Dos penitenciarios de brazos cruzados custodian al acusado, Gabriel David Marino. Quinta audiencia por el travesticidio de Diana Sacayán. A Marino se lo ve relajado. La audiencia comienza más tarde que las anteriores, a las 12.30. El presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Nº4, Adolfo Calvete, repasa la lista: se presentarán tres testigos a esta audiencia. Uno de ellos es crucial.
El primer testigo, de pocas palabras, aporta su cuerpo casi vencido por el tiempo y una voz ahuecada por una tos fea. Pero no mucha información sobre el acusado. No puede permanecer de pie. El juez Calvete le toma juramento sentado. Las preguntas las hace el abogado defensor de Marino, Lucas Tassara. El hombre cuenta que a Marino lo crió la abuela. Y que él fue la segunda pareja de esta mujer. El acusado dejó de vivir con ellos cuando tenía entre 18 y 20 años. “En el estudio era excelente, no repetía nunca. Terminó primaria y secundaria”. Tassara le pregunta si Marino tuvo problemas con las drogas. “Se curó, anduvo bien. Estuvo internado un mes, pongalé. Lo fuimos a visitar con la madre y la hermana”. Tassara inquiere si el hombre vio a Marino drogado fuera de la internación. “No. Anduvo bien”, contesta.
Sale el hombre parco y gastado. La sala se desacomoda por unos instantes. Marino no quiere ver cara a cara al próximo testigo. ¿Se vieron antes? Los penitenciarios llevan al acusado a una sala contigua, a la que se accede pasando por detrás del estrado de los tres jueces (Calvete, Ivana Bloch, Julio C. Báez). El testigo al que Marino busca evitar es un hombre relativamente joven, de clase trabajadora, con corte de pelo moderno. Lo interroga el fiscal Ariel Yapur. Sus dichos serán cruciales, porque era vecino del edificio donde vivía Diana Sacayán, donde fue asesinada entre el sábado 10 y el domingo 11 de octubre de 2015. Este testigo sostiene que se encontró en la madrugada de aquel sábado con unos “ojos rojos” que lo impactaron. “Era el sábado, creo que a las dos de la madrugada. Yo venía de una actividad. Mi mujer y mis hijos habían llegado antes, a la medianoche. Abrí la puerta del edificio y justo salió una persona. Me quedé asombrado porque no la conocía. Me dijo para salir y lo primero que hice fue dejar que se vaya. El de seguridad no estaba en ese momento. Le comenté a mi mujer. Ella después lo comentó con el portero. Después me dijeron que hubo un homicidio”.
-¿Le dijo algo esta persona que vio?
-Me pidió para abrir. Lo que recuerdo es que tenía los ojos muy rojos. Fue todo rápido.
-¿Usted llegó a ver de dónde se apareció esta persona?
-Estaba escondido en un pequeño espacio frente al ascensor, al lado del escritorio del de seguridad. De ahí salió.
El fiscal Yapur pide que le lean al testigo lo que declaró el 26 de octubre de 2015 en sede del Ministerio Público: “Su mujer con su hijo volvió a su domicilio y él volvió más tarde, entre las 4 y las 4:30. Vio que no había personal de seguridad. Salieron dos sujetos de un recodo que hay en la pared, que estaban escondidos”.
-Yo no estaba sano, estaba con copas -refiere el testigo. Si dije que fueron dos, fueron dos. Obvio que estaban los dos juntos. Todo fue en un segundo. Abrí y ahí nomás se fueron. Intentaron una identificación con dibujos pero no recuerdo. Lo dibujaban y me iban haciendo preguntas. Pero no lo descubrieron.
Le muestran un dibujo que hizo cuando intentaban elaborar un identikit. Le repregunta la abogada de la querella, Luciana Sánchez.
-Fue algo muy imprevisto. Metí la llave y salieron dos personas. Los dejé salir. Me dije “que se vayan”. Pensé que si me pasaba algo a mí, quién iba a cuidar a mis hijos.
Sale el testigo. Son las 13.50. Se juzga el asesinato de una defensora de los derechos humanos internacionalmente reconocida. El asesinato de una travesti que se plantó frente a todos los miedos. Y se juzga también el asesinato de la periodista Diana Sacayán, que escribió para el suplemento Soy (el 28 de octubre de 2011): “A veces me pregunto cuándo será el día en que algunas de nuestras chicas trans muera de vieja sin que nadie la haya expuesto a la violencia consentida por los discursos de una sociedad ignorante y miedosa, que no acepta que la identidad es una construcción social, que nada tiene que ver con lo natural, que acepte la diversidad como una riqueza, que rompa con la concepción de un sujeto ‘normal’”.
El último testigo, un maquillador especialista en bodypainting que trabajó en distintas discotecas, entró a la sala ataviado con campera de lluvia y gorra negra. Refiere que conoció a Marino una noche y le dio su tarjeta. “A veces me lo encontraba en la calle porque él vendía alfajores baratos. Alguna vez fuimos a tomar algo. La última vez que lo vi me habían dicho que había tenido un inconveniente. Lo vi 3 o 5 veces. Sí, alguna vez me pidió plata, como pide todo el mundo, para comprarse un pancho”. El testigo se mostró un tanto reacio y reticente. Tan poco predispuesto que el presidente del tribunal en un momento tuvo que pedirle que “se saque el gorro’”.
A las 14, el juez Calvete anuncia cuarto intermedio hasta el miércoles 2.