Los tenistas fuera de serie suelen tener una marcha más incluso después de atravesar una gran adversidad. No importa cuánto tiempo transcurra en el medio, a la larga ellos siempre vuelven. Tras la interrupción por la lluvia, Juan Martín Del Potro sacó relucir esa chapa de jugador distinto una vez más: derrotó 7-6 (5), 5-7, 6-3 y 7-5 al croata Marin Cilic, se metió en semifinales de Roland Garros y se aseguró el retorno al 4° puesto del ranking desde el próximo lunes.
Nueve años, cuatro cirugías de muñeca y un puñado de imponderables más tarde, el tandilense volvió a clasificarse entre los cuatro mejores del Abierto de Francia y dejó en claro que no hay piedra que lo detenga en su camino. Ni siquiera el desgarro de grado 1 que sufrió en el aductor izquierdo y que lo obligó a retirarse apenas veinte días atrás en el Masters de Roma. Aquella lesión significó un escollo menor para un hombre que debió coquetear con el retiro pero que superó todos y cada uno de los obstáculos que se le presentaron.
“Tenía mucha tensión, mucha emoción guardada. Estaba muy parejo. Por eso exploté y lloré como un nene. Se me vienen muchas cosas a la cabeza; jamás imaginé estar así después de todo lo que pasé”, expresó Del Potro, quien ya disputó las semifinales en 2009, cuando perdió en cinco sets contra Roger Federer.
Aquel jugador explosivo de 20 años, que meses después tocaría el cielo con las manos en el Abierto de Estados Unidos, evolucionó a través de los impedimentos físicos y se convirtió en un tenista integral que administra los momentos del partido y genera la sensación de que gana cuando quiere. Una cualidad asombrosa que volvió a demostrar con Cilic.
Apoyado en su primer servicio, soportó el aluvión y produjo las aperturas necesarias para desbordarlo en los momentos justos. El croata les pegó a todas y hasta estuvo 3-1 arriba en el tercer parcial, con opciones de concretar otro quiebre. Del Potro, sin embargo, se aferró al marcador, recuperó su mejor versión y encadenó cinco games para empezar a sentenciar su undécima victoria en trece enfrentamientos ante Cilic.
El 8 de febrero de 2016, la Torre de Tandil llegó a tocar el puesto 1045 del ranking. El próximo lunes, poco más de dos años más tarde, aparecerá al menos en el 4° escalón, la mejor ubicación de su carrera, por primera vez desde enero de 2014. Porque el arte de volver a ser es una facultad que sólo disfrutan los grandes a pesar de las dificultades. Hoy, por lo pronto, jugará su quinta semifinal de Grand Slam nada menos que ante Rafael Nadal, la leyenda viva que busca su 11° título en Roland Garros.
Para meterse en semifinales, el número uno del mundo debió traspirar como no lo hacía desde hace tiempo en el Bois de Boulogne. Diego Schwartzman exhibió el mejor tenis de su vida y puso en aprietos a Rafa en el mismísimo Philippe Chatrier, el patio de su casa, el estadio donde más cómodo se siente. El Peque pareció haber atendido el llamado de la historia: el miércoles ganó el primer set por 6-4 y le cortó a Nadal una racha de 37 parciales ganados de forma consecutiva en Roland Garros para salvaguardar el récord absoluto de Björn Borg en el día de su cumpleaños número 62. El sueco, seis veces campeón en París, hilvanó 41 sets entre 1979 y 1981. El 12° del mundo, que emergió como el guardián de esa plusmarca, fue superior en el inicio del partido y llegó a estar 3-2 con el servicio en el segundo set cuando la lluvia frenó la actividad.
Con la reanudación al día siguiente, el español salió a la cancha con otra cara y ganó 16 de los siguientes 20 games para sentenciar el triunfo por 4-6, 6-3, 6-2 y 6-2. “No me ayudó el parate por lluvia pero fue Nadal el que cambió; empezó a jugar con más profundidad y yo estuve más lento”, analizó Schwartzman después de igualar su mejor actuación en torneos de Grand Slam –llegó a cuartos también en el US Open 2017–.
Asentado como el segundo mejor argentino del circuito, en París dio un paso más hacia lo que ya parece inminente: su irrupción en el top 10. En caso de que el italiano Marco Cecchinato –va contra Thiem en semifinales– no gane el torneo, el próximo lunes aparecerá en el 11° puesto del ranking ATP y quedará al borde del selecto lote de los mejores. El enorme despliegue físico que logró de la mano de Martiniano Orazi, ex preparador de Del Potro, empieza a dar grandes frutos. El pequeño gigante, al igual que la cancha principal de Roland Garros, sigue sin tener techo.
Derrotar a Nadal al mejor de cinco sets sobre polvo de ladrillo sólo es obra para un diminuto grupo de elegidos. Lo consiguió el bombardero Robin Soderling en 2009. También lo hizo aquel Novak Djokovic de 2015 que ganaba todo lo que jugaba. Lo intentó Schwartzman y las inclemencias climáticas lo frenaron. Y hoy tendrá su oportunidad Del Potro, que conoce mejor que nadie sobre campañas imposibles. Volver a ser, de eso se trata para el tandilense. Y nada mejor que demostrarlo con otro golpe de gracia.