Los circuitos menores de tenis configuran una jungla de luchadores con raqueta dispuestos a dar la vida para pegar el salto al lujoso mundo de la ATP. En los Futures, el primer escalón de torneos profesionales que el año que viene desaparecerá para dar lugar al Transition Tour, abundan las mafias de apuestas, no alcanzan los premios para cubrir las necesidades del jugador y sobran los soñadores. Ese planeta, contraste perfecto de una elite exuberante, es el que habita Juan Ignacio Galarza, el hombre de 24 años que se formó con su padre Oscar en el Club Italiano de Escobar, ocupa el puesto 380° del ranking ATP y pelea día a día en el ostracismo con un objetivo claro. “Hay que salir lo antes posible de los Futures porque no te dan ganancias”, expresó en un diálogo con PáginaI12 que repasa desde sus inicios como tenista hasta las dificultades para sobrevivir de quienes no integran el top 100.
–¿Cómo fueron tus comienzos?
–Vengo de una familia de deportistas. Al principio acompañaba a mi padre a sus clases y me metía en el frontón. Después, cuando cumplí ocho años, empezó a darme clases particulares de media hora. Y a los doce ya viajaba y competía en torneos nacionales. En ese momento fui convocado para el primer Sudamericano y después empecé a jugar la gira Cosat y los ITF.
–Ya sabías que ibas a ser tenista…
–Nunca fue una obligación por parte de mis padres ni mucho menos. Fue por decisión propia; lo elegí yo y lo disfruto porque es mi pasión. Y estoy seguro que decidí bien.
–¿Cómo dar una charla con los chicos de tu club? ¿Qué les transmitiste?
–Siempre que estoy en Buenos Aires me gusta volver a Escobar. Son mis raíces, crecí y me formé en el club y en la ciudad. Por eso trato de dar una mano en la escuela de mi papá, tanto con los chicos como con los profesores. Me gusta transmitir mi experiencia. A los chicos les dije que se entrenen, que pongan el ciento por ciento cada día y que el laburo a la larga paga. Yo no me considero talentoso pero sí muy trabajador. Cuando me pongo una meta trato de cumplirla. Hay que inculcarles eso a los más chicos, el respeto y la entrega desde el principio.
–¿Cómo es tener un padre como Oscar, un entrenador con muchos años de trabajo?
–Fue quien me formó. Al principio viajaba con él, mi base la construimos juntos. Desde los 18 años decidimos que lo mejor para sostener la relación padre-hijo era sumar alguien más al equipo. Ahí empecé a trabajar con otros entrenadores y en diferentes academias para sumar herramientas nuevas. Tantos años con la misma persona generan una dificultad en eso de adquirir nuevas armas. Es bueno tener el punto de vista de otra gente. Ahora trabajo en la academia de Monachesi-Hood.
–¿Tenés buena relación con Mariano Hood?
–Ya lo conocía de cuando era junior. Lo tuve de capitán en un Sudamericano y en un Mundial. Me gusta mucho el trato que tiene dentro de la cancha y su forma de trabajar, me convence y aporta mucho en mi juego. Creo que me ayuda a mantener el buen camino y estoy contento con el equipo que formamos.
–¿Cómo es vivir del tenis en el mundo de los Futures?
–Al principio es muy difícil. Hay muchos juniors que pegan el salto rápido y se meten en el top 100, y eso genera otro nivel de juego y de vida. Estos torneos son muy complicados hoy en día. Si viajás con entrenador económicamente no te dejan ganancias, sobre todo en esta situación del país. Se nota mucho la diferencia cuando estás entre los 200 mejores porque ahí ya jugás cuadros de Challengers o incluso alguna qualy de ATP. Recién entonces se nota el rédito económico y también un nivel de juego más alto.
–¿Hay mucha desigualdad entre los distintos niveles?
–Sí, fue una de las cosas que se plantearon para el año que viene. Los top 20 tienen mucho beneficio económico y no es tan necesario para ellos por el nivel de vida que llevan. Más allá de los torneos que juegan, creo que la ATP les da ese plus. Estaría bueno que eso se repartiera en las categorías menores. La diferencia es grande entre Futures y Challengers, ni hablar entre Challengers y ATP. Creo que es importante que un peso pesado tome la palabra y haga hincapié en ese tema. A nosotros es muy difícil que nos escuchen.
–¿Qué tiene que lograr un tenista entonces para vivir bien? Viajar con entrenador, preparador físico, kinesiólogo, incluso psicólogo…
–Para alcanzar ese tipo de vida tenés que ser top 100. Hasta quizá un jugador metido entre los primeros 150 puede hacerlo. Pero para tener una buena base hay que mantenerse ahí dos o tres años. Todo eso te lo da el nivel. Si pegás el salto y te metés entre los cien, el cambio es muy grande: mejora la economía, mejoran los torneos, el ambiente es otro, las marcas se fijan más en vos.
–¿Qué opinión tenés sobre las apuestas y los arreglos de partidos?
–En los Futures hay bastante. Comparto el trabajo que hace la ITF. Obvio que estoy en contra del arreglo de partidos y todo lo relacionado. Pero a veces es difícil de controlar. Hay muchas mafias que uno no conoce y están metidas. Con un trabajo minucioso creo que se puede limpiar, lo importante es que no se ensucie el deporte.
–La desigualdad monetaria también juega…
–Tal cual. Por eso hay que volver con otra cuestión: es muy importante que la ITF y la ATP repartan un poco mejor el dinero, especialmente los premios en los Futures y Challengers, que son los niveles en los que más se ve el problema. No hay ganancia y por eso a muchos chicos les ofrecen sumas altas. Hay muchísimos jugadores que lo piensan más de dos veces porque no tienen sponsor, no tienen apoyo y sus familias no pueden ayudarlos. Y ese es un camino fácil. Pero hay un reglamento y hay que respetarlo. Como mínimo tendrían que subir los premios en los Futures.
–¿Cómo ves el cambio que se viene en 2019 con la desaparición de los Futures y la creación del Transition Tour? ¿Habrá menos jugadores profesionales?
–Yo creo que con esta modalidad nueva hay muchos jugadores que van a dejar de jugar. Con dos rankings paralelos, el de puntos ATP y el de los entry points, hay tenistas que hoy están entre el puesto 800 y el 1000 que no van a poder seguir compitiendo por la imposibilidad de jugar Challengers y de viajar a Europa. El beneficio es en el nivel top 200, donde va a haber una limpieza de jugadores. No sé si es para mejor o peor; depende de qué posición ocupe el jugador.
–¿Vos qué plan tenés?
–Tengo como idea principal jugar Challengers de acá a fin de año. Voy a ir a Lima, Guayaquil y Montevideo (NdR: tres semanas consecutivas desde el 22 de octubre). Tengo que sumar puntos ATP para el año que viene y tratar de acomodarme lo mejor posible. Esperaré a ver cómo quedo posicionado en el ranking ATP y en el de Transition Tour para decidir a cuál apuntar. Les voy a dar prioridad a los Challengers, pero también es importante tener entry points porque eso me permitiría entrar a los cuadros principales. Este año todavía no toqué mi mejor ranking (334°) en 2017 estuve parado casi seis meses por una lesión de rodilla. La meta es terminar cerca del puesto 290 para jugar incluso a alguna qualy de Grand Slam, que sería muy importante para mi carrera.