Jueves, 28 de enero de 2010 | Hoy
SE LANZA AL MERCADO DEL COMIC LA SANTA BLANCA
Los autores de esta historieta se “trajeron” a Python, un antihéroe nacido en San Francisco ahora asentado en un supuesto pueblo argentino llamado Resurrección.
Por Sebastián Ackerman
Nacido a mediados de los ‘90 en las páginas de El Tony, Python era un científico que –por distintas traiciones– fue víctima de un atentado en su laboratorio al que sobrevive, pero con mutaciones que lo hacen parecer un reptil. A diferencia de otros protagonistas de historietas (como Flash y el Hombre Araña, por ejemplo), este antihéroe cobra un aspecto sombrío y pesimista, y su “poder” es ningún temor a la muerte. Año nuevo, comic nuevo, entonces: ya está en los quioscos La Santa Blanca, el primer número de este renacido Python, que traslada sus aventuras desde su San Francisco natal a un pueblito en la Argentina y además está realizado íntegramente en estas tierras. “Nosotros miramos y consumimos comic americano, pero a mí me cuesta mucho dibujar tipos que vuelen...”, explica Sergio Ibáñez, dibujante de la historieta, al NO. “Creo que tenés que nacer en Estados Unidos o consumir mucho esa cultura para sentirte cómodo ahí. Python es un héroe en un sentido más amplio porque apunta al bien, pone todos los recursos, son episodios hasta épicos en algunos casos”, asegura.
Ex integrante de Columba (la mítica editorial de comics, que llegó a vender un millón de ejemplares por mes), junto a Marcelo Ciccone ya habían trabajado con Python en aquellos años. Ahora volvieron a reunirse con un personaje que ya conocen, pero sin la presión de la editorial para hacer las historias. “No tenemos ningún límite, salvo el que nos pongamos nosotros”, se entusiasma Ibáñez, y asegura que este nuevo proyecto “es un laburo totalmente fuera de la industria. Lo pensamos así, y después... ¡que sea lo que Dios quiera!”, apuesta sobre el material, dibujado a mano y con color digital.
Parte de esa libertad es haber traído a Python a Resurrección, un pueblito perdido en “algún lugar del país”, que, para el dibujante, “es una especie de metáfora del tercer mundo. Eso nos da la libertad de meter los elementos que nos parezca dentro de esa metáfora. El Python de Columba transcurría en San Francisco porque empezó como una historia encuadrada dentro de un policial americano. Ahora le buscamos esa vuelta, y nos permite hacerlo más cercano y con guiños a una cotidianidad más habitual”, sostiene.
En este primer número, Python está deprimido, tirado en un sillón, buscando restos de pizza rodeados de cucarachas y una botella vacía de cerveza. “Sólo se percibe su respiración y el roer de una rata en algún lado. No le importa la rata. Ya se acostumbró a su presencia. La rata se acostumbró”, reza la primera viñeta. Para sacarlo de ese estado, su amigo Splinter le encarga una misión falsa, que por esas cosas (es decir, para que haya historia) termina enfrentado a Python con bandas narcos, y lo pone frente a una leyenda urbana, que se convierte en realidad. Ibáñez destaca que este proyecto es una combinación de historia “clásica” con “toques” de humor, “en momentos en los que el lector no los espera tanto”, y señala que, aunque aún vive de lo que dibuja para el extranjero, la apuesta es fuerte.
El segundo número está planeado para mayo. ¿Funcionará Python? “Te lo contesto en unos meses”, se ataja. “Es un enigma para nosotros también. Sabemos que acá siempre hubo lectores de historietas, y estamos viendo si se puede recuperar eso. Todos estamos en esa historia de la reconstrucción. Había muchísima gente que leía comics, y ahora hay menos. Esto andaba, y apuntamos a hacerlo funcionar otra vez.”
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