Viernes, 12 de diciembre de 2008 | Hoy
ENTREVISTA > SIMóN CAZAL
Joja ha joayhu –unión e igualdad en guaraní– es el lema de Paragay, el primer espacio comunitario que le da pelea a la homofobia en las rojas tierras paraguayas. Simón Cazal, activista y director del proyecto, le pone el cuerpo a la discriminación y reflexiona sobre los nuevos aires que vive su país con la llegada del ex obispo Fernando Lugo a la presidencia: “Nos está dando sorpresas. Si hasta aseguró que respetará la unión entre personas del mismo sexo si es que el Congreso aprueba una ley”.
Por Nicolás G. Recoaro, desde Asunción
–Creo que estamos haciendo historia al instalar el debate en torno de los prejuicios y la violencia que genera la homofobia. Esta es la primera parte de un proyecto mucho más amplio que busca plantear un debate sobre la violencia ejercida sobre la comunidad Glttbi, debido a la rigidez de los roles masculinos y femeninos que se impusieron en la sociedad paraguaya. Pero sabemos que el camino es largo, sobre todo en un país donde los gobiernos siempre han aplicado mano dura en nuestra contra.
–Exactamente. El dictador Alfredo Stroessner, que gobernó Paraguay entre 1954 y 1989, fue un ferviente represor de los paraguayos que no tenían una orientación sexual “normal”. Mucho antes que Pinochet y que Videla. Y marcando el camino de todas las dictaduras americanas que le siguieron, el estronismo comulgó con la ideología ultracatólica y conservadora, y justificaba así la persecución y represión de todo lo diferente. En el año ’59, Stroessner, con un estilo de gobernar muy parecido al que utilizaba Hitler, incluso se declaraba su admirador, emprende una fuerte ofensiva contra varios sectores sociales: en mayo de ese año reprime a los campesinos, en junio a los estudiantes y en agosto, tomando como excusa la muerte de un conocido locutor que era abiertamente homosexual, emprende una salvaje persecución de los homosexuales que vivían en la ciudad de Asunción. Desde la dictadura justificaban las detenciones diciendo que había sido un crimen pasional y que debían encontrar a los asesinos. De allí en más se comenzó a utilizar ese argumento, crimen pasional, para justificar las persecuciones.
–Sí, la mayoría. La muerte del locutor fue provocada por miembros de la policía secreta de la dictadura, y posteriormente se difundió información que hablaba de crimen pasional. Pensemos que la prensa de la época respondía a los intereses del dictador. Entonces se emprende una verdadera cacería de brujas por toda la ciudad. Se arresta a 108 personas y se hace una lista negra con los nombres de los detenidos, que se publica en todos los periódicos. Las crónicas de la época dan cuenta de la saña con que se los trató. Los cargaron en un camión jaula de vacas y se los paseó por toda la ciudad para que fueran insultados por la gente. Asunción era una ciudad pequeña y la policía secreta obligaba a la gente a que fuera a insultar a los detenidos; si no ibas, quedabas preso. Así nace el nefasto apodo de 108, nombre con el que se nos estigmatizaba hasta no hace muchos años.
–Era muy complicado, y aún hoy lo sigue siendo, ya que la ideología de la dictadura sigue operando. Acá no había un subsuelo, era un disciplinamiento total. La gente que sobrevivió a esa época cuenta que era muy difícil entablar relaciones y amistades. Tenías suerte de contar con uno o dos amigos. Por otro lado, eran tiempos muy hipócritas. Se sabe que buena parte de la jerarquía de la policía y el ejército de aquellos tiempos era homosexual, si hasta el hijo de Stroessner era uno de los gays más conocidos de Paraguay. Un verdadero cínico que participaba en las cazas de homosexuales que se realizaban en Asunción.
–Muy de a poco. Con la caída del régimen de Stroessner no se terminó con la influencia de sus políticas, ya que el Partido Colorado continuó en el poder. A mí me tocó salir del closet en la década del ’90, y eran años muy violentos, de mucha discriminación en las calles. En esos años te exponías al yire en la calle y era muy peligroso, y eso también tenía sus consecuencias en el tema de salud, porque no te calentaba con quién te acostabas. Pero de a poco las cosas van cambiando, y te diría que Internet ha ayudado muchísimo a movilizarnos y encontrarnos, pese a que también conlleva cierta virtualidad.
–Paragay es un espacio comunitario que viene trabajando desde hace casi diez años en la defensa de los derechos de la comunidad Glttbi paraguaya, pero que recién en abril pasado pudo abrir una sede oficial en Asunción. La sociedad paraguaya es históricamente machista y homofóbica, y nosotros buscamos desarticular esas estructuras y procesos que propugnan o perpetúan el sexismo y la discriminación. Como organización estamos comprometidos en el movimiento antipatriarcal, antisexista, respetando la autonomía, capacidades y prioridades de todos los paraguayos.
–Primero hay que decir que después de casi seis décadas de hegemonía cambiamos de partido político en el gobierno, y eso es un avance muy importante. Yo tengo mis reservas con Lugo, pero nos está dando sorpresas positivas. Si, hace algunas semanas, hasta aseguró que respetará la unión entre personas del mismo sexo, si es que el Congreso aprueba una ley. Parece que tiene palabra, porque en la campaña decía que iba a apoyar la igualdad de derechos de todos los paraguayos y paraguayas. Pero hay que ver qué pasa si se sanciona una ley. Como sea, la caída del Partido Colorado provocó un cimbronazo tan grande que ayudó a reinstalar el debate sobre la discriminación, y como tal se ha convertido en una herramienta más para que se hable del tema en las casas, en las calles y en el trabajo.
–Esos son algunos de los temas pendientes que tiene el Parlamento paraguayo, que es el lugar más reaccionario del poder. Son cuatro proyectos de ley: Salud Sexual y Reproductiva, Contra Todo Tipo de Discriminación, Educación Sexual Integral y de Juventud que están frenados desde hace meses en el Parlamento. En las últimas semanas se hacen sentir las presiones de la jerarquía de la Iglesia y de sus medios de comunicación, que buscan que no avancemos un paso más, pero nosotros vamos a seguir dando batalla. Incluso estamos llevando adelante una campaña de información. Por primera vez en la historia paraguaya se ven afiches en la calle que nos hacen visibles de forma positiva, y eso es un gran triunfo.
–Para nada, y es por eso que tengo sensaciones encontradas de estos nuevos tiempos. Hay un informe presentado al gobierno por parte de la Comisión de Verdad y Justicia, pero no incluyó el caso de los 108, ni otras detenciones y torturas. Desde Paragay venimos luchando para que se los reconozca. Es un claro síntoma de que las cosas no han cambiado demasiado, porque de esta forma se impide que las personas torturadas y humilladas logren alguna dignificación por los hechos vividos durante la dictadura de Stroessner.
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