Jueves, 27 de noviembre de 2008 | Hoy
EL NO SE PONE PARANOICO... ¡Y DESCUBRE QUE LO ESTABAN VIGILANDO!
¿Cuál es el camino que puede correr esa fotito que posteaste inocentemente? ¿Para qué se utilizan los datos privados que te piden en ciertos sitios? ¿Podés perder el laburo por una frase que escribiste en Facebook? ¿Por qué MySpace guarda tus datos durante un año después de que te das de baja? Demasiadas preguntas y algunas respuestas en este capítulo de Los Expedientes Secretos NO.
Por Facundo García y Luis Paz
Desayuno en casa. A la mesa están sentados Lorena, algún hermano y la madre. Desde la tele, la voz del tipo del noticiero chapucea novedades: “Es cada vez más común que las adolescentes usen Internet para tener sexo”, tira, a la vez que en la pantalla van pasando imágenes hot de pibas en bikini que supuestamente hacen eso. De golpe, entre la sucesión de tetas impersonales aparecen las de Lorena, con su cara a la vista, en una foto que ella había puesto despreocupadamente en su fotolog. Hay gritos, llantos y corridas. Corte. La situación parece sacada de una peli, pero se dio casi tal cual hace pocos meses. Como resultado, se está llevando a cabo un juicio contra un conocido canal de cable por haber asociado a Lorena –que no quiere dar su nombre real– con esa noticia. Lo zarpado es que le podría haber pasado a cualquiera, porque con el fervor figuretti que reina en estos tiempos de banda ancha, la imagen personal así como la información privada han pasado a estar a disposición de cualquiera. Ahora que tantos entraron cual corderitos en la Matrix, ¿es posible salir?
La entrada es gratis, la salida vemos. Este mail llegó a la redacción el 15 de octubre:
“Hola, hay una nota de 2006 donde sale mi foto y quería pedirles si pueden por favor borrarla porque me da sentimientos poco bellos verla. Me encantaría que se apiaden, ya que no sabía que la imagen iba a salir en Internet, pero puse mi nombre y apellido, la vi y me dio cosita salir tan públicamente por los siglos de los siglos...”.
Oh, muchacho que te dejaste desmechar el flequillo, inmortalizado en distintas poses junto a tu muñequito de vinilo, el NO te avisa: si lo pedís, podés quitar tu imagen de acá; pero si circuló por otros lugares –incluyendo blogs, fotologs y demás–, estás en el horno. Nada te garantiza que otros no hayan hecho copy/paste de lo que estaba colgado, usándolo para lo que se les antojara. Aun si las imágenes no eran comprometedoras, es posible que tu linda carita ande por ahí photoshopeada y puesta sobre un cuerpo desnudo, promocionando sites porno cuyos dueños viven en algún archipiélago polinesio.
Ir a buscarlos va a ser complicado. Así que por lo pronto conviene saber que al menos en la Argentina, de acuerdo con el artículo 31 de la Ley 11.723, “el retrato fotográfico de una persona no puede ser puesto en el comercio sin el consentimiento expreso de la persona misma”. Eso quiere decir que, en teoría, si vos no querés, nadie puede hacer circular tu foto. Incluso si en un momento diste el permiso y más tarde te arrepentís, está la opción de echar todo para atrás. Tu imagen sí puede difundirse cuando el uso se relacione con “fines científicos, didácticos y en general culturales”, o cuando te la sacaron “en función de un interés público” o en un evento que se desarrolló en público (un recital, por ejemplo). De todos modos, hay un elemento que se debe tener en cuenta: para la ley, hasta los 14 nadie es lo suficientemente maduro para dar “consentimiento”, y hasta los 18 la situación es difusa. Si sos menor y tus viejos decidieran “despublicar” lo que pusiste en la red, los jueces probablemente les darían la razón.
Ariel Wainer ya no tiene esos problemas porque pasó los 18 hace dos veranos. Hoy es programador y suele dar charlas sobre privacidad en la web. “No hay que postear nada que no colgarías en un cartel en la puerta de tu casa”, ilustra. El flaco juzga que hay una confianza injustificada en las empresas proveedoras: “¿Pensás que si mañana viene el Estado y les pide información sobre vos no se la van a dar? ¡Seguro que sí! Por otro lado, nadie se come eso de que hay servicios ‘gratuitos` de correo o lo que sea. No lo hacen de onda: la mayoría de las veces la paga pasa por las pistas de consumo que recogen a partir de tu comportamiento”.
Lo que mostrás hoy, ¿será lo mismo que vas a querer mostrar mañana? Ariel recomienda hacerse la pregunta un par de veces antes de poner aquel retrato de la noche en que descontrolaste bailando con una zanahoria como pareja. “Si querés, borrá tu casilla de correo, tu Facebook, tu MySpace, tu Hi5. Quitar lo que ya publicaste va a ser, de todas maneras, una tarea gigante. Vas a tener que contactar a todos aquellos que colgaron tus aportes en otro lado, de lo contrario te van a continuar escrachando por toda la eternidad. Encima está el archivo de Internet, que lleva un recuento de todo lo que ha ido pasando en las direcciones (www.archive.org)”, advierte. “En conclusión, la posta es hacer las cosas porque tenés una razón valedera. Por ejemplo, no uso Facebook porque todavía no entiendo para qué me serviría.”
La que sí le encontró un uso fue Laura Michaels (23). La prensa británica informó a principios de este año que esta rubia de Bristol había descubierto que podía usar su cuenta para voltearse chabones en cantidades industriales. Es cierto que Facebook da para volverse confianzudo (y si no, ¿por qué todos los contactos aparecen como “amigos”?); pero la mina fue más allá e hizo un grupo que se llamaba “Necesito sexo”. En diez minutos ya había treinta y cinco anotados, y terminaron sumándose sesenta y cinco más, aunque para el dunga dunga ella eligió “solamente” a cincuenta candidatos. Luego de que Facebook la diera de baja (¿?), ella salió a declarar que sabía que mucha gente iba a mirarla con desprecio y hasta pensar que era una puta. “Pero lo que hice fue satisfacer mis deseos, y está buenísimo que Internet me haya dado la chance de hacerlo”, retrucó. Por supuesto que no es necesario exponerse tanto para pasarla bomba. Y si no vayan a preguntarle a Kyle Doyle. El mes pasado, este teleoperador de Sydney decidió pegar el faltazo al laburo poniendo como excusa que estaba enfermo. La sorpresa vino tras meterse en la Red Social y compartir con sus contactos la siguiente observación: “Kyle Doyle no va a ir a trabajar, a la mierda. Todavía estoy de resaca. ¡Tomá!”. Su jefe leyó el mensajito, y el resto de la historia se completa sola. O no, porque la anécdota dio vueltas por toda la red. Por más que la empresa que lo había contratado alegó que todo esto no había sucedido, la bola ya se había echado a rodar: Kyle declaró que está “intentando esconderse” y va a tener que prender una velita para que sus futuros empleadores no lo googleen a la hora de obtener referencias.
En Facebook aseguran que cualquier macana de ese estilo es responsabilidad del usuario. En la sección “Política de Privacidad” puede leerse: “Tú publicas contenido (...) bajo tu propio riesgo”. Más adelante se aclara que, “al usar Facebook, consientes que tus datos personales sean transferidos y procesados en los Estados Unidos”, y que ellos se reservan “el derecho a cambiar la Política de Privacidad y las Condiciones de Uso en cualquier momento”. Nadie atiende a estas cosas antes de meterse; como tampoco se ocupa de investigar por qué el filósofo de derecha Peter Thiel se encuentra entre los defensores más acérrimos del proyecto, ni en qué medida es real la cercanía con la CIA que le han atribuido a esa Red Social periodistas como Tom Hodgkinson, del periódico inglés The Guardian.
Que los datos se procesen en Estados Unidos no es una trivialidad, porque si llegás a tener problemas va a ser mucho más difícil defenderte. En nuestro país, la Ley 25.326 establece que “el tratamiento de datos personales es ilícito cuando el titular no hubiere prestado su consentimiento libre, expreso e informado”. O sea que si te llegan a sacar info sin permiso, están infringiendo la legislación. Eso no incluye el nombre, el DNI, la identificación en la AFIP, la ocupación, la fecha de nacimiento o el domicilio, que son considerados datos públicos. Los que tomen tu info tienen que dejarte ver qué saben sobre vos y no pueden usar lo que les reveles para otra cosa que para lo que te dijeron al momento de hacerte las preguntas. Claro que si tus cuentas se manejan con la ley de otro país, cuesta poco imaginarse la sonrisa de Guasón que ponen los responsables ante este tipo de planteos.
Para hacerla corta, recuperar el anonimato es más difícil que bailar como Chayanne. En Facebook, la posibilidad de “desactivarte” no implica que se eliminen los datos que ingresaste y de hecho, en caso de que quieras recuperar tu cuenta supuestamente “desactivada”, se te envía un mail de confirmación, ya estás adentro otra vez... ¡y recuperás “mágicamente” la info que pensaste que habías eliminado! Federico Pérez, manager de marketing de MySpace Argentina, señala que en sus oficinas están muy atentos al debate. Jura que la cosa es sencilla y que en 48 horas se te da totalmente de baja, y asegura que el perfil y todos los contenidos se borran o se vuelven anónimos, incluyendo nombres y fotos que hayas puesto en los comentarios. “Es como si no hubieras pasado por ahí”, refuerza.
Ahora bien: ¿por qué MySpace guarda los datos por un año luego de que te fuiste? No los hace públicos, es verdad. Pero igual la situación es incómoda. Según los voceros, esa información se almacena para agarrar a los que infringen la ley. Y mientras uno está activo, ¿hasta qué punto lo están “trackeando” o “siguiendo”? “No utilizamos esta tecnología para usuarios anónimos sino sólo para aquellos que permanecen con una sesión de usuario iniciada”, tranquiliza Pérez, antes de agregar que se trata de un seguimiento de preferencias y no de un análisis de toda la conducta online. Tanto Facebook como MySpace se lavan las manos en lo que respecta al comportamiento de sus anunciantes. Como se lee en la “Política de Privacidad de Myspace”, la firma “no es responsable por las prácticas de privacidad de los sitios web u otros servicios operados por terceros que contengan vínculos a los Servicios MySpace o estén integrados a éstos”. En criollo: “Nosotros no te vigilamos, aunque no garantizamos que nuestros anunciantes no lo hagan”.
Silvina, de 23, está repodrida: “Antes uno salía, y la gente se contentaba con llamarte a tu casa y dejarte un mensaje. Cuando volvías, le respondías. Ahora no: un mensaje de texto ya te espera con reproches por no contestarlo, y no valen las excusas de no tener crédito, haber olvidado el celular, o simplemente haberlo apagado porque no tenías ganas de usarlo”. “Ya no podés fugarte de nadie porque si encima cometés la estupidez de poner fotos y demás información, hasta tus enemigos van a desplomarse de la risa al conocer tu vida. Y bueno, yo hago eso un poco... ¡Te enterás de cada cosa!”, resume la morocha que, paradójicamente, se puso de novia gracias a su blog baldeandoelcorazon.blogspot.com.
Arturo Buanzo Busleiman coincide. El empezó a programar a los 8, a los 12 ya era un hacker consumado y hoy trabaja como consultor independiente en seguridad informática. “Por favor, aclará que hacker no es lo mismo que cracker, porque un hacker tiene como principio ser buen tipo”, pide. Después se embala: “Que vos no seas paranoico no significa que no te estén espiando”, sentencia.
–Depende. ¿Cómo es la persona? ¿A qué se dedica? ¿Qué le preocupa? Desde esa base podés hacerle un ataque de “ingeniería social”, que es cuando te convencen de que tenés que revelar cierta información para renovar tu tarjeta de crédito, el carnet del club o lo que sea. O de “ingeniería social inversa”, que es generarle un problema al chabón para que tenga que recurrir a vos y darte información. Hay mil modos, hasta puedo meter un programita en tu compu y ver todo lo que tipiás en tu PC. Es tan fácil que ya perdió la mística.
–Si no sabés mucho de informática, el primer paso es fijarte si encontrás mails que no habías visto y que sin embargo figuran como leídos, o cualquier otra cosita que esté fuera de lugar. Si te lo hacen bien, no te vas a dar cuenta jamás.
Buanzo está persuadido de que con sólo tener el número de DNI de otro podés armarle un quilombo padre. Y eso es un recurso básico. Hay tecnologías que hasta permiten leer a la distancia lo que muestra un monitor. “Eso se hace detectando las señales radioeléctricas que emite la pantalla. El sistema es muy viejo, así que no sé cómo será con los aparatos actuales”, se ataja el entrevistado. “Seguro que otro ya le encontró la vuelta. El día que los hackers se pongan de acuerdo, dominarán el mundo.”
–Mirá, con un poco de tiempo se esfuma cualquiera, siempre que pueda pagar los costos. Lo mejor es usar el sentido común y no dar demasiados detalles de entrada, para no encontrarse en esa necesidad.
En Corea del Sur, uno de los países más conectados del planeta, los ciberbarderos han saltado al primer plano. La polémica se encendió cuando se suicidó un actor muy conocido, Ahn Jae-hwan. En los foros empezaron a decir que la culpable había sido la bella Choi Jin-sil, una estrella de la cinematografía asiática. Tanto la agredieron online, que también Choi decidió terminar con su vida y se ahorcó. Sus parientes están seguros de que las acusaciones que le hacían en los posts fueron una de las causas de la tragedia. Acá, Sergio Samoilovich, de promotordesitios.com.ar, asegura que no hay que hacerse mala sangre. El hombre se dedica a posicionar websites en los buscadores. También hace “cuidado de la reputación”, es decir, que las menciones negativas a algo o alguien se pierdan en el mar de las páginas de resultados. Y certifica que dejar fuera de circulación a aquel comentario en el que te putean por el campeonato puede salir unos cuantos morlacos: “El precio arranca en los 500 dólares. Yo intento posicionar páginas arriba de la que te molesta, para que quede sumergida entre miles y nadie la encuentre”. Si no tenés guita, sonaste. “No hay una defensoría para los pobres que sufran este tipo de ataques”, admite.
Nada más lejano al buen par de billetes que debe haber pelado Diego Maradona para conseguir que si ponés su nombre completo o su apellido en las búsquedas de Yahoo Argentina, directamente no aparezcan resultados. La respuesta es un cartel donde se lee que “con motivo de una orden judicial solicitada por partes privadas”, se han visto obligados a “suprimir temporalmente todos o algunos de los resultados relacionados con esta búsqueda”. Al igual que otras ciento ocho personas –entre las que se cuentan modelos, actores y hasta funcionarios públicos–, el Diez ha iniciado acciones para borrarse de la red. O mejor dicho, para aparecer en la medida en que él quiera y no asociado con páginas eróticas, blogs agresivos, etcétera. Lo gracioso es que sí podés rastrearlo desde buscadores de otros países; o alterando una letra y poniendo “Maradone”, “Maradoni” o lo que se te ocurra.
Gustavo Daniel Tanús es uno de los abogados que trabaja en estas causas. “¿Cómo puede ser que uno pueda decidir no aparecer en la guía telefónica y no esté la posibilidad de hacer lo mismo en Google o Yahoo?”, se enerva. Y ejemplifica: “Tengo una chica que ganó un juicio por acoso sexual. El lío es que actualmente nadie la toma en los trabajos porque la buscan en Internet y lo primero que salta es ese caso. Los buscadores tardan en escuchar razones”. En contraste, Tanús recuerda que cuando han recurrido a él clientes que eran defenestrados en Fotolog, bastaron un mail y un fax para zanjar el inconveniente: “Hay que ver; hay sites que podrían no reaccionar ante un pedido desde la Argentina”.
–Podrías llegar a tener que hacer un juicio en Estados Unidos o donde estén. Ahí los precios se disparan. Entonces hay que estar atento a las normas a las que se somete cada sitio y usar los que te generen confianza. Mientras Yahoo Argentina prefirió no hablar de estos asuntos, Google divulgó su perspectiva. “No controlamos los contenidos, así que si la persona que desea ser borrada apareció en artículos periodísticos o blogs, deberá hablar con los dueños de esos sitios para que lo quiten. Google no bloquea nombres frente a un pedido porque estaría bloqueando el derecho al acceso a la información”, puso en aviso Alberto Arébalos, director de comunicaciones en Latinoamérica para ese buscador. En casos particulares, Google retiró de su índice vínculos “que infringieron el derecho de un individuo” o cuando hubo “algún tema legal con fallo de jueces”. Arébalos cree que nadie aparece “en Internet” sino en medios, blogs, redes sociales y bases de datos que existen en la web. “En última instancia, si la preocupación es no aparecer, se podrá dejar de enviar mails, darse de baja de la electricidad, no tener teléfono, ni trabajo en blanco, tampoco cuentas bancarias, ni tarjetas de crédito”, apura. “En fin, vivir en el anonimato sin los beneficios de la sociedad civilizada.” En medio de tantos discursos encontrados, la verdad más evidente es que ser desconocido nunca salió tan caro.
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