Domingo, 14 de diciembre de 2014 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › DOS NUEVOS NúMEROS PARA LAS REVISTAS TéRMINUS Y QUIMERA, PRODUCCIóN LOCAL DE NIVEL.
Variedad de estilos, dibujantes consagrados, otros en ascenso. Las historietas buscan de a poco su lugar dentro del panorama de la producción local. La presencia de aventuras se perfila con la puesta a punto de lápices variados.
Por Leandro Arteaga
Dos revistas de historietas y todavía más por venir. En todo caso, la consolidación progresiva de Quimera con su segundo número y el pulso certero de Términus con el ¡número 7! De a poco, más cuadritos se suman a bateas donde encontrar, de a poco, contacto con el lector. Por eso, los emprendimientos editoriales, respectivamente, de César Libardi (Rabdomantes Ediciones) y la dupla Bruno Chiroleu/Gastón Flores, con la consecución de dos publicaciones de producción local -junto a invitados nacionales y extranjeros, tal la costumbre de Términus- en donde la presencia de aventuras se perfila con la puesta a punto de lápices variados.
Con Quimera la apuesta suma a la preferencia por historias en germen, a las que continuar de aquí en más. De esta manera, surgen entre sus páginas dos primeros capítulos con foco en la ciencia ficción; se trata de Planeta 59 y Newman. La primera es obra íntegra de Javier Galimany, preocupado por introducir al lector en este planeta al que su protagonista, parece, no conoce demasiado bien. Al menos, es esto lo que concluye la viñeta final, al tiempo que abre los puntos suspensivos. Newman (Leonel Palermo/guión y Pablo Ayala/dibujo), en tanto, perfila un personaje que mira mientras es visto, que sueña mientras cree descubrir algo; situado o sitiado entre un laboratorio y su hogar, Newman apela a aires que recuerdan la Matrix de los Wachowski.
Destaca, por su parte, el relato de Mauro Bueno en Johnny siempre encuentra su hombre, con coda irónica y negra; así como el despliegue narrador, de vértigo en automóvil, a cargo de Zorro Re: un furry a todo motor que ratifica al prolífico dibujante como referente en el género de los animales antropomorfizados. Y eso no es todo, porque Quimera también guarda lugar al western con El último tren a Tucson, donde los dibujos de Pablo De Bonis delinean tren, atraco y confusiones, a partir del guión de Esteban Tolj, el notable dibujante de El Pollo Palacios, a quien felizmente se le recupera en estas páginas.
En otro orden, el caso de Términus es un logro que no se detiene, sus siete números ya permiten historias continuadas y completas, con la presentación al público local de algunos de los notables (y desconocidos) artistas de la ciudad; tal es el caso de Damián Couceiro -luminaria en EE.UU. con cómics de franquicias como El Planeta de los Simios y Sons of Anarchy-, acá en dupla con Gonzalo Duarte (guión) en W, un relato de tinte lovecraftiano, con sospecha de reflejo con vida propia. La misma temática asoma en Doppelgänger, en donde Iñaqui Aragón (guión) y Patricio Delpeche (dibujo) trazan el entuerto alucinado de un despertar repetido.
El unitario que funciona de modo contundente, sea por su resolución pero sobre todo por el trazo violento de Juan Pablo Vaccaro, es El botín, con guión de Francisco Zamora. La acción se traza de forma progresiva, envolvente, pretendidamente confusa, hasta resolverse de una manera que recuerda, como reverso, el final del film Niños del hombre, de Alfonso Cuarón. Esa misma "incorrección" -que escapa a moralismos y patologías similares- da vueltas en la nueva entrega de Blas, la serie que Chiroleu alimenta con secretos inconfesables, experimentos científicos y una narración impecable; a ver, ser crucificada por una monja fanática en un patio de juegos es motivo suficiente para su lectura.
La dependencia tecnológica o el amor se parecen bastante, esto es lo que más o menos está implícito en el guión que Gastón Flores ofrece a los dibujos de Sergio Tarquini en Azar. Más esas páginas de espadas y hechicería que Juan Manuel Frigeri sabe cómo rodear de un clima de angustia y resolución maldita, a partir del guión de Fede Sartori en Sacrificio. Vale decir, es mucho y muy bueno lo que está produciendo Términus; a esta altura, hay un perfil que le define, que le otorga identidad y abre camino a más desafíos.
Porque las sorpresas no terminan, y para eso están las páginas impecables de Como una y avanzo veinte, a partir del dibujo de Sergio Joaquín Martínez y el guión del español Xavier González, con un montaje alterno que se juega desde la integridad de la viñeta, disuelta entre lo que se dice, lo que se ve, lo que parece ser.
Como siempre, la perla favorita de este cronista es Rip Van Hellsing, de Enrique Barreiro-Hernán Ferrúa (guión) y Enri Santana, dibujante que fuera colaborador de Carlos Meglia, acá en ejercicio brillante de sus facultades: un cómic profusamente divertido, de dinámica ubicada entre el placer narrador y los vericuetos de sus argumentos breves e irónicos, con complicidad hacia el lector en los guiños de sesgo terrorífico.
Tal su costumbre, Términus ofrece una serie de ilustraciones que funcionan de manera independiente, como una sección más, repartida entre los cómics. De entre ellas, Sebastián Cabrol sobresale con su secreto en forma femenina, de vigilia sin tiempo, como si de un sacrificio sin nombre se tratase. Quimera, en tanto, ofrece otra entrevista, en este caso a Javier Rovella a propósito de Cándido, su western noir recientemente recuperado en un libro imperdible por Rabdomantes.
Y por último el principio. O también, las portadas. Nicolás Zuliani para el caso de Quimera, en donde el rojo predomina en una guerrera capaz de someter, ella sola, lo que desee. Germán Peralta y su brillo cada vez mayor destila en Términus: el actual asistente de Eduardo Risso -ahora también fichado por Marvel-, en una ilustración que conjuga arrojo hacia lo desconocido, desde el punto de vista del propio lector, arrojado a las fauces de un monstruo de hambre milenaria, en el espacio profundo. ¿Cómo no querer leer?
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