personalidad, pero eso es lo que hizo que la banda haya sido lo que fue. Sería estúpido fingir que somos mejores amigos, pero nunca hay un problema cuando subimos al escenario.”
Le pregunto si realmente disfrutó el año del Jubileo de plata cuando los Pistols estaba en la cima. “Hubo mucho de todo eso que yo me perdí. No estoy bromeando. No sabía que era el año del Jubileo. No tenía idea. Bueno, ¿por qué iba a mirar los diarios o la televisión en ese momento? Estaba enfermo de todo eso.” Evitó a la prensa porque muchas de las cosas que se dijeron sobre él eran mentiras, y dice que eso lastimó a sus padres. “Fui acusado de un montón de cosas sin sentido, como ser adicto a la heroína, y estaba sentado en la sala de estar con mamá y papá la noche que fui acusado de generar una revuelta en una fábrica de montaje. Y ellos fueron criados para creer que los diarios siempre dicen la verdad.”
Le pregunto a Lydon si alguna vez se imaginó que terminaría como Sid Vicious, muerto de una sobredosis a los 21 y acusado del asesinato de su novia, Nancy Spungen. “¡No!”, dice instantáneamente, como shockeado por la pregunta. “No soy como Sid. Y a Sid nunca le importó tener un final horrible. Todo el mundo a su alrededor le decía hacia dónde estaba yendo, pero su arrogancia... Y realmente se creyó mucho eso de ‘sos el másgrande’.” Lydon habla en voz baja, más para él que para mí. “Tal vez lo trajimos demasiado pronto. ¿Qué le vas a hacer? No podés entrenar a la gente, no es como un programa de entrenamiento de trabajo. Era un amigo. Debería haber visto todo el panorama, pero se enamoró de eso de la idolatría a la estrella pop. Y ése es el beso de la muerte.”
Lydon, ahora de 46, parece un poco moralista. Se lo digo. “No”, susurra. “Tengo valores. Las morales son cristianas. Acá no hay religión. Valores. No hieras cuando no es necesario, pero no dejes que nadie traspase esa línea. Es una línea invisible, pero es el respeto por el espacio ajeno.” El anarquista, el tradicionalista, el hippy de paz-amor-y-comprensión, todos parecen convivir felizmente en el Lydon de hoy.
Dice que observar las vanidades huecas del mundo pop le enseñó muchas cosas. El ego, dice, es algo terrible, una pared que construís, o que alguien la construye por vos, para protegerte de la realidad y la decencia. Otra vez suena raro viniendo de una de las más grandes estrellas pop egomaníacas. ¿Realmente cree que aprendió a ser humilde? “Sí. Por eso es que puedo ser lo opuesto de un modo tan salvaje. No puede haber alguien tan arrogante en la vida real. Es difícil creer que soy modesto, ¿no?”

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