El lunes 10 de junio de 2013 quebró una racha de 15 meses de sequía argentina entre las cien mejores tenistas del planeta. Después de encadenar seis triunfos en Roland Garros desde la qualy, con un golpe de gracia incluido ante la kazaja Yaroslava Shvedova –por entonces la número 31 del ranking–, rompió la barrera que todas pretenden y se instaló en el grupo en el que quieren estar. Ese mismo año, en octubre, llegó a ubicarse en el puesto 59 y empezó a emerger como líder del recambio del tenis femenino argentino.
Una rotura en el filocartílago del ligamento triangular de la muñeca izquierda, sin embargo, comenzó a frenarla a fines de 2015, la hizo trastabillar y la obligó a pasar por el quirófano en enero de 2017. El operativo retorno inició en agosto en Koksijde, Bélgica, en un Womens Circuit de 25 mil dólares en premios. Empezó en aquel Challenger, como se denomina de manera informal en el tenis femenino a los torneos ITF con ese piso de dinero; pasó por momentos de incertidumbre económica, pocos torneos y algunos Interclubes para juntar plata; y recién comenzó a tomar forma la semana pasada en Baja, una ciudad de poco más de 35 mil habitantes situada a unos 150 kilómetros de Budapest.
A Hungría llegó como la número 608 del ranking WTA. Ganó dos partidos de la clasificación, hilvanó cinco victorias en el cuadro principal y saboreó la alegría de volver a ser campeona, una emoción que llevaba más de dos años sin vivir, desde el 10K de Bauru 2016. “El resultado me pone feliz, pero tuve buenas sensaciones y por eso pude controlar los momentos adversos; noté un crecimiento importante para el futuro”, expresó Paula Ormaechea en diálogo con Líbero, tras ganar un 25K por primera vez en tres años –Padova 2015– y sumar su 14° título. El próximo lunes ascenderá 200 puestos y quedará al borde del top 400 del ranking mundial.
Radicada en Italia y casada con Luciano De Cecco, armador del Perugia y de la Selección Argentina de vóley, intenta sortear día a día las múltiples barreras económicas que se presentan en el circuito de las mujeres terrenales que, lejos de los lujos que ofrece la elite, se convierten en trabajadoras del tenis. Ormaechea, la luchadora inclaudicable de 25 años que comenzó a reinventarse en Baja, sostiene que el deporte de la raqueta se vuelve cada vez más desigual: “Está muy mal repartida la plata. El de arriba cada vez gana más y al de abajo le resulta más difícil juntar unos pesos. Una vez vi que la WTA decía que las 200 mejores mujeres del circuito podían vivir del tenis y pensé: es la ridiculez más grande que leí en mi vida. Vivir, estamos hablando de pagar un entrenador y viajar con todo un equipo completo. Todo eso lo puede hacer una jugadora que está metida entre las 70 del mundo”. Acaba de obtener un torneo pero conoce, acaso mejor que nadie, las trabas monetarias que deben surfear quienes surfean en el profesionalismo lejos de las luces.
–¿En qué etapa de tu carrera estás?
–Estoy en un momento difícil por el lado económico. Se me complica mucho, no tengo los recursos. Este año jugué muy poco en el circuito porque no tengo con qué viajar. Tuve que dedicarles bastante tiempo a los Interclubes. Estoy tratando de volver a meterme; juego muchas qualys de Challengers para tratar de sacar algunos puntos. Es complicado pero la estoy luchando con ganas. Volver a empezar después de todo lo que viví no es fácil pero acá sigo porque es mi pasión.
–¿Cómo cambian la planificación y la economía desde que vivís en Italia? ¿De qué manera cubrís los gastos?
–Cambia un poco porque estás más cerca y en Europa está la mayoría de los torneos. De cualquier manera no se vuelve mucho más barato tampoco. Uno se ahorra el trayecto desde Argentina y es un alivio, pero no cambia demasiado la economía. Sobre todo si jugás este tipo de torneos en los que uno sale perdiendo siempre. Mi gran problema actual es que no tengo los recursos para jugar y no sé cómo voy a seguir. Vivo día a día y por eso no planifico nada importante. Por suerte tengo la ayuda de una empresa de seguros de Argentina, pero la realidad es que se me hace muy difícil.
–¿Cómo es ser mujer en el tenis? ¿Por qué hay diferencias sustanciales con los hombres?
–No es nada sencillo. Las diferencias que hay con el circuito de hombres son bastante grandes, en especial por las ganancias. En el ambiente se puede decir que los hombres son los que más sponsors atraen, pero también es cierto que hay sponsors que son sólo del tenis de mujeres. En realidad no es un tema del tenis, sino que es algo global. La mujer siempre gana menos. En una oficina le pagan más a un hombre que a una mujer. Creo que es algo mucho más profundo y excede el tenis. Estamos acostumbrados a eso: el mundo es muy machista y en el deporte también está reflejado.
–¿Viajás sola?
–Hace dos o tres años que viajo sola. No tengo a quién llevarme porque no tengo la plata. Mi papá se ofreció a viajar conmigo y le dije que me encantaría pero pagar un pasaje más, el hotel y el resto de los gastos es imposible. En mi caso es viajar una semana con alguien o viajar dos semanas sola. Y sigo viajando con la máquina de encordar. No me di el lujo de pagar los encordados cuando estaba entre las cien, menos me lo voy a dar ahora. Los gastos son muy grandes. Podemos ganar plata pero también gastamos demasiado. Si vos querés pensar en el tenis, invertir para que te vaya bien y a la vez juntar plata para el futuro, después de dedicarle toda tu vida, tenés que estar muy adentro. Una persona que está fuera de las cien no puede ahorrar plata. Nunca ganamos. Salimos iguales o perdemos. Es una pena, no se gana nada y casi siempre salís en rojo.
Como cabeza del equipo de Fed Cup en la etapa post Gisela Dulko, Ormaechea fue artífice del último ascenso de la Argentina a un Grupo Mundial. Bajo la capitanía de la marplatense Bettina Fulco, el seleccionado se metió en la segunda zona internacional en 2012 luego de vencer a China en Parque Roca. Dos años después, ya con María José Gaidano al mando y también con Ormaechea como líder, las chicas quedaron a un paso de ingresar a la máxima categoría. Este año, en febrero y por el Grupo I de América, la jugadora de Sunchales volvió a vestir la camiseta argentina después de tres temporadas.
–¿Qué significa la Fed Cup en tu carrera?
–Siempre fue importante para mí jugar la Fed Cup. Ahí siempre encontré una motivación extra por el hecho de representar a mi país. Eso te exige hacerlo lo mejor posible. En la Fed Cup saqué mis mejores partidos. Tengo recuerdos hermosos, como haber tenido la posibilidad de jugar en Grupos Mundiales. Siempre va a quedar en mi memoria haber jugado por el país con la celeste y blanca.
–¿Qué modificarías para que el tenis femenino argentino vuelva a posicionarse a nivel internacional?
–Es un tema muy profundo. La situación está cada día más difícil. Hoy la economía de Argentina está complicada, y por eso hay cada vez menos gente que puede bancarse una carrera. Es obvio que el apoyo debería salir de las entidades. Estaría bueno que pudiera haber más competencia. Si las chicas no pueden viajar porque no hay plata, que al menos tengan competencia más cerca. No es un tema sólo de Argentina; varios países de Sudamérica deberían ponerse de acuerdo para armar giras y generar más torneos. Hay que encontrar la manera de que las chicas, sin plata, puedan tener competencia decente y no sólo entre ellas. Necesitan roce internacional porque el tenis está afuera.
–¿Qué lugar ocupa Gabriela Sabatini en el tenis argentino? ¿Podría aportar su experiencia para refundar el tenis de mujeres?
–‘Gaby’ es una leyenda. Desgraciadamente no la vi jugar porque se retiró cuando yo tenía apenas dos años. Pero están los archivos y todo lo que te cuentan. La semana pasada, en Hungría, un australiano le contaba a la hija de 16 años que la veía jugar a ‘Gaby’ cuando era joven. Me habló maravillas como todo el mundo. Como me pasó a mí les pasó a miles. Vas a ser la próxima Sabatini, te dicen. Siempre hacen ese tipo de comparaciones y yo pienso: ojalá pudiera llegarle a los talones. La marca que dejó en el tenis mundial es muy grande. Creo que podría aportar mucho pero es una decisión de cada uno. Ella eligió hacer otro tipo de vida y es muy bueno. Es más, lo veo parecido a lo que elegiría yo en el futuro.
–¿Qué pensás sobre los cambios que se vienen en 2019 en los Futures y Challengers? ¿Qué debería modificarse en el circuito de mujeres?
–Todo lo que son puntos de Futures (NdR: torneos ITF de 15 mil dólares) este año para la temporada que viene no van a contar más en el ranking WTA sino que van a ir a un ranking de transición. Con eso ya sé que Futures no tengo que jugar. Me gustaría que hicieran una nueva regla para que jugadores de cierto ranking no puedan jugar determinados torneos. Sigo viendo torneos de 25 mil que tienen jugadoras que están 100 o 110 del mundo. ¿Y las que están atrás y quieren subir? No es para nada justo. Esas jugadoras tienen ranking para jugar qualy o cuadros principales de Grand Slam. La número 100 juega el main draw seguro. Esas jugadoras van a jugar un 25 mil para juntar puntos y es muy injusto.
–¿Qué opinás sobre los casos de apuestas y arreglo de partidos? ¿Las autoridades actúan de buena manera para solucionar el problema?
–Es un tema bastante incontrolable. No te puedo explicar la cantidad de gente, todos hombres, que veo detrás de las canchas con los teléfonos. Es obvio que esa gente está apostando. No son personas de los torneos. Pero jamás vi que el árbitro se acercara para echar a esa gente. Los tendrían que sacar. Durante todo el partido no quitan la vista del teléfono. No tengo idea cómo se maneja porque nunca nadie me ofreció, y tampoco quisiera saber nada del tema. Va totalmente en contra del deporte. Pero hay cosas que no entiendo. El caso de Robert Farah, por ejemplo, que lo suspendieron porque hizo publicidad de una casa de apuestas y la ATP tiene como sponsor a una casa de apuestas. ¿Querés frenar el problema pero a la vez lo promocionás? No sé qué decir. Es ridículo. Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago, diría la ATP.