Cada vez que le solicitan el documento de identidad para hacer el trámite más sencillo, Caro Gero traga saliva. ¿Cuál será la reacción del empleado que revise esa tarjeta plástica que consigna “sexo femenino”? Además la foto no parece corresponder al portador del DNI. Es que el tratamiento hormonal que Caro Gero lleva adelante desde hace dos años hace que su cuerpo no se vea femenino como dice la tarjeta plástica. La situación se torna más preocupante estando de viaje por otros países. “En Estados Unidos revisaban mis papeles y me hacían muchas preguntas. Adonde fuera, mi documentación generaba dudas. Muchas veces me sentí protegide por el privilegio de portar un color de piel o por pertenecer a una clase social sin apremios económicos. De no ser por eso, no sé qué habría pasado conmigo en esas situaciones”. Caro Gero es una de las muchas personas con identidad sexual no binaria. Eso quiere decir que su identidad no corresponde al sexo/género femenino ni al masculino. Son personas que no encajan ni en un casillero ni en el otro. Pero los documentos llevan el casillero “sexo”. A todes nosotres nos han anotado en el registro civil –a poco de nacer– como femenino o como masculino.
La mayoría de les argentines no lo recuerda, pero si revisan viejos recuerdos familiares, posiblemente alguien encuentre la cédula de identidad tapa dura de la bisabuela/tararabuela de la década de 1920, que consignaba: color de piel (tez), forma de nariz, color de ojos y otros datos de fisonomía. Todo eso hoy está de más. Más modernas, las cédulas de identidad plástificadas de la Policía Federal venían en dos colores: celestes para los varones, rosadas para las mujeres. El documento nacional de identidad no presenta aquellos detalles. Hubo nuevos pasos tendientes a la igualdad. Varones y mujeres ya no votan en mesas electorales separadas. Y en la Ley de Identidad de Género 26.743 no aparecen las palabras “femenino/masculino”, “hombre-varón/mujer”. Sin embargo, en la partida de nacimiento y en el DNI se sigue consignando el sexo.
DESENCAJADXS
El 2 de noviembre se viralizó en las redes sociales la noticia de que, por primera vez, una persona no binaria en Argentina había cambiado su partida de nacimiento para que su sexo no sea consignado. La noticia la posteó en su cuenta de Facebook Mauro Cabral, activista por los derechos de las personas intersex y trans. Esa partida de nacimiento es la de Caro Gero, médique mendocine de 32 años, habitante de la localidad de Chacras de Coria.
“Toda la vida sentí que no encajaba ni en uno ni en otro sexo. Hice la secundaria en un colegio de la Universidad de Cuyo. Era la deportista o la machona, pero no sufrí bullying o discriminación. Igual fue una etapa muy solitaria, intentaba encajar en la femineidad. Tengo muy buenas amigas de aquella época, pero me costaba socializar, salir a bailar. Entré en la carrera de medicina y empecé a sufrir mucho porque no entendía mi cuerpo. Para esa época encaré relaciones lésbicas. Hice un largo tratamiento por bulimia pero no sentí paz hasta que empecé a verme sin género. No es como dice la sociedad, que tenían que gustarme sí o sí ciertas partes de mi cuerpo”, cuenta Caro Gero.
Cuando empezó a entablar relaciones con chicas leyó todo el material y vio todas las películas que encontró sobre lesbianismo. “Soy muy nerd. También quise saber más sobre feminismo y leí a Simone de Beauvoir. En ese camino me encontré con Judith Butler y la teoría queer. Y a través de la teoría queer supe que existen identidades no binarias y sentí que era lo que mejor describía cómo me sentí siempre. La mayoría de las personas no son sinceras consigo mismas, tienen miedo de que salga a la luz lo que realmente son en muchos aspectos. El binarismo de los sexos –hombre/mujer– es un sistema que conduce a la competencia entre las personas y excluye a las minorías que no pueden entrar en ese sistema, que no se corresponden exactamente con ese binario. Si somos sinceros con nosotros mismos, todos en algún punto somos minoría”.
Para sentirse mejor con su cuerpo, Caro Gero comenzó un tratamiento hormonal. Coincidió con su descubrimiento del libro Testo yonqui, de Paul B. Preciado, un ensayo corporal que “registra tanto las micromutaciones fisiológicas y políticas provocadas por la testosterona en el cuerpo de B.P.” (iniciales del nombre femenino que le fue asignado a Paul B. y que modificó). Caro se sintió muy identificade con el relato de Preciado, que advierte al comienzo “si el lector encuentra dispuestos aquí, sin solución de continuidad, reflexiones filosóficas, narraciones sobre sesiones de administración de hormonas y relatos detallados de prácticas sexuales es simplemente porque este es el modo en el que se construye y se deconstruye la subjetividad”. El recuerdo del espejo y el “cómo me veo” que trabaja Preciado en Testo yonqui le trae a Caro Gero a la memoria el momento en que vio “lo verdadero” a través de una chica trans en un boliche. “La vi mirándose al espejo y vi una sinceridad que no pude olvidar. Eso verdadero es lo que ocultamos porque vivimos todo el tiempo en estructuras binarias. Y respecto de las hormonas, la realidad es que la mayoría de las mujeres están hormonizadas constantemente con finalidad anticonceptiva. No sabemos de qué manera se verían realmente esas mujeres si no recibieran esas hormonas. Todes llevamos el género, que no sabemos si es natural. Somos tantos géneros como personas. Si cada une se preguntara cuánto de lo que está viviendo lo está eligiendo efectivamente, se encontraría con que es un porcentaje muy pequeño”.
Este camino de hormonización le hizo pensar a Caro Gero su propia identidad como una identidad trans. Averiguó en su prepaga para hacerse una cirugía de masculinización pectoral y se la negaron bajo pretexto de que antes tenía que hacer el cambio de sexo en su documento. No hay mucha experiencia legal con prepagas en este tipo de intervenciones, porque no hay muchas personas trans con empleo registrado que puedan costear medicina prepaga. Caro Gero supo de una abogada especialista en temas de identidad de género y decidió consultarla, aunque no del todo convencide porque “dejar de ser mujer y pasar a ser varón era un pacto que no quería hacer, yo no encajo ni en uno ni en otro”. Pero más allá de esto, necesitaba esa cirugía para sentirse mejor con su cuerpo.
La abogada especialista en identidad de género es Eleonora Lamm, subdirectora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Mendoza. Lamm le informó a Caro Gero que no era necesario hacer la modificación del sexo en el registro civil para que le cubran una modificación corporal: la ley no lo exige, ya que se trata de dos derechos independientes. “Igual le pregunté si quería hacerse el cambio registral del sexo”, cuenta la abogada. “Y me dijo que no, porque no se identificaba ni como hombre ni como mujer”.
Caro Gero nunca se sintió tan feliz como cuando recibió de Eleonora la noticia de que podía inscribirse en el registro civil sin que conste ninguno de los dos sexos en su partida de nacimiento y en su nueva documentación. “No lo podía creer. Fue como si hubiera visto luz entrando por la ventana. Pensar que había estado a punto de ceder a una identidad masculina para tener una existencia más tranquila”. Eleonora le explicó que el suyo sería el primer caso en Argentina y en Latinoamérica.
“Hay mucha gente que no se identifica con este binario hombre/mujer que fue culturalmente establecido. Hubo otras peticiones antes de la que hizo Caro Gero, pero no se tramitaron o no se les dio curso”, explica la abogada a Soy. “Esta resolución de la Dirección General del Registro Civil de Mendoza es un paso hacia la igualdad de todas las personas”.
Ahora Caro Gero deberá tomarse el trabajo de modificar cada documento donde aparezca su sexo, desde los carnets profesionales hasta las tarjetas de crédito. Le gustaría que otras personas no binarias puedan acceder a este derecho. Y se siente feliz en términos sociales de haber dado este paso. “Hace un tiempo conocí a un chico trans –ya grande– que vivió la dictadura de 1976. Si él tuvo que soportar todo lo que le tocó, ¿cómo es que yo no voy a hacer esto?”.
FÁBRICA DE CUERPOS EN SERIE
La primera semana de noviembre trajo también, en Buenos Aires, la presentación del libro de SaSa Testa, Soy Sabrina soy Santiago, en el espacio feminista Tierra Violeta. Es una biografía desde la vivencia personal de una persona de género no binario. “Me da pudor hablar de esto como si tuviera las verdades absolutas, pero sí me atrevo a decir que pensar una identidad no binaria es correrse de un lugar medicalizante”.
El paradigma inclusivo y de derechos humanos en torno a la sexualidad se diferencia del paradigma médico-psiquiátrico, que se impuso desde la revolución industrial y la consolidación de la modernidad. El paradigma médico-psiquiátrico establece los moldes con los que deben controlarse y normalizarse los cuerpos que no se sujetan estrictamente a un binario varón/mujer creado idealmente. Las personas que generan dudas a la institución médico-psiquiátrica son señaladas como peligrosas (y enfermas) porque llevarían a que la sociedad empiece a desconfiar de los argumentos de la diferencia estricta entre los sexos, o directamente de la categoría “sexo”. La categoría “sexo” estructura jerarquías, ordena la sociedad de una determinada manera en que unes se encuentran sujetes a les otres, por ejemplo desempeñando tareas de cuidado de manera gratuita. La categoría “sexo” excluye y estigmatiza a las personas que no encajan. El “lugar medicalizante” regulariza los cuerpos bajo estos parámetros, como si fuera una gigantesca línea de producción y control de calidad. Como una fábrica de cuerpos en serie. El paradigma inclusivo y de derechos humanos se plantea el resguardo de derechos de todas las personas, la inclusión y convivencia en la sociedad de todas las expresiones e identificaciones sexuales y de género. Otra característica del paradigma de derechos humanos es que la identificación personal no tiene por qué quedar fijada en un punto y la persona tiene derecho a redefinirse tantas veces como lo considere necesario.
“Se espera siempre que las personas coincidamos con un discurso histórico que se ha instalado sobre los cuerpos con una intención política y económica, para dividir al mundo siempre en dos: las clases, la división del trabajo. Que no se implemente una ley de cupo laboral trans tiene que ver con esto. El mundo está organizado de manera dicotómica y el sistema económico también. Cuando una subjetividad viene y me dice ‘no soy ni hombre ni mujer’, hace estallar otras categorías: los discursos médicos, la histórica división del trabajo. Desestabiliza otras lógicas”, explica SaSa Testa.
SaSa también tiene 32 años. Da clases de Lengua y Literatura en tres colegios y vive en Villa Lugano (Comuna 8, la más relegada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Trabaja sobre el peso de los discursos. “Te preguntaría por qué sos hombre o mujer, o si hay un discurso que te hizo creer que por ser hombre o mujer podés hacer algunas cosas y otras no, cuando en realidad todo el mundo puede hacer esto o lo otro”.
La línea de división del trabajo generalmente ubica el punto en el parto. “No necesariamente una mujer tiene el cuerpo preparado para parir. Y hay cuerpos masculinos trans, intersex y personas no binarias que también pueden parir. Lo que tenés entre las piernas, la manera de vestir y el nombre que te pusieron no tiene por qué ser siempre igual. Todo eso puede cambiar”.
A Caro Gero no le importa si le llaman por su primer o por su segundo nombre, le es indistinto. Lo mismo los pronombres que usen para referirse a elle/ella/él. Con e, con a, con o le es igual. “Me encanta el lenguaje inclusivo e intento que lo empecemos a usar. Pero conmigo no hay problema”, dice le médique mendocine.
SaSa Testa es un poco más estricte. “Me resulta violento que me llamen por el nombre del documento, que no respeten el nombre que elijo y los pronombres que uso. Yo uso masculino o neutro, y femenino no. Prefiero masculino o neutro porque reflejan este momento de mi identidad muy presente. Me costó mucho poder decir esto. Me costó por la escuela, porque las instituciones educativas son muy expulsivas con el tema sexo/género. No es algo fácil. No porque reniegue de mi otro nombre sino porque me nombro SaSa en masculino o neutro, y es una invitación a que la gente me llame como me siento. Masculino también porque Santiago estuvo callado mucho tiempo. Fui solamente Sabrina y me daba un poco de temor hablar de Santiago. Pero un buen día me animé y sentí alivio. Es una lucha ocultar lo que uno siente internamente. Es directamente proporcional a la angustia que provoca no decirlo. Entonces quiero darle el lugar que no le di anteriormente. Esto lo tuve siempre conmigo, esto de sentirme incómodo constantemente. Lo sabés, que no sos ni hombre ni mujer. Hay cosas del universo femenino que comparto con las que me identifico y otras del universo masculino con las que también. Por eso uso el apelativo SaSa, que no tiene distinción de género posible. Aún no hice mi cambio de documento de identidad. Me alegra lo que lograron en Mendoza, porque quiere decir que hay cuerpos no binarios tratando de tener un lugar jurídico y político”.