Domingo, 23 de octubre de 2011 | Hoy
PLáSTICA > LAS OFRENDAS DE LEO BATTISTELLI
Desde hace unos años, Leo Battistelli reparte su tiempo entre Buenos Aires y Río de Janeiro; en este tiempo, el sincretismo entre cristianismo y los Orixás ha calado en su obra hasta transformarla por completo. Con desperdicios fabriles y porcelana especialmente fabricada en ambos países, en Dádiva hace de la técnica un viaje místico por mitos y saberes antiguos que culmina con obras extrañas que se exponen como ofrenda y belleza despellejada a la vez.
Por Veronica Gomez
Tanto lío para hablar de una cazuela de mariscos colgada de la pared. Aunque biempensante espectador, Ud. estaría en todo su derecho a manifestarse de este modo si leyera el texto de catálogo de la muestra de Leo Battistelli y sus ojos volaran desde ese entramado de profundísimos conceptos hasta posarse en unas formas pulposas, rosadas y aceitosas apretujadas en forma de tondo y estampadas en la pared. Como si uno de los tres chiflados hubiera hecho volar, en vez de la clásica torta, un wok rebosante de frutos de mar y la película se hubiese congelado para siempre en el instante en que la masa carnosa se sostiene como una sopapa frágil al muro. Luego se derramará sobre la alfombra de una forma poco elegante. Pero por ahora está ahí y es un universo autosuficiente y un montón de calamar que no podremos comer. Podemos admirarlo e incluso tal vez tocarlo si Melisa, la chica que trabaja en la galería, se distrae. Y ojalá se distraiga, porque todas las piezas de la muestra invitan en su voluptuosidad morfológica a ser tocadas. Si es cierto que los objetos y esculturas que integran la muestra Dádiva provocan una especie de estado de trance suntuoso, donde la mirada es una lengua que pegamos a las superficies mientras vamos saboreando los volúmenes, no es menos cierto que una vez superada la etapa oral, empezamos a tejer relaciones contextuales, hipótesis cosmogónicas y conjeturas acerca de ese mundo del cual estas piezas parecen ser fragmentos o piedras fundamentales. Y recién ahí podemos hacer nuestras ciertas frases enigmáticas del texto de catálogo. Joan Fontcuberta en sus series de Hemogramas y Lactogramas les pedía a personas cercanas que donaran una gota de sangre, una gota de leche. Ese minúsculo ejemplar de información condensada temblando sobre una película transparente era llevado luego a una escala mayor mediante la ampliación fotográfica y tenía el poder de un retrato, aunque no aparecieran los rasgos del donante. Las formas alcanzaban, en algunos casos y azarosamente, la figuración, y sugerían que el antepasado del donante era, por ejemplo, un pez. Si desconocíamos la trastienda, la imagen se volvía un cuadro abstracto, una mancha o cualquier cosa. Las sustancias vitales –sangre, leche–, cuando interrumpen su carácter fluyente, son cosas de contornos observables, suspensiones que permiten adentrarnos en una vida que al estar detenida se parece bastante a la muerte. La muerte pensada como pasaje y no como fin. ¿Cuántas convulsiones separan el estado líquido del sólido? ¿Cuánto tarda en detenerse la sangre en el cuerpo cuando el corazón deja de latir? ¿Cuándo un cuerpo empieza a ser cosa y qué pasa con todos los líquidos que circulan por nuestros órganos? ¿Se secan? ¿Se espesan? ¿Se estancan como pantanos?
Piel pura y Piel amarillita son dos piezas escalofriantes y bellas. Escamas irregulares de piel de porcelana superpuestas en capas. La belleza despellejada y acomodada decorativamente. Un crimen a la altura de Hannibal Lecter: elegante y con sentido de la proporción. Podemos invitarlo a nuestro living y nos hará quedar bien con su conversación perfecta. Otro que puede andar cerca aunque no invitaríamos a nuestra casa es el perfumero loco de Patrick Süskind, obsesionado con la exquisita fórmula que condensara los olores de los ejemplares femeninos más hermosos. Un perfume excelso producto de la destilación de las pieles más bellas y jóvenes. ¿Cómo atrapar ese territorio de olor tan sutil que la carne exhala? ¿Cómo separar el olor de la materia? La alquimia ha recorrido caminos similares en su búsqueda de la piedra filosofal, en la transmutación del plomo en oro. La religión católica ha llamado al cuerpo “templo del espíritu” y en la cultura popular el alma parece tener varios estilos de locomoción: vagar, evaporarse, ascender, flotar, rondar, errar, penar. Las relaciones entre la obra de Leo Batistelli y los procesos alquímicos no son nuevas. Su inmersión en la industria de la porcelana (las industrias modernas tienen sus raíces lejanas bien plantadas en la alquimia) lo llevó a convertir la técnica en un viaje místico. Sus piezas dan la impresión de una exuberancia controlada y pulida. Control en la presentación y construcción aunque uno pueda intuir que la gestación se produjo en el seno de un ritual orgánico y vitalista. Desde hace cinco años Leo Battistelli alterna sus días entre Río de Janeiro, la región serrana de Petrópolis y Argentina. “Vivir al lado del mar y de la floresta, con todos los formatos de vida que implica cada hábitat, sin dudas hizo un cambio en mi mirada. Color, formas, cuerpos, pieles, procesos, costumbres, tiempos, lenguajes, todo cambió y todo cambia continuamente”, cuenta Leo. Su última aparición en la escena porteña fue en 2007 con Penumbra, dentro de Límite Sud, muestra con curaduría de Eva Grinstein. Ahí exhibía tímidamente sus nuevas obras producidas en la sierra de Petrópolis. Cuatro años después es claro que Battistelli ha hecho una fotosíntesis formidable. Un artista es una planta: si recibe la luz adecuada transforma materia inorgánica en materia orgánica. En este caso, para que el sincretismo tenga lugar, las raíces se han hecho ambulantes.
En una de las paredes de la galería, círculos blancos y círculos que se estiran para dejar de ser círculos cuelgan de la pared sostenidos por clavos de cobre. Corrección: Leo no dice “clavo de cobre” sino “cobre en forma de clavo”. El material en su capacidad de metamorfosearse es lo que subraya. “Trabajo con materiales que se eliminan de procesos fabriles; me interesa ese acto de transformación, generar belleza, sentido, valor, o como quieras llamarle, al acto de rescatar un material, objeto, o forma, de un destino desperdicio a un destino totalmente opuesto. Las obras son realizadas algunas en faiança y otras en porcelana. A veces mezclo estas dos e ingreso materiales como madera, metal o luz dependiendo del requerimiento de la obra. Estos materiales cerámicos los trabajo en dos fábricas, Porcelanas Verbano en Argentina y Cerâmica Luiz Salvador en Brasil; en cada una de ellas estudio la forma de aprovechar al máximo el material, de restaurar desperdicios y de no desperdiciar energía. Ese es un fundamento básico en el momento de realizar una obra.” El balance energético en la naturaleza (un terremoto elimina la excesiva presión tectónica, por ejemplo) es también la ocupación de los Orixás. Divinidades o espíritus creadas por el dios Olorun (Dueño del Cielo) de la religión Yoruba, cada Orixá es una manifestación de las fuerzas de la naturaleza. Leo se internó en la lectura de sus leyendas, empezó a reconocer a los Orixás en la música brasilera, a presenciar en las calles, playas y florestas de Río el acto de la ofrenda, “un acto fundamental y bello”, recalca. Observó también la fusión entre el cristianismo y los Orixás. El acto adivinatorio a través del juego de búzios y la estética africana empezó a ampliar su repertorio de formas, colores y tensiones. “Dar imagen a estos ritos, a estos saberes antiguos de una transmisión básicamente oral, es lo que me interesa en este momento de fusión y sin fronteras. Me asesoran Claudia Ribeiro que es hija de santo de Mae Menininha do Gantua, Camila Do Valle, investigadora y poeta, y mi compañero Cao Albuquerque, bahiano y figurinista, que me introdujo en la música y en la estética afrobrasileira.”
Cada Orixá debe recibir su ofrenda en un sitio específico: una playa, al lado de la carretera, sobre una piedra en medio del monte o en un campo de hierbas pequeñas. Leo Battistelli, siguiendo los preceptos de un Orixá personal, despliega su ofrenda en una galería de arte. Puede que el ritual sea distinto pero, afortunadamente, la procesión sigue yendo por dentro.
Dádiva
Leo Battistelli
GC Estudio de arte
Esmeralda 978
Hasta el 31 de octubre
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