No quiso asistir a la ceremonia en el cementerio de la Chacarita. No pudo. Norma no quiere despedirse de Cachita. Fueron 39 años de amor. Una vida de aventuras cuando ser lesbiana no era nada fácil y que llegamos a conocer cuando se convirtieron en la primera pareja lésbica que tuvo libreta de matrimonio en nuestro país y en Latinoamérica. Norma Castillo y Ramona Arévalo, un icono que derribó prejuicios sobre el amor y el sexo entre mujeres mayores de 65. Primero firmaron la unión civil, luego se sumaron a la campaña por el matrimonio igualitario que impulsaban las organizaciones lgbti y presentaron un amparo para que el Estado argentino reconociera su pareja como matrimonio. El 9 de abril de 2010, la jueza Elena Liberatori las casó por Registro Civil en Buenos Aires.
Mujeres fuertes, de carácter. Norma tuvo que huir de la Argentina cuando la dictadura del 76 no dejaba piedra sin revisar. Estudiaba en la Facultad de Ciencias Naturales y trabajaba en el Hospital de Niños de La Plata. La llevaron detenida dos veces y la tercera iba a ser la vencida –esa ciudad fue diezmada–, así que se subió a un avión en Ezeiza con su marido Julio, que era colombiano. Allí no la iban a buscar. Cachita para entonces ya estaba instalada en Colombia con su marido, el primo de Julio.
Cachita fue cerrajera y Norma, directora de Cultura en Pivijay, un municipio colombiano del bajo Magdalena, cercano a Mompox, la isla donde nació Totó la Momposina. Tierra de vallenato, cumbiamba y acordeones. “Mi respesto por usted, usted canta mucho”, y así entre vallenatos y los 28 grados centígrados de Pivijay se enamoraron y vivieron su romance en la clandestinidad, hasta que Cachita se separó y Norma quedó viuda de su marido. “Salga sapo o salga rana”, como dicen en el Caribe. “A veces pasan cosas que no se pueden evitar, algunos dirán que es locura, se los digo en mi canción”, es una letra que suena bastante en el bajo Magdalena. Con la llegada de aires nuevos y un movimiento lgbt que empezaba a pisar fuerte en Colombia, Norma y Cachita salieron definitivamente del armario y abrieron su propia discoteca gay en Barranquilla, los pagos de Shakira.
La vida las trajo nuevamente a la Argentina. Norma y Cachita abrieron un centro cultural en Bucarest al 1400, en Parque Chas, al que llamaron el Socavón, con talleres de cerámica, herrería, carpintería, literatura, guitarra y canto. Ya eran lesbianas mayores, pensionada por invalidez Cachita y jubilada con la mínima Norma. El centro cultural funcionó muy bien hasta que falleció la dueña de la propiedad, sin herederos, y el predio pasó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que les hizo juicio de desalojo y las arrojó a la calle hace dos meses. A un matrimonio de lesbianas ancianas, una de ellas sin posibilidad de caminar y con una dolencia cardíaca por la que ya había sido operada.
Ahora el Socavón está tapiado con chapas, como si hubiera sido escenario de un crimen. Cuadrillas enviadas Gobierno de la Ciudad destruyeron todo para que nadie vuelva a habitarlo. El predio está vacío y lleno de escombros.
Ramona “Cachita” Arévalo falleció el 26 de octubre. La noticia circuló rápidamente en los grupos de whatsapp de la comunidad lgbtiq. Su compañera no puede reaccionar desde entonces, no logra superar la tristeza. Un grupo de amigues la acompaña en todo lo que puede. Norma Castillo (75, la misma edad que tenía su esposa) quedó sola con su perrito Hipólito, que ya cumplió 17 años. Su deseo es llevar las cenizas de Cachita a descansar al pueblo colombiano donde fueron felices. Norma está alojada en un lugar muy precario y necesita de manera urgente una vivienda donde no la obliguen a separarse de Hipólito.
Un día después de la muerte de Cachita Arévalo, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dio comienzo a la semana #OrgulloBA (que se extiende hasta mañana, sábado 3), con actividades en el Circuito de Centros Culturales. Pero hace dos meses no tuvo miramientos en arrebatarles el Centro Cultural el Socavón a Norma y a Cachita, y dejarlas en calle. Así interpretan los funcionarios porteños la palabra #Orgullo.