Domingo, 31 de julio de 2016 | Hoy
ARTE > GOYA, EL SUEñO DE UN GENIO
Por primera vez, un espacio de arte del conurbano bonaerense muestra la obra de Francisco de Goya: la sede de Caseros del Museo de la Universidad Tres de Febrero ya había expuesto, por ejemplo, obras de Picasso, que vieron más de noventa mil personas. Goya, el sueño de un genio, va por el mismo camino: reúne más de 130 obras, de museos españoles, argentinos y de colecciones privadas. A la entrada, a cada espectador se le entrega una lupa para que puedan disfrutar los detalles de los grabados del artista, en los que plasmó su mirada crítica hacia el clero, los militares, los abusos de poder y las atrocidades de la guerra.
Por Marina Oybin
Pintor de cámara del Rey, el genial Francisco de Goya (1746-1828) dedicó gran parte de su vida a pintar retratos de la familia real y de la nobleza española. Hombre ilustrado, al mismo tiempo siempre estuvo interesado en la cultura popular. Los grabados que creó en soledad, por fuera de los requerimientos de la nobleza, integran su obra más íntima y libre, su sello más personal, donde con ironía puso el ojo en la sociedad de su tiempo. Su mirada de la aristocracia así como del pueblo, a quien representó muchas veces alienado, llegó a ser ácida.
Goya, el sueño de un genio, en Muntref Museo de la Universidad Tres de Febrero sede Caseros, reúne más de 130 piezas provenientes del patrimonio del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, del Museo Castagnino de Rosario y del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), así como obras procedentes de colecciones privadas. Como ya ocurrió con la muestra de Pablo Picasso en Muntref que convocó a noventa mil personas, ahora hace pie en el conurbano bonaerense por primera vez una muestra de Goya. “La mayoría de los espectadores de la muestra de Picasso nunca antes había visitado un museo”, dice Aníbal Jozami, director de Muntref. Además, agrega que con el objetivo de democratizar el arte buscan lograr la misma masiva concurrencia con un programa de visitas comunitarias y una nutrida agenda de actividades con charlas abiertas con Luis Felipe “Yuyo” Noé y Juan Carlos Romero, entre otros encuentros y talleres.
La muestra comenzó a planificarse en enero de 2014 cuando Aníbal Jozami y Diana Wechsler, subdirectora y responsable de investigación y curaduría de Muntref, conocieron la gran colección Lázaro Galdiano, que contiene más de mil doscientas piezas e incluye todos los grabados de Goya en distintas ediciones. Hoy, la colección de Lázaro Galdiano, el primer gran coleccionista burgués de España, está preservada en el museo y la fundación que llevan su nombre.
La muestra incluye un espacio dedicado a presentar, a partir de las páginas de la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert y de elementos de taller, las claves de la técnica del grabado usada por el artista. Se expone también la obra de Juan Carlos Romero Goya y la República 1936-1939, que incluye imágenes de Goya y fotos de la Guerra Civil Española.
Gran admirador de Diego Velázquez, Goya en sus primeros grabados reprodujo obras del genial artista sevillano. En sus trabajos más personales, plasmó su mirada crítica hacia el clero, los militares, los abusos de poder y las atrocidades de la guerra. “A Goya por su maestría e invención hay que ponerlo en el panteón de los grandes artistas: anticipó las vanguardias”, dice Ángel Navarro, curador de la muestra.
En Muntref, se exponen grabados de las series Caprichos, Los Desastres de la guerra –vinculado a sus Pinturas negras–, La tauromaquia, Disparates –que permanecieron inéditos hasta su muerte– y Los toros de Burdeos, cinco series de grabados además de otros sueltos.
Ya al entrar en la sala, el público recibe una lupa para apreciar los detalles de las obras: es posible descubrir trazos y expresiones que a simple vista se pierden.
En la serie de los Caprichos, Goya apuntó contra la corrupción, la injusticia, los privilegios del mundo cortesano y la brujería como creencia alienante. No sólo se metió con el poder sino también con la banalidad y la hipocresía. Tan solo por dar un ejemplo, en uno de sus aguafuertes se centró en la estupidez y su capacidad de camuflarse con piel de asno.
Hay en las obras de Goya escenas de aquelarre. Es que el artista había visitado nutridas bibliotecas y leído sobre brujería, un tema central en esa época tanto para la teología como para la jurisprudencia del Estado y para el Santo Oficio. Ya en los dibujos preliminares de los Caprichos aparecen temas vinculados con la ematofagia y la antropofagia. A veces los chicos o los fetos son entregados al demonio o a su encarnación en forma de macho cabrío o de hombre.
La primera edición de los Caprichos (1799) fue retirada de circulación quince días después de su publicación. Para evitar inconvenientes con la Inquisición, Goya cedió las láminas de esta serie al Rey a cambio de una pensión para su hijo. Los grabados salieron de circulación hasta la segunda edición, tras su muerte, en 1855.
Ante un ataque de celos, Goya representó a la duquesa de Alba, su gran amor imposible, como dama-bruja. En cambio, con su sensual maja desnuda, Goya tuvo problemas con el Inquisidor fiscal del Santo Oficio. La maja —de quien se barajan varias hipótesis sobre su identidad— mira de frente al espectador, casi desafiante, sobre la cama sin hacer. Es un desnudo potente para la época: hay que recordar que para la Olympia de Manet habrá que esperar más de medio siglo.
En la serie de la tauromaquia, Goya plasmó escenas de toreo a caballo y otras con el torero a pie: conocía bien ambas formas ya que las había visto y hasta practicado. En algunas escenas, con una perspectiva más amplia, espacial, incluyó la reacción del público, que ahora, en la muestra, puede percibirse en detalle con lupa.
Una de las joyitas de la muestra es el pequeño aguafuerte El delincuente, con la inscripción Si es delincuente que muera presto, que se expone por primera vez en el país. Con grilletes en los pies, doblado de dolor en una celda tan pequeña que da sensación de ahogo, este prisionero resulta impactante. El grabado evidencia el interés de Goya por la coyuntura social: se trata de una crítica a la tortura y a los procedimientos judiciales de la época.
Otra de las piezas destacadas es una prueba de estado de Tauromaquia, expuesta junto a la estampa final. Se conservan muy pocas pruebas: en general se descartaban. Al ver ambas se aprecia que Goya decidió que la estampa final fuera más oscura que la prueba de estado. A veces también se borraban elementos de la plancha de metal modificándose de este modo la escena. Es la primera vez que esta prueba de estado –que muestra la cocina del artista, sus idas y venidas hasta llegar a la pieza final– sale del Museo Lázaro Galdiano de Madrid.
Ante la opresión fernandina, Goya se fue a vivir a una quinta en las afueras de Madrid, bautizada por los vecinos como la Quinta del Sordo. Allí, ensimismado, enfermo, abatido por las crisis anímicas y las convulsiones, se refugió en el arte. De este período son sus serie de aguafuertes Disparates y sus impactantes e inolvidables Pinturas negras. Frágil, Goya pintó las paredes de su casa: ya a la entrada impactaba un aquelarre con Satanás convertido en macho cabrío con atuendo de fray. En esa quinta Goya formó pareja y tuvo una hija.
Se supone que Saturno devorando a su hijo es uno de los 22 bocetos para grabados que no llegó a hacer. Su espantoso y famélico Saturno se aleja de aquel del mito clásico: no engulle recién nacidos sino hombres. Algunos relacionan esta imagen con una alegoría al Juicio Final, otros con Satanás. José Luis Barrio Garay, especialista en la obra de Goya, sostuvo: “Sin comentar sobre la verdad o falsedad de la creencia religiosa en Satanás, Goya parece afirmar con su Saturno satánico que el mal es absoluto, real e inmediato, que ha existido, existe, y existirá dentro de los confines de una continuidad histórica –y dentro de nosotros mismos–”.
Muchos estudios coinciden en que Goya no pudo haber estado en la Puerta del Sol el 3 mayo de 1808. Para su famosa pintura de los fusilamientos, el artista pudo haberse inspirado en un grabado de la masacre de Boston en 1770. Goya habría reeditado lo ocurrido en Madrid a partir de esa potente imagen. Con su obra, logró que todos conociéramos a los cuarenta y tres fusilados. Consiguió que esa escena quede grabada en la retina: los gestos de quienes están por morir, los condenados que esperan a un lado, y el pelotón implacable impersonal de espaldas al espectador resultan imposibles de olvidar.
Fue una pintura absolutamente revolucionaria en su época. Fred S. Lich en su libro Goya, the Origins of the Modern Temper in Art considera que los fusilamientos del 3 de mayo integran esas obras que abandonan la estética y la historia del arte para llegar a ser imágenes arquetípicas. “El 3 de mayo –dice– es el primer altar de los millones anónimos cuya muerte es irrelevante cuando el anonimato llega a ser condición del hombre moderno”.
Goya, el sueño de un genio se puede visitar en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en Valentín Gómez 4838, Caseros, gratis, de lunes a domingo de 11 a 20 hasta el 2 de octubre. Más información en untref.edu.ar/muntref. Habrá una charla con Luis Felipe Noé el 13 de agosto a las 16 y una conversación para chicos con Juan Carlos Romero, 29 de agosto en horario a confirmar.
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