Domingo, 29 de marzo de 2015 | Hoy
A diez años de la muerte de Pappo, Juanse encaró la tarea de un tributo que a la vez que homenaje, se convirtiera en un antídoto contra la nostalgia. La idea de Pappo x Juanse, el disco que se presenta el viernes 10 de abril en el Teatro Opera, era llevar a cabo un viaje a fondo al corazón del blues y el rock a partir de un rescate integral de Pappo: como músico, como intérprete y como compositor. Y por supuesto, como uno de los personajes centrales de la escena de la música local por más de treinta años. Un personaje como el Carpo al que, cree Juanse, no se le hizo suficiente justicia ni se le dio todo el reconocimiento que merece. Antes del show, Juanse repasa cada uno de los clásicos inoxidables que conforman el disco y, a la vez, una larga y entrañable historia de ir juntos a la par.
Por Juan Andrade
Juanse podría escribir un libro sobre sus recuerdos, anécdotas y experiencias con Pappo. Sería un texto inspirador, divertidísimo y por momentos también quizá doloroso, que se podría remontar a la primera vez que escuchó esa música que lo marcó para siempre, pasando por las mil y una noches compartidas arriba y abajo del escenario con el Carpo, para llegar al último encuentro o diálogo, antes de aquel accidente que terminó con su vida hace ya diez años. Pero Juanse, como todos sabemos, no escribe libros sino letras de canciones, además de tocar la guitarra y cantar. Lo que hizo entonces fue rendirle tributo a través de ese otro lenguaje que tenían en común, el de la música: Pappo x Juanse se puede escuchar como un viaje al corazón del blues local, en el que las canciones del primero también atesoran partes importantes de la vida del segundo.
No es común que una estrella de los quilates de Juanse se despoje de su propio ego para dejar al descubierto el respeto, la admiración y hasta la devoción que siente por un artista que fue su maestro, pero también su colega y su amigo. Una cosa es proclamarlo en una entrevista o en medio de un recital; otra muy distinta es meterse en un estudio de grabación para dejarlo plasmado en un disco. Pappo ya había tenido una especie de “homenaje en vida” con el CD doble Pappo y amigos, con participantes de diversas extracciones y generaciones. Pero si hubiera que pensar en algo así como las “versiones definitivas” del repertorio con Pappo’s Blues, sería difícil encontrar una figura más apropiada que la de Juanse para encabezar la misión. Sin ese eslabón fundacional para el blues rock criollo, sería poco menos que inimaginable una discografía como la de los Ratones Paranoicos y, obviamente, la de todos sus continuadores y descendientes.
A la hora de poner manos a la obra, Juanse no dejó de lado al fan del Carpo que habita en él desde su más tierna infancia, tal como lo deja en claro en este repaso tema por tema. El suyo no es un rescate de objetos arqueológicos apreciados por su valor museológico, uno de esos ejercicios de revisionismo histórico propios de la vertiente retro del género. La que marca el pulso de Pappo x Juanse es una relectura apasionada y vital, integral y orgánica, de un puñado de piezas que hoy son clásicas y que, en su registro original, quizá no habían tenido una calidad de audio acorde con su verdadera estatura artística. Tecnología aplicada al estudio de grabación mediante, Juanse les hace justicia con un marco sonoro impecable y una banda sólida y eficaz, que de a ratos deja el centro de la escena para que se luzcan invitados como Andrés Calamaro, Gabriel Carámbula y (¡sorpresa!) Peteco Carabajal.
“Quiero que le den la bienvenida al Señor Rock and Roll”, anunció Charly García al presentar a Juanse frente a un Gran Rex colmado, allá por fines de 2011. Y juntos arremetieron con una versión de “La sal no sala”. Hagan memoria, pero la imagen de Juanse subiendo al escenario para compartir el show de un pesado pesado del rock argento es tan reiterada como fuerte es la sensación que dejó flotando en el ambiente de aquella noche 60 x 60 de Charly: su presencia aporta valor agregado rockero en cualquier contexto, como si encarnase en su persona la esencia misma del género. Su adoración por Luis Alberto Spinetta y su afinidad con Andrés Calamaro también quedaron documentadas en vivo en un par de noches inolvidables: la de las Bandas Eternas en Vélez y la de El regreso en el Luna Park, respectivamente. Con el primero cantó “Adónde está la libertad”, con el segundo “Desconfío”; ambos temas incluidos en Pappo x Juanse.
Juanse habla de Pappo como músico, compositor e intérprete. Habla de él como amigo y compañero de aventuras. Y también habla del misterio que rodea a su obra, una cualidad que se vuelve particularmente tangible en ciertas canciones de Pappo’s Blues. Pappo no se jactaba de los libros que había leído o de sus referentes intelectuales, pero algunas de las ideas, reflexiones y críticas que traficaban sus letras tienen una potencia demoledora que sigue vibrando a la par de la música. Fue, posiblemente, el mejor guitarrista que ha dado el rock en Argentina, pero la suya era una personalidad artística integral. Podía hacer monerías, soltar risotadas o dar rienda suelta a sus impulsos primarios, sin que eso implicara una pérdida de profundidad, capacidad de observación, sensibilidad o sabiduría a la hora de componer. En definitiva, un tipo tan simple y a la vez tan complejo como dejaba entrever esa autodefinición que, recuerda Juanse, repetía cada tanto: “Yo soy un humilde muchacho de La Paternal”.
RUTA 66 “La idea del disco estuvo muy coordinada y combinada a través del tiempo. Hay casualidades y causalidades. Porque lo quiero hacer desde que el Carpo estaba con vida. Una vez le dije: ‘Voy a grabar un disco con temas tuyos’. Y él me contestó: ‘Bueno, ¿yo podré tocar en alguno?’. ‘No sé, en uno sí... Pero no vas a tocar en todos, ¿si no qué sentido tiene?’. Se convirtió en una cosa un poco idealizada, con el paso del tiempo. Al haber sido productor en Caso cerrado de Pappo’s Blues, hicimos juntos la traducción de ‘Ruta 66’ en el estudio El Pie: es la versión que hoy canta prácticamente todo el mundo. Yo siempre digo que tendría que haber un cartel en los pubs que diga: ‘Está prohibido tocar ‘Ruta 66’’. Caso cerrado es un disco que lo centró. Y cuando recibieron el material de toda su carrera en el exterior, cuando él iba a tocar con la banda que le había armado el sello Arista para desarrollar su carrera en Estados Unidos, eligieron Caso cerrado, directamente. Después de esta anécdota, de cuando le dije que quería grabar el disco con sus temas, pasó el tiempo y ocurrió lo que lamentablemente todos sabemos que ocurrió. Y yo tuve como un impasse. Hice un proceso interno que me costó. Para colmo, mi papá falleció el mismo día, pero cuatro años más tarde. Tuve que hacer un duelo. Pero me di cuenta de que las cosas tenían que seguir, no porque ‘el show debe continuar’, sino porque se fueron estableciendo a través de lo que uno es individualmente, como algo incuestionable. Entonces todo me fue llevando a este disco. Porque yo desarmé una banda que estaba en el nivel de los 80 o 100 shows anuales, con una infraestructura que había que sostener, porque uno se acostumbra a un determinado ritmo de vida. En el primer año después de la disolución del grupo, pasé a 15 o 12 shows por año. Pero con la mente menos complicada, con otros factores más importantes. Bueno, se habla mucho de mi ‘espiritualidad’, de mi ‘conversión’: es real, sí. Pero más que nada, lo que es real es que hay un momento de la carrera donde hacés un estilo que conservaste a lo largo de todo tu recorrido, sin importar a qué corriente momentánea aferrarte para poder mantenerte. Por eso me puse contento cuando recibí un llamado de Pelo Aprile, que me dijo: ‘Quiero que grabes un disco con canciones de Pappo’. Yo a Pelo lo conozco desde hace 25 años. Nunca había trabajado con él. Y te puedo asegurar que fue como si me hubiera leído la mente. Aparte, yo le había dado un disco mío, que él guardó. Un día se levantó a buscar una agenda o no sé qué, en el mueble en el que tiene el equipo de música y los discos. Y se le cayó mi disco en el pie, Rock es amor igual. Y ahí se le armó todo en su cabeza y me llamó. Por eso las cosas son causales, pero también casuales.”
SUCIO Y DESPROLIJO “La lista es perfecta: eran 28 temas y quedaron 14. El primero, el que más me hizo concentrar, fue ‘Sucio y desprolijo’. Siempre me gustó. Lo toqué pocas veces con él. Entonces fue un desafío hacer una buena versión de una canción complicada. La intro es una de las obras más grandes que yo escuché de la música: esos primeros segundos son como Bach, es una mezcla de Bach con Paganini. No sólo lo digo por la ejecución, sino también por la composición. No sé cómo se le ocurrió, realmente. Nunca lo hablé con él. Se llama ‘tracciamento’, es un método secreto para realizar algo. No es hechizo ni nada que tenga que ver con esas cosas: es un método misterioso que no tiene mucha explicación. Y es difícil develarlo, no porque sea difícil develarlo para nosotros, sino porque tampoco entendemos cómo se hizo. Esa gran cantidad de horas que yo tengo con él, de estudios y de shows, me hizo distribuir todo como si él estuviera presente. Y así suena el disco, también. Todos sentimos su presencia artística, no como una aparición física o espectral. Que, en algún aspecto, puede ser lo mismo. Sinceramente, había momentos en los que sentía que él estaba por algún lugar, que se iba al baño o por ahí se quedaba horas mirando una pared. Ahí está el quid de la cuestión: yo podría grabar 50 canciones más de Pappo. ‘Sucio y desprolijo’ es como un exorcismo. El exorcismo está tomado desde otro lugar, porque la literatura se encargó de darle un carácter oscuro. Pero los exorcismos nunca van hacia el lado oscuro, sino que sirven para sacarte la oscuridad de encima, para evitarla o para combatirla. Una vez leí en una revista que se decía que un artista muy popular de la Argentina, no importa cuál, era alguien muy ‘hermético’. Y no hay nada menos hermético que ese artista. En cambio, hay hermetismo en las letras de Pappo. Y la de ‘Sucio y desprolijo’ lo refleja de cuerpo entero: así es él como artista.”
DESCONFÍO “‘Desconfío’ es una de las canciones que más escuché desde chico. A los 11 años compré Pappo’s Blues 2. Y no lo podía creer. Tenía un disco que se llamaba Rock alternativa, un compilado en el que había un tema de Pappo, ‘Nunca lo sabrán’. En el momento en el que salió Pappo’s Blues, el blues en castellano sólo estaba expresado por Javier Martínez. ‘El hombre suburbano’ es otro de los temas que siempre estuvieron presentes entre los chicos del barrio que querían aprender a tocar. Pero ‘Desconfío’ tiene una carga especial. Y aparte es todo lo contrario a lo que representa: lo que él está expresando es el enorme prejuicio que hubo, que hay y que habrá en la sociedad, que te impide entrar en determinados niveles, por ejemplo la espiritualidad. Y en este disco lo grabamos con Andrés Calamaro, con el que tenemos una relación que data del año ’89, cuando fuimos a ver a los Stones a Nueva York, durante la gira Steel Wheels. Convivíamos gran parte del día, nos hicimos bastante compañeros. Siempre hubo una afinidad musical: lo que todos tardan en hacer 4, 5 o 6 horas, nosotros lo resolvemos en 15 minutos cuando nos juntamos. Y con ‘Desconfío’ fue así: él justo venía de viaje, fue una hermosa jornada en el estudio. Lo que me pasa con Andrés, a mí solo me ocurre cuando compongo con Gabriel Carámbula o cuando estoy solo y tengo que hacer una canción. Al ser el productor del disco, tenía que armar algo con respecto a la intro para la versión de ‘Desconfío’. Y con Andrés, justamente, cuando él me invitó al Luna Park de su regreso en 2005, habíamos hecho esa intro. Entonces empezamos a trabajar desde ahí, y después le agregamos los coros”.
ADÓNDE ESTÁ LA LIBERTAD “Una de las cosas de las que me encargué fue de aglutinar a los que realmente habían tenido que ver, en parte, con la verdadera historia del Carpo. Y con Gabriel Carámbula íbamos a la casa todo el tiempo, desde chiquitos. Yo tenía 17, 18 años y Gabriel tenía 15 o 14. Por la casa de Berugo, su padre, pasaba mucha gente: el Negro Rada, María Creuza y muchos otros músicos. Había de todo, era el mundo del espectáculo a pleno, porque Berugo era conductor de televisión, humorista, actor de películas. Y un día apareció Pappo. Berugo no era tan amigo suyo, pero entonces empezamos a ir a la casa de Pappo. Para nosotros ir a la casa de Pappo era algo tremendo. ¡Tremendo! En esa época recién empezaba a ser masivo, con Riff, porque antes no lo era. Nunca lo fue, en realidad: siempre fue como una leyenda. Pappo tocaba el bajo en discos increíbles, nadie sabe que es él: era un músico de sesión, bien británico desde ese punto de vista. Los británicos tocaban desde muy chicos. Jimmy Page, Jeff Beck, Ronnie Wood, Harrison o Peter Frampton eran contratados por las compañías para que tocaran con artistas populares. Hay un montón de discos en los que Pappo toca el bajo. El otro día alguien me dijo: ‘¿Sabés quién toca el bajo en este tema? Pappo’. Grabó con muchos músicos populares de la RCA Victor: lo llamaban, él iba y tocaba. Así fue como entró a Los Gatos: se corrió la bola y lo llamaron. O en Conexión N 5, también. En ‘El oso’ de Moris, el que toca el bajo es Pappo. Así que era increíble para nosotros estar con él, a esa edad. Gabriel sabía el solo de ‘El tren de las 16’ a los 14 años: lo hacía perfecto. Ya se conocía todo el repertorio de Pappo y de Johnny Winter. En el disco toca en varios temas, pero lo que hace en ‘Adónde está la libertad’ es increíble. En la versión de ‘Fiesta cervezal’ hace la base, pero igual es tremendo. Y después, en ‘El viejo’, es impresionante el solo final.”
TRABAJANDO EN EL FERROCARRIL “Pappo armaba los temas con las experiencias que él tenía o lo que iba viendo en el camino. Viajaba a Estados Unidos, iba a Los Angeles y después se mandaba al interior de California. Y veía esa música, que para nosotros son las rancheras y para ellos son esas tarantelas americanas, con violines y todo. Quiso hacer algo así en ‘Trabajando en el ferrocarril’, pero le salió un poco diferente. Entonces yo, que conozco lo que él quería, un día estaba en la oficina de Pelo y se me apareció un violín en la cabeza. Y después se me apareció Peteco Carabajal. No lo conocía personalmente, pero cuando produje Caso cerrado metí un violín en uno de los temas, y el que lo tocó fue Peteco. Tengo una admiración muy grande por su obra, para mí es uno de los compositores más prolíficos y uno de los músicos más completos de Argentina. Y el violín que metió en ‘Trabajando en el ferrocarril’ le dio todo a la versión. Además, lo que hizo en ‘Una casa con diez pinos’ es hermoso.”
UNA CASA CON DIEZ PINOS “Era la canción que más le gustaba tocar y escuchar. La toqué miles de veces con él. Entonces la incluí en el disco, porque era como un tema suyo. Hablé con Javier Martínez y él, por supuesto, está en otro mundo, pero me dijo: ‘Hacé lo que quieras’. Para mí, Javier es uno de los letristas más grossos que hay. Están Spinetta, Javier Martínez, Pappo y no hay muchos más. De rock and roll, no hay. Algunos se preguntan de qué Avenida Rivadavia habla Javier: si la de La Perla o la de Avellaneda. Seguramente habla de la avenida Rivadavia del centro, pero está la posibilidad de que hable de la otra. Esas letras son ejercicios lúdicos, construyen realidades. Lo que pasa es que hoy estamos mirando cuánta gente metió Ringo Starr, entonces estamos muy lejos de lo que hacía Javier en canciones como ‘Una casa con diez pinos’.”
BLUES LOCAL “Fue una producción muy prolífica la de la época de Blues local. Pero, antes de eso, lo tuve que ir a buscar a Pappo al taller. Hay una confusión muy grande con esa anécdota, que conté muchas veces: no estaba en el taller mecánico, sino en el garaje de su casa. Estaba arreglando el auto del padre, tirado abajo. Había dejado de tocar hacía un tiempo. Entonces le dije: ‘Loco, cambiate que nos vamos’. Esa tarde, a las tres y media, teníamos la prueba de sonido en Vélez con Keith Richards. ¿¡Te imaginás!? Quedó la camisa colgada en el aire y él desapareció. Era muy cómico, muy especial. Y después de Vélez, nos fuimos a zapar con la banda de Keith al Roxy. Ahí se recuperó, volvió a la música y empezamos a viajar por todos lados: fuimos a Uruguay, Córdoba, Chaco, Rosario, Villa Gesell, Pinamar, San Bernardo, el Sur. En esos viajes pasaba de todo, como por ejemplo parar once veces en un mismo viaje. El veía una luz roja en la ruta y paraba, porque era un cabaret. Y paró en los once cabarets que había entre Rosario y Córdoba. En todos. En el último, eran las 6 de la mañana, ya era de día. Estaban todas las chicas almorzando o desayunando, vaya a saber qué. Y le hizo preparar una milanesa a una gorda que pesaba como 120 kilos. Se la sentó en las rodillas y, mientras comía la milanesa que la mina le había hecho, le pasaba las manos por el pecho y decía: ‘Aarrghhh’. Pappo tenía esa costumbre: cuando la mamá le hacía milanesas, se las apoyaba en la cabeza y, si estaban bien, las comía. No sé, deben ser costumbres italianas. Bueno, de las sesiones de Juanito y el Carposaurio en el estudio, aparecieron las versiones que después se transformaron en ‘Blues local’, ‘Tomé demasiado’ y una bola de temas inéditos que hice con él. Lo grabamos en Del Cielito Records y quedó un disco doble. ‘Blues local’ es un blues clásico, una estructura muy usada en Chicago: todas las bandas de blues de allá la graban. Es como hablar de un cuadrado de tres tonos de Chuck Berry. Chuck Berry les hace juicios a los músicos: todavía no se dio cuenta de que inventó un estilo.”
FIESTA CERVEZAL “Riff me encanta, me parece una de las mejores bandas de rock and roll que hubo. Michel y Vitico también son músicos increíbles. Tranquilamente, Michel, Vitico y Pappo podrían haber hecho una formación de Pappo’s Blues. Pero cuando me puse a hacer el disco elegí Pappo’s Blues, porque para mí es lo mejor que hizo el Carpo. Pomo y Machi son la base más grande del blues y el rock and roll. Me hubiera gustado escuchar a Machi tocando con Javier Martínez: son unos músicos y unos intérpretes realmente excepcionales. De esa etapa quería hacer ‘Fiesta cervezal’, porque es un tema increíble. ‘Fiesta cervezal’: ya está. ‘Cervezal’ es una genialidad, sólo la escucho en ese tema o cuando se habla de Pappo. Y es un término correcto. ‘Fiesta cervezal’ es una invención lingüística brillante, es poesía pura y arte inspirado. Esa frase sola podría reemplazar a veinte discos de cualquiera de estos muertos que no voy a nombrar, que hace 50 años que componen y no le sacan una idea a su mente. Yo trabajé con todos, con cualquiera que se te ocurra. Pero Pappo era un genio. Un genio como intérprete y como compositor. Brillante desde donde lo mires. Lo que pasa es que su excelencia interpretativa en lo guitarrístico tapaba su excelencia compositiva y lírica.”
TREN DE LAS 16 “Pappo tocando la guitarra acústica era algo excepcional. Y no le gustaba. Pero después, cuando lo empecé a presionar para que lo hiciera, se quedó muy pegado. No le gustaba grabar con la acústica. En Caso cerrado lo conseguí. Y después tenía que ir a buscarlo a decirle: ‘Cortala con la acústica’. Entonces me contestaba: ‘Ya voy, ya voy, perá’. Y seguía y seguía y seguía. Todas estas canciones que están en el disco las terminó tocando con la acústica, porque nos fuimos de gira a Córdoba con el show Tres guitarras para un blues. Y eran tres acústicas, era lo único que había. Escucharlo tocar ‘Fiesta cervezal’ era algo tremendo. ‘Desconfío’, también. Después hacíamos ‘El tren de las 16’ y ‘El hombre suburbano’. Después de eso, él empezó a tocar ‘Juntos a la par’ con la acústica. No era un tema de él, pero lo cantaba mucho. Es de Yulie Ruth, un gran bajista, de los mejores que tuvo en toda su carrera. Y una gran persona, además.”
MALAS COMPAÑÍAS “Es una de mis canciones favoritas, una poesía muy grossa del Carpo. Tiene una de las estructuras más alucinantes que yo vi en el rock and roll. Hay que leer la letra: es tremenda. Son tres palabras, es como ‘Fiesta cervezal’. Pero en dos o tres elementos condensa algo que después, cuando te das cuenta, te abre un mundo: es como un diamante. Yo creo que el poeta más grande que hay es Spinetta. Y Luis, si bien lograba condensar en pocas palabras una multitud de imágenes o de sentimientos, fue sólo una etapa de su obra, porque después se hizo más complejo. En cambio, Pappo no: con tres cosas le alcanzaba. En ‘Insoluble’ cantaba: ‘El sacerdote que brindó la misa para la moral / no se dio cuenta que tenía grasa en el delantal’. Listo. Eso es un parámetro, hay una cosa que nosotros nunca vamos a saber de qué se trató: ese secreto se fue con él. En la grabación pasó algo con el Portugués Da Silva, que fue increíble. Como productor, lamentablemente, uno tiene que dar instrucciones: no te queda otra. Un día le dije, con mucho respeto, porque el Portugués es una figura importante: ‘Para mí, acá habría que hacer tal cosa con el bajo’. Pasado un tiempo de esa indicación, un día estábamos todos en ION y él estaba contando una anécdota de Pappo. ‘Sí, porque una vez vino, abrió la puerta y me dijo: ‘Portugués, me podés bajar el bajo por favor?’. Y sí, mirá, fue justo en ‘Malas compañías’’, me dice. No lo hizo a propósito, pero yo casi quedo diluido en el piso, transformado en líquido. Imaginate: yo le estaba dando indicaciones al tipo que había grabado la versión original con Pappo.”
TOMÉ DEMASIADO “Pappo construía realidades con sus letras. No es que todas sus canciones hablaban de él, era una especie de Ulyses Petit de Murat: escribía una historia en primera persona, como si fuera una novela. ‘Tomé demasiado’ es, primero que nada, el Gato Silvestre. Estaba todo el día imitándolo: le encantaba ver los dibujos animados del Gato Silvestre. También le gustaban Pixie y Dixie, repetía eso de que iba a ‘matar a esos malditos roedores’. Esos eran algunos de sus personajes favoritos. En este caso, el protagonista de la canción es el Gato Silvestre, pero también es un hombre. ‘Yo era un hombre bien, tenía perro y mujer’. Es el Gato Silvestre, pero no el personaje de los dibujitos: es la vida de un tipo que es muy parecido a cualquiera. No hay humor en la letra, es una canción trágicamente absurda.”
EL VIEJO “El escenario es un lugar muy particular: hay que subir con mucha humildad y totalmente desprovisto de ambición, porque eso es lo que te da el carisma. Aunque toques mal y seas un muerto, a la gente le va a gustar igual. Estas canciones las pude tocar con Pappo. Y ahora lo hago con este disco. Me encanta tocar los temas de Pappo. O sea, dejaría de tocar mis propios temas: no me interesan. Me encanta ensayar: es práctico, es didáctico, te hace bien a la cabeza. Ensayar los temas de Pappo es terapéutico. Grabarlos también lo fue. Los solos de Gabriel Carámbula son primeras tomas: lo que se escucha es lo que tocó apenas llegar al estudio. En ‘El viejo’, por ejemplo, se puso la viola, los auriculares y chau, lo hizo. De chiquito, ‘El viejo’ era uno de los que mejor tocaba. Muchas veces lo tocó con Pappo. Gabriel, Pappo y yo hemos zapado un montón. Una vez, llegamos a las 12 y media, 1 de la mañana al Roxy. Y empezamos con una versión de ‘Red House’ que terminó a las 12 y media del mediodía. Estuvimos casi 12 horas tocando ‘Red House’. ¿En trance? No, ¡en ácido! No parábamos. Nos echaron, porque si no la seguíamos. El Carpo cortó la tercera, y seguía. La letra de ‘El viejo’ habla desde el punto de vista de un viejo, pero cuando escribía Pappo se metía mucho en otros cuerpos, en otras situaciones. Por ahí veía algo que le indignaba y se apropiaba de eso. Andá a saber si no escribió ‘El viejo’ mirando a su viejo, a algún tío o a una persona en la calle. Nunca se lo pregunté. Lo bueno de mi relación con él era que no nos interesaba descubrirnos los yeites. Nos disfrutábamos. Aunque, obviamente, muchos de los yeites que yo hago con la guitarra me los pasó él.”
PÁJARO METÁLICO “Es una obra maestra de la música. Está en el disco gracias a Ponch, el bajista, que fue quien la propuso. No me acuerdo qué otra canción íbamos a hacer, creo que ‘Con Elvira es otra cosa’. Pero un día Ponch vino al estudio y dijo: ‘Hagamos ‘Pájaro metálico’, que mata’. Y me pareció una idea fantástica. Gracias a dios, le hice caso. Mi hijo Daland hizo un solo increíble en ‘Pájaro metálico’. Daland de chiquito era muy compañero del Carpo, aprendió a tocar la viola con él. El último yeite que hace en el tema, la vuelta del solo, es una cosa que le pasó Pappo cuando era chiquito. Yo los escuchaba desde arriba, desde la habitación, en unas vacaciones que pasamos juntos en Pinamar. ‘No, tenés que poner la mano así’, le decía él. El Carpo no le daba bola a nadie. No le gustaba enseñar nada. Pero a los músicos de él sí. Y tenía debilidad por Daland.”
HOMBRE SUBURBANO “Estar metido en este proyecto para mí es un bálsamo. Pappo está siempre en el medio: me conecta, me hace bien, hace que me saque lo peor que puede tener el ser humano, que es la nostalgia. La nostalgia es un pecado. Y a mí tocar estas canciones me saca la nostalgia. Además lo actualizo a él. Y le busco la vuelta a la posibilidad de verlo sin tenerlo. Quizá sea una estúpida vanidad mía, la de creer que puedo lograr que alguien tenga el valor que no se le da. Lo que intento es que su obra tenga actualidad y difusión. Hasta que no se mató, no pasaba nada con su música. Y él lo sufría, porque como invitado de grandes bandas era absolutamente Terminator: se quedaba con el show de cualquiera. Después le costaba mucho hacer sus cosas en forma individual, porque no tenía el apoyo que hace falta para desarrollar una carrera. El también era un poco tozudo en algunas cosas, le gustaba viajar y pasarla bien. Algunas veces, eso genera desgaste e imposibilidad de acceder a determinados niveles que uno tal vez merezca, pero que no están a la vista porque uno perdió el tiempo distraído en otras cosas. Pappo no tuvo el apoyo que merecía. El verdadero rock and roll siempre fue muy vapuleado acá. El otro rock and roll, el del disfraz, tal vez dure un poco más. Pero el verdadero es muy vapuleado, desde hace cincuenta años. Lo que pasa es que cíclicamente volvemos, les tiramos toda la carga en la carita a todos y después nos guardamos.”
Pappo x Juanse se presenta el viernes 10 de abril, a las 21.30, en el Teatro Opera, Corrientes 860.
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