Altísimo crucifijo preside la sala, engarzado sobre tapiz color cardenal. Orfebrería pesada. Araña dorada con treinta tulipas, luz amarillenta. Retratos de los varones argentinos que presidieron los tribunales del Crimen, una docena de camisas blancas y cuellos almidonados pintados al óleo. En los retratos no aparece una sola mujer. Tampoco hombre alguno con rasgos no europeos. El decorado representa lo radicalmente Uno y Absoluto frente a lo radicalmente Otro y múltiple del mundo diverso. Y sin embargo este lunes 7 de mayo de 2018 la sala de audiencias Nº1 del Palacio de Justicia de la Nación modificó su signo. Este lunes 7 de mayo –coincidente con el natalicio de Eva Perón– aquellos cuellos almidonados dejaron de amedrentar al mundo múltiple y diverso. Diana Sacayán pide justicia.
De cara al público, tallados, los emblemas amenazantes de la Justicia Romana: las”fasces”. El emblema consiste en 30 varas de madera atadas con cintas de cuero, formando un cilindro, en el que se ataba el filo de un hacha. En la Antigua Roma lo portaba al hombro el funcionario llamado lictor, encargado de mantener el orden público. En los años en que se aceleró la construcción del Palacio de Tribunales argentino (1925–1942) las “fasces” saltaron a la fama: en 1922 il Duce Benito Mussolini y sus camisas negras marcharon sobre Roma sacando pecho y exhibiendo este emblema. Tanta relevancia cobraron estas fasces, que prestaron su nombre a la palabra “fascismo”.
Nada de esto habría detenido a Diana Sacayán. La Antigua Roma y la Roma fascista no sabían de igualdad. Pero la Argentina anterior a 2012 tampoco reconocía derechos a las personas travestis y trans. Diana Sacayán y sus compañeras derribaron la barrera custodiada simbólicamente por las 30 maderas liadas con cueros por los padres de familia romanos.
En este escenario anacrónico construido según la tradición patriarcal de la primera mitad del siglo XX, sin micrófonos que amplifiquen las voces, con las persianas cerradas y sin ventilación, el acusado de asesinar con saña a la defensora de los derechos humanos y de la igualdad Diana Sacayán hizo oír su voz por primera vez. Marino caminó siete pasos hasta el sillón de madera y cuero de los testigos, tomó asiento y dijo:
“Juro por Dios que soy inocente. Nunca estuve en el hecho. Yo no maté a Diana”.
Pero se negó a contestar preguntas. Retomó los siete pasos hasta el banco de la defensa y su rostro continuó impertubable. Durante toda la audiencia se lo vio sereno, con una leve sonrisa.
El fiscal Ariel Yapur planteó que Marino incurrió en contradicciones respecto de lo que declaró en la instrucción. El artículo 378 del Código Procesal establece que en ese caso el presidente del Tribunal deberá ordenar la lectura de las declaraciones que prestó el acusado en la instrucción.
Ante la protesta del abogado defensor de Marino (Lucas Tassara), el fiscal respondió:
“Que el acusado evalúe si tiene algo que decir de estas contradicciones y que no le resulte perjudicial”.
Los jueces del Tribunal 4 (Adolfo Calvete, Julio César Báez e Ivana Bloch) deliberaron y consideraron que correspondía “hacer lugar a la posición del fiscal y dar lectura a pasajes de la declaración indagatoria para que el acusado haga las correcciones”.
Se procedió a la lectura. El defensor Tassara explotó: “Quieren traer una declaración que Marino no quiere mantener”. Y subrayó que Marino tiene abogado defensor y que en su rol él le aconsejó declarar como lo hizo en esta audiencia.
LOS TESTIGOS
Esta audiencia fue la séptima del debate oral por el travesticidio de Diana Sacayán. (La sexta audiencia se realizó el miércoles 2 y duró pocos minutos, porque la testigo citada –la médica Alejandra Antuña– se encontraba enferma y no pudo asistir). El lunes 7 declaró el oficial Roberto Guerrero que llegó en silla de ruedas y dijo que en el departamento de Diana “la puerta parecía forzada de la parte de adentro”. A continuación testificó el auxiliar superior del laboratorio químico de la Policía Federal Federico Corominas, quien constató la presencia de los perfiles genéticos de la víctima (Diana Sacayán) y del acusado (David Marino) en el hisopado de la uña D3 de la víctima.
La tercera testigo fue la médica Alejandra Antuña Álvarez, de la Unidad Médica Forense de Investigación Criminal de la Policía Federal, que estuvo presente en la escena del hallazgo del cuerpo de Diana. Confirmó que el ataque fue realizado por una persona conocida, porque la cerradura no fue forzada para entrar. “En el cuerpo había lesiones cortantes y equimóticas con objeto contundente. Lesiones de defensa en manos y antebrazos perceptibles a pesar de las ataduras”. Y confirmó que en el cuerpo había marcas de pisadas, con suela de zapato o zapatilla.
La audiencia finalizó con la declaración de Marino, la disputa por la aplicación del artículo 378 dirimida por el pleno del Tribunal y la lectura de las contradicciones entre las declaraciones del acusado en la instrucción y su declaración en este recinto.
Cuarto intermedio hasta el lunes 14.