El tenis argentino recibió un segundo golpe duro en menos de 24 horas. Poco tiempo después del anuncio de la suspensión de Nicolás Kicker, declarado culpable por arreglo de partidos en el circuito, la Unidad de Integridad del Tenis disparó contra otro jugador nacional: Federico Coria, de 26 años y 335° del mundo, fue sancionado por cargos de corrupción y no puede desempeñarse en ninguna competencia profesional. Según el organismo, Coria no comunicó que le ofrecieron arreglar partidos en el Future de Sassuolo, Italia, en 2015. El informe aclara que el santafesino no aceptó el soborno, pero sostiene que sí violó el programa anticorrupción por no haber denunciado la maniobra.
La primera respuesta al fallo la dio a conocer nada menos que Guillermo Coria, ex número 3 del mundo y hermano mayor de “Fefo”, que hizo hincapié en que el caso no se trata de un arreglo de partidos sino de falta de colaboración con el sistema. En su descargo en las redes sociales, además, el Secretario de Interior de la Asociación Argentina de Tenis aclaró que su hermano no había hecho la denuncia porque había sido amenazado “y temía por su integridad y por la seguridad de su familia”.
El caso de Kicker, 84° del ranking ATP, es bastante distinto al de Coria ya que, según el TIU, el primero aceptó el soborno y el segundo no lo hizo. Ambos ejemplos, no obstante, desnudan una realidad que lejos está de resolverse con la suspensión de los jugadores, quienes surgen como los principales perjudicados. El proceso de juicio suele durar alrededor de dos años, tiempo durante el que los tenistas presentan pruebas y elementos en su defensa mientras sufren una tortura constante.
Para el jugador de Merlo, quien se autoproclamó inocente durante todo el procedimiento, la sentencia definitiva se conocería dentro de un mes, aunque existe otra instancia de apelación en el TAS para intentar reducirla. Coria, por su parte, recibiría una suspensión menor -entre seis meses y un año-, ya que no cometió el delito pero sí tropezó con una infracción al no cooperar con la investigación.
El árbol no debe tapar el bosque. Miles de chicos son víctimas constantes de un sistema que los empuja a sufrir estas consecuencias. Lejos de las luces que ofrece la elite del tenis mundial, estos casos suelen suceder en los torneos Futures y Challengers, donde los jugadores viven día a día y son esclavos de las presiones económicas, producto de la desigualdad galopante.
En los circuitos menores hay jugadores que ganan 200 dólares, o incluso menos, por conseguir una victoria. Los hombres que se mueven en representación de la mafia ilegal de las apuestas pueden llegar a ofrecerles hasta diez mil dólares por dejarse perder, una suma que no percibirán ni siquiera por ganar el torneo y posiblemente hasta ni puedan imaginar durante gran parte de su carrera.
Es muy difícil negarse para chicos que sueñan con vivir del tenis. Están inmersos en una realidad compleja como para juzgarlos de manera tan superficial. La brecha monetaria que existe entre los distintos niveles no se puede soslayar. ¿Realmente las autoridades quieren solucionar el problema? ¿Una mayor redistribución de los premios no resolvería gran parte del inconveniente?
Francisco “Panchito” Bahamonde, un ex 344° de apenas 21 años que dejó de jugar profesionalmente por los exhaustivos viajes, disparó con munición gruesa contra la dirigencia: “¿Por qué no hacen el intento de cuidar a los jugadores de las mafias de los apostadores, en lugar de sancionarlos por no informar un intento de arreglo de partidos?”.
No es legal que los jugadores arreglen partidos, pero sancionarlos es apenas atacar la punta de un iceberg que crece de forma exponencial. Hay reconocidas casas de apuestas que trabajan junto con la ATP y, en algunos casos, hasta aparecen como sponsors de los torneos. Al parecer, los organismos oficiales eligen proteger el negocio en lugar de cuidar a los jugadores, que en definitiva son quienes garantizan el espectáculo deportivo, pero tienen que lidiar con la impunidad de las amenazas de todo tipo de apostadores.
En julio de 2017, Guido Pella lanzó duras críticas y se defendió de las acusaciones tras su partido de la primera ronda del ATP de Atlanta ante el alemán Peter Gojowczyk, por entonces 108° del escalafón: “Qué lástima la cantidad de mensajes que recibo con cosas horribles. Nadie más que yo quería ganar. Siempre corro y juego para ganar. Obviamente son todos apostadores, pero estaría bueno que no se metan con mi familia, métanse conmigo”.
Tanto Coria como Kicker son víctimas de una caza de brujas que pretende exhibir dureza contra el sistema corrupto de apuestas ilegales, pero que no termina con el inconveniente de fondo y despeja el camino para que las irregularidades continúen. El reparto dispar de los premios oficiales genera mucha desigualdad. Mientras unos pocos acumulan fortunas en el circuito mayor, muchos otros transitan el mundo del ostracismo con el sueño de poder vivir del tenis, y lamentablemente caen en una trampa mortal.