Una carrera no tiene por qué ser una cuestión de velocidad. Menos que menos en la música, donde hay tantos baches en la ruta y tantos atolondrados que se van de pista. Es que para algunas almas, una carrera musical tiene algo de competencia; un apuro por conquistar territorio, una prisa por cuestiones de ego, de vanidad, de urgencia personal, todos lubricantes que dañan el medio ambiente. En otros casos, la máquina funciona de modo distinto y responde a otros métodos de carburación. Dhani Ferrón ya tiene más de tres décadas como músico, y recién ahora se le comienza a ver la cara. Su nombre cobró relevancia desde la edición del disco Los Amigo, el saludo post-mortem de Luis Alberto Spinetta a través de un proyecto que no tenía ningún otro motor que el de disfrutar el encuentro musical entre amigos, precisamente. Rodolfo García, baterista de Almendra y Aquelarre, y amigo de Spinetta desde los inicios, completaba la informal alineación que se juntaba semanalmente en la que Dhani tocaba el bajo, y que llegó a grabar algunas canciones en la sala/estudio de grabación de Luis, antes de que enfermara. 

Dhani, que encontró la h por casualidad cuando comprobó que su nombre ya estaba ocupado al momento de gestionar una casilla de mail –ahí el sistema le ofreció intercalar una letra muda–, no era un recién llegado al universo spinetteano. De algún modo siempre perteneció a él, y por eso mismo se integró naturalmente a la familia musical extendida que homenajeó al Flaco en distintos escenarios. Y no solo eso: un día, Emilio Del Guercio lo invitó a participar de su nueva banda. “Eso fue cuando la Legislatura de la Ciudad nombró a Rodolfo García personalidad destacada de la cultura”, cuenta Ferrón. “Rodolfo nos invitó a tocar a Litto Nebbia, a Emilio y a mí. Le insistí a Emilio para que volviera a los escenarios, que no podía ser que no estuviese tocando”. Del Guercio le hizo caso y junto a Dhani comenzó a armar un grupo que lo acompañó en sus shows del año pasado. 

David Lebón también reclamó su presencia: “Tenés que venir a ayudarme con el disco”, le dijo. Se habían conocido durante los ensayos para el show de las Bandas Eternas con el que Spinetta reunió a Jade, Pescado Rabioso, Invisible y Almendra el 4 de diciembre de 2009. Lebón había tomado una decisión artística para lo que finalmente sería su disco Encuentro Supremo: no hacerse él mismo los coros. Entonces lo llamó a Ferrón que es especialista en la materia. “Eso me viene de estudiar a Los Beatles –continúa Dhani–; fui al estudio de David y le grabé una plancha de voces, que es armonizar cuatro o cinco líneas vocales. Leandro Bulacio, el tecladista de David, me ayudó con las armonizaciones”. Lebón le pidió algo más: “Tenés que estar en la banda”.

De ese modo, Dhani Ferrón se fue convirtiendo en la rueda de auxilio del rock, siempre al servicio de la música en cualquier tipo de escenario. Toca el bajo o la guitarra acústica –también eléctrica, si se lo piden–; o puede armonizar en distintos esquemas corales. “Tengo un registro que es una mezcla del de Luis y el de Emilio, de tanto escucharlos a los dos”, cuenta detrás de sus anteojos enormes y su sonrisa franca.  En caso de emergencia o no, también se puede recurrir a él como vocalista principal como sucedió en el homenaje a Spinetta en el Centro Cultural Néstor Kirchner. Había que cantar “Post-crucifixión”, nada menos, un tema de Pescado Rabioso que demanda una entrega vocal sin reservas. Dhani le quita grosor al asunto: “Influyó el hecho de que yo venía haciendo las canciones en los ensayos para poder pasar los temas y tenerlos listos cuando llegaran los cantantes”. Sin embargo, se hizo la noche del 13 de diciembre de 2015, y el “pescado muleto” con Black Amaya y Bocón Frascino, reforzados con Marcelo Torres y Juan Del Barrio, no tenía cantante para esa canción. Esa noche Dhani la cantó como si la supiera de toda la vida. Y así fue.

VOLANTE POLIFUNCIONAL

El recuerdo lo atraviesa como un rayo en la avenida: tenía cuatro años y en el televisor de su casa surgió una canción que le produjo una sensación extrañísima. Se llamaba emoción, pero todavía no sabía ni escribir el vocablo ni su modo de funcionamiento. Acompañando una publicidad, “Muchacha, ojos de papel” se le metió en el cuerpo. “Al tiempo –relata Ferrón– mi hermana me hace escuchar el disco de Almendra con ‘Ana no duerme’ y me vuelve a pasar lo mismo. Era una armonía musical para la cual yo no estaba preparado y me provocaba un sentimiento inmenso. Hasta entonces yo escuchaba Serrat por el lado de mi madre, y Beatles por el lado de mi hermana. Después descubrí a Manal porque el vecino de al lado de mi casa lo ponía al mango: todo el rock argentino yo lo escuché por la ventana. Cuando escuché ‘Hey Jude’ me volvió a suceder lo mismo. Una cosa química y corporal. Inexplicable”.

La reunión de Almendra en 1979 volvió a sacudirle la vida a los trece. Antes para ver a un músico de rock existían dos posibilidades: que alguna revista de la época publicara su fotografía, o ir a un concierto. Ya con trece, esto último podía concretarse en una realidad para Dhani, y se dirigió a Obras a efectos de seguir indagando esa emoción. Una vez finalizado el show, tuvo una clara respuesta. “Para mí fue muy claro: yo me iba a dedicar a eso. No pensé en nada más y comencé a ir a un profesor de bajo. Yo sabía que siempre hacía falta un bajista, tal vez porque todos quieren ser violeros ya que eso despierta mayor fascinación, ser guitarrista mueve más la imaginación. Yo tenía en claro que también tenía que saber tocar la viola porque quería tocar esas músicas que escuchaba. Y ahí, sin darme cuenta, empecé un camino que era sacar las músicas de Spinetta. Así aprendí a tocar la viola. Fue un modo de aprendizaje; arranqué con tonos sacados de una revistita. Toda mi vida me dediqué a eso: todo lo que aprendí de armonía y de audio perceptiva, lo aprendí con los temas del Flaco.”

Dhani tenía dos o tres caminos posibles. Podía convertirse en un clon de Spinetta  abocándose al tributo permanente, podía intentar tocar en su banda o hacer algo verdaderamente  spinetteano y encontrar su propio camino, el que inexorablemente lo iría conduciendo hacia Luis. “Apenas terminé la secundaria comencé a tocar en la banda de Alejandro Del Prado, un guitarrista y un compositor maravilloso. Toqué muchos años con él. En determinado momento me comenzó a interesar la psicología, pero como algo para mí porque yo trabajaba de músico. Entonces hice el CBC y en 1989 comencé a estudiar psicología. Muy tranquilo. Y en 1993 entré como bajista en la banda de Jairo”. Allí se quedó hasta que un día produjo a una banda llamada La Terminal en la que tocaban Nicolás Pauls y Matías Camisani; el grupo era particular porque ellos dos eran conocidos como actores y de hecho La Terminal era una banda de ficción en la tira Gasoleros, que tuvo un éxito fulminante hacia finales de la década del 90.

La Terminal llega al final de su recorrido por causas naturales, pero Nico Pauls sabía que Dhani Ferrón tenía un montón de temas propios que estaban buenísimos, y le insistió en que había que grabarlos. Así nace 4to Espacio en el 2000, que resultó ser un grupo de largo aliento que acaba de editar su tercer álbum, Polen, ya sin Nico Pauls en la batería, pero todavía con Matías Camisani a bordo y con Gabriel Améndola y Gustavo Horche como nuevos miembros.  Ferrón define al nuevo material como el “resultado de una evolución que se fue dando muy lentamente. Te diría que es un disco muy simple de canciones de rock argentino”. La influencia de Spinetta aromatiza el trabajo, es verdad, pero no lo invade por completo: el cuarto espacio funciona como hendija que permite que la banda respire. “Es como el Senku, ¿te acordás del juego con fichas verdes que ocupaban todo el tablero menos el centro? Si ese espacio estuviese tapado, sería un sistema cerrado; entonces, al no haber dinamicidad entre los elementos, se muere. Por eso, el cuarto espacio: éramos tres, Nico, Matías y yo. Siempre les decía que tiene que haber un agujero en el medio para interactuar con otros y entre nosotros”.

PALILLOS DE LA BUENA SUERTE

En 1995 se realizó la muestra que celebraba los 30 años del rock nacional, y Dhani se topó con Rodolfo García, que fue uno de sus impulsores. “Lo encaré de una y le conté que con Alejandro Del Prado nos habíamos quedado sin baterista, si no quería tocar con nosotros. Nos dijo que sí y más adelante, en el 2002, los tres armamos Posporteño”.  Por otro ramal, Ferrón ya había tomado contacto con el Flaco a través de amigos comunes. El encuentro en persona se produjo en Córdoba, cuando con Matías Camisani y Dolores Barreiro se mandaron en un viaje relámpago a Córdoba para ver un show en el que tocaban Turf, Spinetta y Charly García. 

A través del técnico Guido Nisenson, 4to Espacio accede a unas horas de estudio en La Diosa Salvaje para hacer un demo mientras Luis Alberto se encontraba en Los Angeles. A su regreso, con la excusa de que se habían olvidado unos palillos de batería, fueron invitados a recoger sus pertenencias y los recibió el mismísimo Spinetta que les ofreció tiempo de estudio para que grabaran un disco. “¿Cuántos días necesitan?”, les disparó el Flaco. Se arreglaron con tres, pese a que ya habían sido invitados al estudio de Los Pericos. “Nunca nos quiso cobrar nada –cuenta hoy Ferrón–; pero nosotros juntamos una guitita y se la dejábamos a la secretaria para la luz y los gastos”. En el 2004, 4to Espacio grabó su segundo disco nuevamente en La Diosa Salvaje, y Luis se hacía presente en las sesiones. Un día le sacó conversación casual y le dio un gran consejo.

“¿Estás haciendo canciones nuevas?”,  le preguntó el Flaco. “Sí, me quiero centrar en esto de la melodía que es algo que me cuesta mucho. Me gustaría que la melodía fuera lo más honesta posible”, contestó. “Mirá, Dani”, le dijo Spinetta mientras le cambiaba las cuerdas a una Gibson, “te voy a decir algo para que lo lleves siempre con vos. La melodía te puede llevar al cielo o te puede llevar hasta el infierno, pero nunca te va a dejar a gamba.” 

La relación entre ambos se fue profundizando a tal punto que Dhani terminó siendo el “conductor designado” por Spinetta para los ensayos con las Bandas Eternas, donde pudo terminar de conocer a todos aquellos músicos a los que había admirado desde su niñez. Allí fue donde se reveló como esa fiel rueda auxiliar que, además de conducir a conciencia, podía cantar, tocar el bajo o la guitarra, y ayudar a organizar.

Una tarde de febrero o marzo de 2010, suena el teléfono de Dhani Ferrón, y al otro lado de la línea se encontraba Rodolfo García con una invitación irresistible.

–Ché, Dani, ¿no querés venir a zapar con Luis y conmigo, solo por el simple hecho de juntarnos?    

–Rodolfo: no quedan más bajistas en la ciudad. Se fueron todos de vacaciones. Soy el único que quedó.

“Comenzamos juntándonos una vez por semana en lo de Rodolfo, que tenía un lugar para ensayar en el piso de arriba. Como tenía cosas, había que vaciarlo cada vez que íbamos a tocar. Luis siempre era el primero en llegar y un día que me demoré lo vació todo él solo. Después nos propuso trasladarnos a su sala porque además de dejar todo armado podíamos grabar”. Alcanzaron a registrar solamente una primera tanda de canciones y fueron bautizados como “Los Amigo” por Aníbal “La Vieja” Barrios, el legendario asistente de Spinetta. 

Ya recibido de psicólogo y ejerciendo, Dhani Ferrón trata de perfeccionarse en “el arte de combinar los horarios”, tal como definió a la música alguna vez el maestro Horacio Malvicino. “Las dos cosas conviven perfectamente –concluye Dhani–, pero no paro porque entendí que no hay nada más lindo que tocar con la gente que adoro”. 

Y que siga la melodía.