Un ícono pop no puede ser ni negra ni bisexual ni torta podría llamarse este documental. Pero se llama Can I be me? (¿Puedo ser yo?) esas cuatro palabras, tres en castellano, que parecen haber sido las que más repitió Whitney Houston en su vida. Más que “I will always love you”, ese estribillo que cantaba a capela en El Guardaespaldas, la película que protagonizó junto a Kevin Costner. El, que era su guardaespaldas, le salvaba la vida a ella que era más o menos ella, es decir una cantante de fama loca: dice Wikipedia que dice Guinness World Records que Whitney Houston “es, hasta la fecha la artista más galardonada de todos los tiempos,? con dos premios Emmy, seis premios Grammy, treinta Billboard Music Awards y veintidós American Music Awards, hasta alcanzar unos 415 premios en su carrera. También es una de las artistas musicales que ha vendido un mayor número de discos en el mundo: más de 170 millones de álbumes, sencillos y vídeos”. 

Can I be me? Así se titula el documental estadounidense-británico sobre su vida que se puede ver en Netflix y seguramente en algunos otros sitios también. Y el título surge del testimonio de la gente que estuvo más cerca de ella: sus compañeros de trabajo. En su caso, esto incluye a toda su familia. Que venía con pasado, presente y futuro: el “hood”, así llamaban los negros a sus barrios cuando Whitney era joven, con toda una carga que no es tan fácil de entender para nosotros que somos racistas pero con una configuración cultural diferente a la de los Estados Unidos; el hood viene con su música, su propio inglés, sus ritmos alucinantes, su pobreza, su padecimiento de la injusticia y la desigualdad y su “falta de oportunidades”, como dicen ellos. Como muchos barrios de CABA y alrededores, pero distinto, la cuestión racial es distinta allá, configura identidad de un modo más fuerte. O distinto nomás. El hood de Whitney quedaba en Nueva Jersey, esa ciudad frente a Manhattan desde la que Manhattan puede ser difícil de alcanzar. Y las iglesias, claro, con esos coros increíbles que casi te hacen creer en dios. Pero no vale la pena: es un dios cruel, que te que te quiere esclava, obediente, esposa y madre. Con que seas negra no parece tener mucho drama. Pero torta ni en pedo: lo dice la madre de Whitney. Lo dice una amiga de Whitney: “aun hoy no escucho hablar de mujeres afroamericanas lesbianas. Hombres gays sí, pero de mujeres no”. De uno de esos coros, dirigido por su madre, Cissy Houston, también cantante pero no tan dotada como su hija, del cristianismo fundamentalista de la madre hecho música surgió Whitney. Tuvo alguno de los problemas que tienen muchos de los chicos de los barrios acá y allá y en todas partes: una exposición prematura a las drogas duras. Muy duras. Heroína, por ejemplo. Pero claro, no exageremos tampoco. Nadie se muere de drogas. La gente se muere de dolor, de soledad, de trauma que no se pudo superar. Las sobredosis de drogas son una forma más del suicidio. Millones y millones hacen un uso recreativo de las drogas y se mueren de viejos, de muerte inevitable nomás, de que la vida viene con límite. 

BARRANCA ABAJO

A Whitney la encontraron ahogada en la bañera de un hotel, un Hilton de Beverly Hills. El informe de la policía, firmado por la agente Kristy McCracken, según publicó el diario El País de España, “sostiene que el cuerpo de la cantante fue encontrado boca abajo en la bañera, que estaba llena de agua caliente, y destaca que ‘un hilo de sangre’ salía de su nariz al momento de ser volteado. Houston tenía una pequeña perforación en el tabique nasal, producto de su ‘largo historial de abuso de drogas’”. Y agrega que “posiblemente fue víctima de la sobredosis de una sustancia narcótica, medicamentos recetados, una mezcla de otros fármacos y alcohol”. No fue sólo la merca aunque parece que de eso encontraron un montón en su cuerpo y en la habitación del hotel. Pero Whitney venía barranca abajo hacía rato. ¿Se puede venir barranca abajo desde el principio? Un documental, ¿cuánta verdad puede encontrar cuando se trata de la vida de una persona? ¿Cuánto hay de una persona que nadie sabe? Empezando por la persona misma. 

EL BLANQUEO

Pero bueno, Whitney está muerta y quisieron hacer una película y la hicieron y mucha gente habla ahí. Usan palabras como “blanqueamiento”. Y no se refieren a la dentadura deslumbrante de la ídola del soul pop de los ochenta. Se refieren a la apuesta de su productor cuando encontró a esa nenita encantadora que cantaba como los dioses. No era la primera mujer negra que rompía todo con su voz: había una larga tradición ya en su país. Pero, parece ser, según dicen una y otra vez en la película, no accedían a “las masas”. Las masas, en la boca de los productores, eran los blancos. Y ni siquiera la tía de Whitney, Dionne Warwick, ni su madrina, Aretha Franklin, había conquistado a esas masas blancas. Le iba a tocar a la nena. Y no le iba a salir gratis: iba a tener que dejar atrás el sonido del hood, los gestos y el acento. La blanquearon. No les resultó difícil, dice uno de sus músicos: Whitney era “classy”. Tenía clase, dice el tipo, y con eso se refería a lo que el público blanco de su país reconoce como tal. “Clase”: alta, blanca. Entonces Whitney lo hizo. Era muy joven cuando empezó, su madre la empujaba como un tren, empezó a ganar dinero y no sólo ella ganaba con su trabajo. También toda su familia y la gente más cercana. Recapitulemos: Whitney había nacido el 9 de agosto de 1963 en Nueva Jersey. A los 20 le empezaron a ofrecer contratos. Un vino de Clive Davis, el que la moldeó como un producto aceptable para “las masas”. Esto es, según la definición de Kenneth Reynolds, compañero de trabajo de Davis, alto ejecutivo de la productora Arista: “Clive es un maestro del pop. El tenía una visión para una artista pop; intentó hacerlo con Dionne (Warwick) y con Aretha (Franklin), pero ellas ya estaban establecidas en sus carreras. Entonces apareció Whitney, era moldeable. La compañía tenía la convicción de que iban a crear un ícono pop. Una artista que fuera aceptada por las masas, entendiendo esto como la América blanca. Todo lo que sonara negro era enviado de vuelta al estudio de grabación. Con sonido negro se referían a demasiado George Clinton, demasiado Funkadelic, demasiado R&B. Queremos Joni Mitchell, una Barbra Streisand. No una James Brown mujer”. Entonces, Whitney tiene 20 años, le cae por la cabeza la “visión” de un alto ejecutivo del mundo del pop con un montón de billetes que le vienen bien a ella y a toda su familia.

LA MUJER DE SU VIDA

Tiene una “amiga”, Robyn Crawford, una torta bien torta, manifiestamente torta, con el pelo corto y chalecos y todo los signos de tortez de los 80 en su país. Están juntas desde la adolescencia. Cuando Whitney pega un par de billetes, se van a vivir juntas. Robyn fue su asistente, la que producía el orden y la armonía para que Whitney pudiera cantar. Vivían juntas, trabajaban juntas, Robyn no disimulaba su lesbianismo: empezaron a llegar los rumores a la productora. Y peor: la gente de la iglesia de Cissy “murmuraba”. Y Whitney no paraba de ganar millones y una fama de dimensiones casi inhumanas. Así que se casó. Con un pibe “malo”, un músico también, Bobby Brown. Y ahí se abrió, o se profundizó, el abismo que se la iba a tragar. El tomaba alcohol, ella merca, como en la canción de Fito, “vos buscando el polvo de dios, yo bebía para irme de acá”, no sabemos si fue amor. Sí que Robyn y Bobby se odiaban. Llegaban a las manos y no siempre ganaba él, cuenta el guardaespaldas de Whitney. La situación se volvió insostenible. Robyn se fue. Whitney y Bobby tuvieron una nena pero no alcanzó. El competía con ella y perdía, curtía con las chicas de las giras. Se separaron. En la película, él lo dice: “si Robyn hubiera estado con ella no hubiera pasado lo que pasó” y en su libro de memorias, que sospecha que lo usaron de pantalla. Quién sabe. Lo que queda claro es que la industria paga. Pero cobra carísimo y Whitney no supo cómo, no pudo ser ella. Can I be me? No, baby, no podés.