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Domingo, 24 de noviembre de 2013

FAN › UNA FOTóGRAFA ELIGE SU FOTO FAVORITA: LULA BAUER Y “ESPALADA”, DE GERALDINE BARóN

LAS ALAS INVISIBLES

 Por Lula Bauer

“Yo no admiro a otros fotógrafos/ Los envidio profundamente/ Los envidio porque no veo como ellos/ Porque ven distinto a mí/ Y no es que yo quiera que sus fotos sean mías/ Sino que me gustaría comprender cómo ven/ Para saber en el fondo cómo sienten.”

Fui corriendo a escribir esto cuando terminé de ver la obra de Geraldine. La conocía de nombre y teníamos amigos en común. De celosa no había querido prestarle atención, pero había algo de su energía que me atraía. Decidí entrar en su página. Cuando recorrí todo su trabajo sentí que nunca había experimentado la envidia en un estado tan puro y honesto; quería saber todo sobre ella. No entendí su mundo pero a la vez sentí que me había transformado.

Concibo la fotografía desde la tristeza. Para mí ésa es su verdadera esencia; y las imágenes que salen del mundo de Geraldine están inmersas en ella. En esa gran tristeza del fotógrafo, silenciosa e invisible.

La foto que elegí, esta foto, fue un puñal directo a mi corazón. ¿Qué estaba haciendo mi amigo abriendo esas alas que ni sabía que tenía? ¿Cómo yo no sabía eso? ¿Cómo hizo ella para verlo? Qué increíble que lo haya fotografiado, qué bronca, la amé al instante. Allí vive la energía oscura del no saber qué está sucediendo, qué están haciendo esos dos chicos, así puestos, desordenados. ¿Están sonriendo? ¿Están tristes? Todo es misterioso y oscuro, pero por sobre todo, está la mirada de ella ahí; están sus ojos recortando ese espacio, queriendo mostrar algo. Siento tanta admiración por este recorte. Por cómo me hizo sentir viendo esta foto. Quisiera saber si yo despierto esa misma emoción en los ojos de otros. Hoy que hay tantas imágenes y tan poca fotografía.

¿En qué se transforma el amor cuando lo capturamos? ¿En un recorte o en un espacio emocional contenido?

Vivimos perseguidos por nuestras fotos, amamos, nos separamos, nos distanciamos de las personas, sentimos que el momento que fotografiamos es nuestro tiempo eterno. Lo encapsulamos y después lo tenemos ahí, estático y duro. Un puñal que atraviesa. Uno quisiera pensar que el sentimiento dura para siempre. Cada fragmento es parte del pasado y el deseo del futuro. Entonces me pregunto, ¿qué hacemos con todas esas fotos que hicimos y que duelen tanto?

En algo nos parecemos con Geraldine: nuestra obra está centrada en nuestro círculo de amigos. Las fotos son los recuerdos más fuertes que tenemos. La conciencia sobre lo que queremos guardar es monstruosa. Porque para capturarlo hay que estar distantes. La fotografía es la muerte de algo íntimo que nadie entiende, porque no sabemos ni cómo explicarlo.

Es lo que nos toca, ahí nos hiere, así vivimos.

Abro miles de preguntas con cada fotografía que veo y hago. ¿Cómo poner en palabras el universo que rodea y construye un fotógrafo? Quizás Carson McCullers lo pueda decir mejor que yo: “Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y, de un modo u otro, el amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo”.

El fotógrafo es ese amante. No puede enamorarse de nadie porque tiene que amar a todos todo el tiempo. Gracias Geraldine, gracias Carson y perdónennos por todo.

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