Lunes, 17 de marzo de 2008 | Hoy
SANTA FE › LA HISTORIA DE UNA MUJER DESAPARECIDA DURANTE LA DICTADURA EN SANTA FE
Militante de las Ligas Agrarias, Alicia López -descendiente directa de quien fuera gobernador de la provincia, Estanislao López- fue secuestrada por una patota civil el 21 de octubre de 1976 en Santa Fe. Por este caso, el represor Facino acaba de ser procesado por la justicia.
Por Alicia Simeoni
"Era una mujer mínima, apenas superaba el metro 50 de altura y los 40 kilos de peso, hablaba poco pero se expresaba mucho por escrito y tenía la capacidad de ser necesaria y pasar desapercibida". Una síntesis apretada y muy significativa que María Isabel Rodríguez, la hija mayor de la militante de las Ligas Agrarias Chaqueñas, Alicia López, ensaya con la voluntad común de algunos de quienes la conocieron para que no la desaparezcan otra vez. Muy poco se contó sobre Alicia López, víctima del represor Mario José Facino cuando estaba al frente de la tétrica comisaría 4ª de la ciudad de Santa Fe. Ahora acaba de ser procesado por el juez federal Reinaldo Rodríguez como responsable de supuesta privación ilegítima de la libertad, tormentos, encubrimientos y homicidio sobre Alicia López quien fue secuestrada con la violencia propia de las patotas civiles el 21 de octubre de 1976. Más de un año antes habían detenido a su esposo, Luis Juan Rodríguez, hoy juez provincial en la capital santafesina y así quedaban tres niños atravesados por la ausencia de la madre, a quien no volverían a ver, y del padre que estuvo siete años a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y la mayor parte del tiempo en el penal de Rawson. Esta es la primera vez que tres de sus familiares más directos la recuerdan en forma pública, quien fue su esposo, su hija mayor y la cuñada que crió a sus hijos. Alicia López ensayó una de las formas más interesantes de comunicación popular. Lo hizo en la provincia del Chaco a través del periódico El campesino, donde los obreros del algodón planteaban sus posturas y aunque Alicia editaba las notas ellos podían reconocerse en esos escritos. Una forma también de aprovechar de una publicación la posibilidad que brinda para la organización de los diversos sectores. Pero también tenía pasión por la literatura y cuando trabajaba como docente en escuelas medias se esforzaba por elevar el nivel de comprensión y conocimiento de un medio difícil y que no había tenido buenas posibilidades como el agrario chaqueño.
Alicia fue una militante consecuente, que deseaba una sociedad más justa y por eso fue secuestrada y asesinada cuando sus tres pequeños hijos tenían 7 (María Isabel), 5 (Cecilia) y 3 años (Luis Estanislao). Su desaparición fue denunciada por José Schulman, hoy presidente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre ante el juez español Baltasar Garzón (ver aparte).
Alicia y Luis Juan se fueron desde Santa Fe al Chaco para trabajar junto al obispo Italo Distéfano. El ya era abogado y ella se recibió por ese tiempo de profesora de letras. El primer destino fue Tres Isletas, una localidad a 50 kilómetros de Presidencia Roque Saénz Peña donde nació María Isabel. Los dos venían del catolicismo, y justamente Distéfano y la Iglesia Católica eran en Chaco la caja de resonancia de los padecimientos y angustias de los sectores campesinos que trabajaban en las distintas tareas relacionadas con el sector algodonero.
Luis Rodríguez contó a este diario que el obispo Distéfano lo había llamado a colaborar y así se relacionaron con las Ligas Agrarias, uno de los movimientos sociales más importantes y con fuerte inserción entre el sector de base que lo componía. Alicia daba clases en el secundario y hacía profundos esfuerzos por elevar las posibilidades educativas de sus alumnos, despojados de muchísimos derechos.
El juez Luis Juan Rodríguez recuerda que no era fácil en una sociedad agraria y con muchas necesidades hacer conocer los pensamientos más avanzados. "Ella -dice- tenía mucha iniciativa... Recuerdo que utilizaba un poema de Jorge Luis Borges con los alumnos de los primeros años del secundario". Se refiere a "El general Quiroga va en coche al muere": El madrejón desnudo ya sin una sed/ y una luna perdida en el frío del alba/ y el campo muerto de hambre, pobre como una araña..."
"Alicia no quería nada extraño, quería más justicia, que el mundo fuera mejor. Deseaba todo aquello en lo que piensan las personas con ideas de transformación y cambio", relató a Rosario/12 quien fue su esposo y padre de sus tres hijos, María Isabel, Cecilia y Luis Estanislao. Alicia López era descendiente directa de quien fuera gobernador de la provincia, el brigadier Estanislao López.
Cuando en abril de 1975 detuvieron a Luis Rodríguez lo llevaron a la alcaidía de Resistencia y en enero de 1976 lo trasladaron al penal de Rawson. Alicia quedó sola en Sáenz Peña con los tres niños.
María Isabel Rodríguez, su cuñada y homónima de la hija mayor, cuenta que trajeron a Alicia con los chicos a la ciudad de Santa Fe. Esta mujer que ahora tiene 70 años y es hermana de Luis Juan Rodríguez se interrumpe acongojada cuando habla con este diario y recuerda la terrible noche en que Alicia fue secuestrada. En esos días todos vivían en su casa y como no había lugar para que durmieran allí, Alicia lo hacía en la casa de sus suegros, cercana, con el niño menor, de tres años, Luis Estanislao.
Una patota de civil, hombres jóvenes de jeans y zapatillas, rodearon la casa de María Isabel Rodríguez que estaba casada con Alan López. Cuando comprobaron que la militante de las Ligas no estaba allí fueron hasta la vivienda de los suegros: "Buscaron hasta debajo de la cuna del niño, Alicia no tenía nada y allí se la llevaron, primero creíamos que al Tiro Federal, después nos enteramos que estaba en la 4ª".
María Isabel contaba con una cierta solvencia económica y llevó adelante la crianza de sus tres hijos y de los tres de Alicia y Luis: María Isabel de 7, Cecilia de 5 y Luis Estanislao de 3 cuando su madre fue secuestrada.
Alan Rodríguez, cuñado de Alicia, había sacado a pasear a los perros ese 21 de octubre de 1976 cuando la patota llegó al lugar. Uno de esos hombres apuntó al pecho de María Isabel, vestida con camisón, porque creía que era Alicia, y le sacó el seguro al arma.
"A Alicia alguien la entregó", comenta la hermana del juez Rodríguez, porque cuando fueron a buscarla a la casa de sus suegros ella identificó a una de las personas y le dijo: "¿Qué hacés vos acá?".
El juez Rodríguez que trazó una semblanza de quien fue su mujer contó que ella tenía una salud muy delicada, sus defensas estaban bajas casi siempre y de allí que era frecuente que contrajera procesos infecciosos.
"La deben haber sometido a tantas torturas que no lo pudo soportar", dice su cuñada que también aclara que ella no estaba de acuerdo con el pensamiento de su hermano Luis Juan ni de Alicia "pero no podía ser que los persiguieran y mataran por pensar distinto o por el terrible 'algo habrán hecho'". Parece grande el mérito de esta mujer que recibió rechazos, cuestionamientos y abandonos de una parte de la pacata, indiferente y tradicionalista sociedad santafesina.
María Isabel Rodríguez recuerda que trataron de mover todas las relaciones por la vida de su hermano que ya estaba en Rawson y por Alicia, entre ellos al obispo Distéfano "que me contestó que ya no tenía nada que ver con las Ligas... Nunca nos habló, ni siquiera por teléfono para confortarnos espiritualmente", dice.
La hija mayor del matrimonio Rodríguez, María Isabel, hoy abogada, era muy pequeña. Tenía siete años pero los dos últimos los había vivido en el medio del terror de la detención de su padre. Y cuenta -antes lo había hecho su padre Luis- que las Ligas Agrarias Chaqueñas, una organización que todavía perdura, tenía un periódico de circulación interna llamado El campesino del cual su madre era editora. "En esa publicación muchas cosas las escribían los mismos campesinos, la mayoría con poca instrucción... Cuentan que mi madre tenía la habilidad de tomar sus notas, corregirlas y redactarlas de tal forma que los que las habían escrito se reconocían en ellas y podían decir 'la hemos hecho nosotros mismos'. Tenía esa capacidad de ser necesaria y pasar desapercibida al mismo tiempo. Era una mujer de estatura baja, pesaría unos 40 kilos, hablaba poco, todos los que la recuerdan, y yo misma, digo de ella que era de pocas palabras. Pero se expresaba mucho por escrito. Su voz me ha llegado a través de largas cartas en las que se explayaba y contaba su mirada de la realidad. Ella tenía 30 años cuando fue secuestrada y yo 7. Fue tanta la violencia de su muerte, que hoy otra vez el papel prensa parece hacerla desapercibida detrás de ese 'nosotros' de las víctimas de la dictadura. Quizás ella levanta su voz mínima a través mío, que igual que ella, me expreso mejor por escrito y por carta".
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