¿Cómo puede alguien volver por un camino que ha dinamitado a sabiendas y con ganas? Dicen que hay algo de lo que no se regresa y es del ridículo. Philip Norman, veterano autor británico de biografías de músicos, hizo el ridículo –al menos un poco– cuando publicó su primer libro, Shout, una minuciosa biografía de The Beatles, cuyo original entregó en noviembre de 1980, un mes antes de que asesinaran a John Lennon. Norman tuvo mucha suerte porque entre otras barbaridades sostenía que John era el 75% del grupo. No había manera de que eso fuera a caerle bien a nadie, y menos a Paul McCartney, pero en la neblina lúgubre que se instaló a partir de la muerte de Lennon su punto de vista quedó enmascarado por la pena colectiva. Es más, inspiró la simpatía de Yoko Ono, que lo invitó a conocer el Dakota y le proporcionó material y acceso para que pudiera escribir una biografía de su difunto esposo.

Durante el ejercicio profesional del periodismo previo al éxito de Shout, Norman atacó con saña a McCartney con críticas ácidas, incluso en forma de verso, como la publicada en el Sunday Times cuando Paul obtuvo ese número uno tan prolongado con “Mull Of Kintyre” en 1977. Y decía: “Oh, liverpuliano delicado de esposa desafinada/ por los empalagosos clichés que nos has endosado/ ojalá que al compás de una anodina tonada/ en medio del camino pronto te veas enterrado”. Al ridículo, le añadió la ofensa. Y en su biografía sobre Paul McCartney, recientemente publicada por Malpaso en Argentina, no oculta su pecado sino que también hace un mea culpa. “¿Acaso alguien ha quemado alguna vez los puentes de manera más concienzuda?”

Hay cosas de las que no se retorna pero de algún modo, Philip Norman lo logró… con una ayudita de su “amigo” Paul McCartney. Con el correr de los años, los libros y la vida de periodista y escritor, Norman fue comprendiendo que en Shout había escrito algo no solamente injusto, sino que estaba faltando a la verdad de los hechos. Intentó corregirlo cuando escribió su biografía de Lennon, y si bien sabía que no iba a contar con la presencia de Paul, le hizo saber a través de su agente de prensa que ese texto no sería de ninguna manera como el libro que escribió sobre The Beatles. 

Para su absoluta sorpresa, Paul McCartney en persona lo llamó y le dijo que tenía curiosidad “por ese tipo que parece odiarme tanto”. Ese gesto terminó de ratificar el giro copernicano que se produjo en la opinión de Norman sobre McCartney. El hombre al que él había difamado con pasión, era todo un caballero. Eso le infundió el ánimo para que, luego de haber publicado la biografía sobre Lennon en 2008 y otra sobre Mick Jagger en 2012, se animara a encarar una de Paul. Supuso con razón que McCartney no lo escogería como biógrafo, pero logró algo interesante: una aprobación tácita del Beatle que, sin involucrarse concediendo reportajes, no obstaculizó su investigación y le dio un visto bueno a su agente de prensa para que colaborara indirectamente.

De esa manera Philip Norman concretó una biografía de Paul McCartney que agrega sólidos donde otros encontraron solamente vacío. No obstante, hay detalles en los que hace agua: hay unos cuantos datos musicales erróneos, mínimos quizás (por ejemplo, asegurar que “Penny Lane” tiene un arpa cuando ese instrumento es protagonista en “She’s Leaving Home”), pero que en la biografía de un músico cobran peso. Norman compensa alguna de esas falencias con su enciclopedismo británico que, sin abrumar, completa los casilleros de las diferentes etapas de la vida de Paul con abundante contexto, nuevas fuentes y algunas interpretaciones audaces pero no descabelladas. 

Para cualquier autor resultaría sumamente difícil poder agregar algo nuevo sobre un terreno tan transitado como la historia beatle. Norman no es la excepción, pero lo intenta de un modo tan obstinado que consigue al menos un buen resultado. Ser británico le otorga la perspectiva del nativo que puede reconocer guiños, rasgos de época, manierismos de tradición, como cuando menciona a un tema no muy trascendente como “Things We Said Today”. Dijo que Paul la escribió “a la pasada” (verdad a medias: todo lo escribían rápido en aquellos días), pero reparó en un buen detalle al mencionar que “enterrada en ella podía encontrarse un primer indicio del particular carácter británico que aparecería en sus clásicos del futuro. Y también en la visión característicamente halagüeña del futuro: unos amantes que siguen juntos, tal vez cuando tengan sesenta y cuatro años, compartiendo un silencio cariñoso y lleno de recuerdos”. 

Más interesante que la épica beatle en sus buenos y malos momentos, resultan detalles poco conocidos de la carrera solista de Paul, e incluso de su vida. Norman se hace un picnic con el arresto del bajista en Tokio durante una gira durante 1980 en la que las autoridades le encuentran marihuana en su valija. Ahí, en el periodismo puro y lindante con lo amarillo, en la narrativa cruda y llena de incidentes, es donde saca musculatura y apabulla al lector con una seguidilla de historietas y detalles que atrapan de inmediato. Obviamente, no faltan los motivos para que Norman se zambulla en esos ríos turbios: la muerte de Linda Eastman, su conflictiva pareja con Heather Mills y su posterior separación, y el tercer matrimonio –exitoso hasta el momento– con Nancy Shovell.

En el firmamento beatle, donde Lucy sigue brillando con diamantes, los biógrafos de The Beatles tienen diferentes categorías. Hunter Davies, que escribió la primera historia autorizada, es el bueno, y Albert Goldman, que firmó el escandaloso The Lives of John Lennon, es el diablo. Mark Lewisohn es la autoridad suprema y Geoff Emerick, el técnico de grabación de la segunda mitad de The Beatles, el que estuvo en el intestino de la creación y logró recordarlo. ¿Cuál será el lugar que se le asigne a Philip Norman? Eso aún no está claro. A juzgar por esta biografía de Paul McCartney, voluminosa, completa –llega casi hasta nuestros días–, imperfecta pero con gancho, es probable que se lo considere como El Arrepentido. Cuando finalmente lo tuvo a Paul enfrente, Philip Norman solo pudo decirle: “Tu ética de trabajo me ha dejado estupefacto”.