Martes, 19 de agosto de 2014 | Hoy
Por Dahiana Belfiori
A mi abuela le gustaba contarme cuentos mientras cosía. Si de efectos sonoros y de creación de climas se trataba, su máquina de coser a pedal nada tenía que envidiarle a la industria de Hollywood. Mi abuela ─sospecho que preocupada por mi incipiente timidez─ me hacía protagonista de todos sus cuentos. Y en ellos podía sobrevivir a las más increíbles situaciones. Así fue como una vez me convertí en héroa cuando salí airosa de una ingesta de miles de copas con frutillas y crema en el cumpleaños de una amiga. Superfrutillitas era la héroa que hacía que las niñas tímidas fueran invitadas a todas las fiestas de cumpleaños usando el poder irresistible e inmemorial del color de las frutillas. La superhéroa se presentaba ante la niña en problemas y la rodeaba de perfume frutal. La niña no sólo comenzaba a hablar como si fuera lo habitual en ella, además solía convertirse en el centro de la fiesta. La atracción era tal que pronto Superfrutillitas ─es decir yo en el cuento de mi abuela─ comenzó a ser la más solicitada de todxs lxs superhéroxs del universo. Había más niñas tímidas de las que parecía a simple vista. Llegó un momento que todas las niñas del sistema solar habían abandonado la timidez para siempre, ayudadas por el infalible poder desinhibidor del perfume de Superfrutillitas. Aquel cuento me gustaba tanto, que mi abuela ─estimulada por mi entusiasmo─ mientras lo repetía, le agregaba personajes y situaciones. Vencer la timidez era el trabajo preferido de Superfrutillitas. Y yo, cada vez que sentía que estaba por invadirme la bestia que me hacía temblar, ruborizar y enmudecer ante la pregunta sorpresiva de lxs adultxs, invocaba a la héroa que había en mí y podía sortear no sin titubeos algunas de esas demandas.
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¿Qué cuentos se contarán en Gaza? ¿Qué cuentos se cuentan en el resto del mundo? ¿Cuántxs niñxs tímidxs no alcanzaron a ser tocadxs por el poder de sus superhéroxs de infancia? ¿Cuántas máquinas de coser abuelas se necesitan para tapar el ruido ensordecedor de una bomba que al mejor estilo hollywoodense vende show por muerte? ¿De cuántas sonrisas niñas carecen nuestros días? ¿Cuántas niñas nunca sabrán lo que es la timidez, robadas de la infancia, obligadas a parir? ¿Cuántas mujeres se verán forzadas a ser madres en esta sociedad que condena el aborto pero alaba la maternidad como sagrada?: ¿parir niños para la guerra, para ser soldaditos del sistema, niñas para reproducirlo? ¿Qué cuentos contamos nosotrxs? Aquí hay Abuelas y Madres que cuentan el cuento de lxs que se buscan, de lxs que se encuentran, con el horror, en el horror, a pesar de él. Cuentan el cuento más lindo de amor jamás contado, ellas sí que saben lo que es el amor.
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Nieto, venís con música. La música llega de lejos. Trae las voces y los acordes de un mundo madre y padre que era nuevo. Deseo que las melodías que pasan por tu cuerpo, crezcan y se reproduzcan y nos hagan creer. Siento que no es casual que haya música en tu vida, porque ella es la manera más fiel y humana de narrarnos. Deseo también que este abrazo de miles ─contenido y expectante─ tenga el sabor de la niñez nieta y la pasta abuela de domingo. Con vos, y con otrxs como vos, parimos cada día la Memoria.
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